Pancho Perrier

La noche se acerca mientras miramos para otro lado

No es nuevo que nos miremos el ombligo mientras el mundo se prende fuego, un destino curioso para un pequeño país que necesita del mundo para sobrevivir. Pero el cambio climático nos agarrará como a todos, y en algunos sentidos, primeros en la fila

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05 de noviembre de 2021 a las 17:02

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Especie rara el ser humano. A esta altura solo algunos trasnochados terraplanistas cuestionan que el cambio climático está causado por el hombre. Hay, aunque parezca poco, un primer gran consenso mundial acerca de la responsabilidad humana en el calentamiento global, y la necesidad de tomar acciones concretas para que las consecuencias sobre el planeta no sean desastrosas no ya en 500 años, sino para la próxima generación, mientras ya la nuestra está empezando a sufrir las primeras consecuencias de ese calentamiento global.

Resumiendo mucho, el tema central es: si las emisiones de gases de efecto invernadero no disminuyen en forma sustantiva (se calcula un 45% para 2030) el mundo no logrará disminuir la temperatura planetaria en al menos 1.5°C. Según algunos científicos eso generará, entre otras calamidades, el derretimiento de los polos una vez cada 100 años, con las catastróficas consecuencias asociadas para la vida de todas las especies. Si la temperatura disminuye menos que 2°C, ese derretimiento se dará una vez cada 10 años. 

Y sin embargo, en Uruguay la noticia no pica ni de cerca entre las que generan mayor interés. El debate está monopolizado por el referéndum de la LUC, la final de la Copa Libertadores o el aumento del precio del combustible. Y para lo único que miramos a Glasgow es para que no sean muy duros con el ganado y sus emisiones de metano.

No es nuevo que nos miremos el ombligo mientras el mundo se prende fuego, un destino curioso para un pequeño país que necesita del mundo para sobrevivir. Pasó muchas veces, la última mientras se avecinaba una pandemia y en Uruguay ni siquiera se hablaba de ella mientras todos nos concentrábamos en el cambio de gobierno. Es cierto, nos terminó afectando mucho después que al resto, como para darle la razón a esa máxima de que a Uruguay todo llega tarde. El problema es que el cambio climático nos agarrará como a todos, y en algunos sentidos, primeros en la fila.

El desastre llegará

En una de las tantas escenas memorables de la serie de ficción The Newsroom, un alto funcionario de la Agencia de protección Ambiental de Estados Unidos acude a una entrevista en piso en el informativo central. Su análisis es tan brutal y descorazonador que deja a todos en silencio. Básicamente dice que el mundo ya pasó el punto sin retorno respecto al desastre climático. Que ya nació la persona que sufrirá enormes calamidades. Que la mitad de la población sufrirá inundaciones que destrocen sus ciudades. Lo compara a una casa que ya está totalmente prendida fuego, o alguien desmayado dentro de un auto, en un garage, con el motor prendido. O sea, asegura que no hay nada que evite el desastre total. Que no hay esperanza.

El periodista se desespera  y le pregunta: ¿no hay nada que hacer? Y enumera una cantidad de medidas propuestas por los ambientalistas. El jerarca dice: hubiese sido buenísimo hace 20 o 10 años. Hoy ya no hay nada que hacer.

Diferentes factcheckers han catalogado los argumentos de esa escena como válidos. La fecha del armagedón climático es discutible, pero no el resultado. Lo que le queda al planeta son medidas paliativas, para que el desastre sea lo menos destructivo posible. 

Pero nuestra reacción es la misma de los periodistas del piso. Asombro temporal, silencio, ojos abiertos… y a enfocarse en otra cosa, porque el futuro es demasiado sombrío como para pensar en él mucho rato.

En ese sentido no es raro que la conferencia de Glasgow pasara como otra instancia de muchísimas palabras y poquísimas acciones. Para empezar, los líderes de algunos de los países que más colaboran con la contaminación planetaria decidieron saltarse la visita, con Xi Jinping y Vladimir Putin primeros en una lista que también incluye a Jair Bolsonaro o Andrés Manuel López Obrador.

Pero incluso los que están en Glasgow no han logrado, al menos hasta ahora, objetivos contantes y sonantes que ayuden a ese objetivo de achicar los 1.5°C. Se discuten incluso los temas base: si 1.5° o más, si 10, 20, 50 o 70 años para cumplir metas climáticas. Sí, hay medidas para limitar la producción de energías contaminantes. Pero es muy poco, muy lento.

Incluso en los puntos en los que en Glasgow hubo acuerdos, como la limitación del gas metano, los compromisos son generales y no incluyen sanciones para el caso de incumplimiento. O sea, la nada.

Y eso que la pandemia, con todas sus calamidades y la destrucción de la economía mundial, generó una buena noticia: frenó la contaminación, ya que las emisiones totales cayeron un 5,4% en 2020. Pero la recuperación está volviendo todo a la peligrosa normalidad: las emisiones subirán 4,9% en 2021, apenas a un 1% del récord de 2019, según un estudio del Global Carbon Project citado por AFP.

Al ritmo actual, en 2030 el incremento de emisiones será del 16%, cuando debía registrarse una reducción del 45%. Eso llevaría a un aumento de +2,7°C de la temperatura, o en el mejor de los casos, de +2,2°C. Las ciudades costeras quedarán bajo agua en una generación, o a lo sumo dos.

Según la mayoría de los científicos, el mundo solo cuenta con ocho años para tener el 50% de probabilidades de limitar el aumento de la temperatura al +1,5°C. 

La noche se acerca. Lo sabemos. Pero es más cómodo mirar para otro lado.

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