MANDEL NGAN / AFP

La tragedia de dos superpotencias que están fallando

Para enfrentar la pandemia, China y EEUU no sólo deben funcionar. Deben funcionar juntos

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02 de abril de 2020 a las 15:04

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Por Martin Wolf

La historia se acelera durante las crisis. Esta pandemia puede que no transforme al mundo, pero puede que acelere los cambios que ya están en marcha. Un cambio continuo ha sido el de la relación entre China, la creciente superpotencia, y EEUU, la actual superpotencia. Ser una superpotencia no se trata solamente de tener fuerza bruta, sino también de ser visto como un líder competente y decente. Después de las victorias de la Segunda Guerra Mundial y de la Guerra Fría, EEUU era ese líder. A pesar de la creciente fortaleza económica, China no lo es. Pero los tiempos pueden cambiar. Y el coronavirus puede acelerar el proceso.

Kishore Mahbubani, un exdiplomático de Singapur, ha escrito un libro característicamente provocativo sobre la lucha por la primacía entre las dos superpotencias bajo el provocativo título "Has China Won?" (¿Ha ganado China?) La respuesta, él sugiere, es que todavía no lo ha hecho. Pero pudiera lograrlo. Esto no es sólo debido a su escala, sino también a los errores estadounidenses, incluyendo las falsas percepciones de la realidad china. Quizás la conclusión más importante de su análisis es que la influencia global principalmente se deriva de las propias elecciones. China y EEUU han cometido graves errores. Pero el fracaso estadounidense de crear una prosperidad ampliamente compartida en el país, y su belicosidad en el extranjero, están resultando paralizantes. La deplorable presidencia de un malévolo incompetente es uno de los resultados.

Ahora ha llegado el virus, un evento que no se consideró en este libro. Esta situación ha revelado una dura realidad sobre la aptitud y la decencia de las superpotencias; la solidaridad (o ausencia de la misma) de la Unión Europea (UE); la efectividad de los Estados; la vulnerabilidad de las finanzas; y la capacidad de cooperación global. En todo esto, el desempeño de EEUU y de China es de importancia preeminente. Entonces, ¿que hemos aprendido?

El nuevo coronavirus, el cual está causando estragos sociales y económicos, surgió en la provincia china de Hubei. Parece haber pocas dudas con respecto a esto. Los Institutos Nacionales de Salud (NIH, por sus siglas en inglés) de EEUU afirman que se originó en los murciélagos. Irresponsable y trágicamente, las autoridades locales suprimieron la noticia de la infección, causando un retraso de al menos tres semanas en la respuesta. Eso permitió que el virus se extendiera por todo el mundo. A partir de entonces, sin embargo, el Estado chino tomó brutales medidas, logrando controlar la enfermedad en Hubei y detener su propagación en China. En relación con la población, la tasa de mortalidad de China ha sido muy baja. Tanto la supresión inicial de las malas noticias como la escala de la respuesta son características de un Estado represivo pero, sin embargo, efectivo.

La respuesta efectiva ante la enfermedad habrá tenido un enorme costo económico en China. Pero el Estado alentó a los empleadores a retener a sus empleados, al tiempo que brindaba apoyo a las empresas para que lo hicieran. La tasa oficial de desempleo urbano ha aumentado muy poco. El grupo más grande de víctimas, como siempre, ha sido el de la mano de obra migrante. China ahora puede reabrir la economía, aunque existe el riesgo de que surja una segunda ola de la enfermedad al hacerlo.

AFP

EEUU ha tenido sus propias formas de negación, vergonzosamente emanando del propio presidente Donald Trump, junto con enormes fallas en el desarrollo de las pruebas y en el suministro de equipos, al igual que el Reino Unido. Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia, ha escrito devastadoramente sobre la mala voluntad y la ineficacia demostrada. Las infecciones se están extendiendo a una aterrorizante velocidad a través del país. Y la situación pudiera empeorar. Italia y España muestran cuánto peor pudiera ser. Sin embargo, EEUU tiene el inconveniente adicional de contar con un defectuoso sistema de salud.

EEUU, al igual que otros países de altos ingresos, ahora ha respondido con el "distanciamiento social", aunque el Sr. Trump lo ha extendido solamente a regañadientes, y con una respuesta fiscal, por un valor de US$2 billones. Roman Frydman, de la Universidad de Nueva York, ha argumentado que esto no es ni lo suficientemente grande, dada la escala de la economía estadounidense, ni está bien enfocado: sólo una vigésima parte de esta suma se destinará a hospitales, mientras que a los gobiernos estatales y locales se les desprovee. Lo peor de todo, ha sostenido Frank Vogl, el veterano activista anticorrupción, es un fondo de US$500 mil millones para las grandes corporaciones que probablemente estará bajo el control no supervisado del Sr. Trump, lo cual es contrario a la voluntad del Congreso.

Los principios fundamentales estadounidenses de democracia y de libertad individual siguen siendo atractivos para muchos a nivel mundial a pesar del aumento global de la autocracia populista. El vigor de su economía privada puede que aún nos salve a todos. Pero, hoy día, EEUU está perdiendo su reputación de tener una elemental competencia, ya maltratada por su larga lista de inútiles guerras y por la crisis financiera de 2007-09. Partes del gobierno, especialmente la Reserva Federal, siguen siendo efectivas por ahora, aunque quién sabe qué sucedería durante un segundo mandato del Sr. Trump. Pero la capacidad fundamental del a menudo despreciado "Estado administrativo" — el baluarte de cualquier compleja civilización urbana — realmente importa. En estos tiempos de crisis, su ausencia es letal. Un gobierno en guerra con la ciencia y con su propia maquinaria actualmente es muy visible para todos.

Para aquellos de nosotros que creemos en la democracia liberal, estos fracasos estadounidenses son dolorosos: dan crédito a la idea de que la autocracia funciona mejor. Pero la muerte de la decencia y de la competencia en los principales gobiernos occidentales importa más allá de esto. La llegada de la pandemia representa un reto moral global. Es necesario hacerle frente a la propagación de la enfermedad, gestionar los choques financieros, estabilizar la economía y ayudar a los débiles. EEUU tiene que desempeñar un importante papel para el cual no queda alternativa.

Se nos ha recordado que ningún hombre es una isla durante una pandemia. Como lo argumenta el ex primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown: "De esta crisis deben surgir reformas a la arquitectura internacional y un nivel completamente nuevo de cooperación global". Para que esto suceda, algunos Estados deben liderar. Cualquier orden global depende de la cooperación entre Estados poderosos. China y EEUU no sólo deben funcionar. Deben funcionar juntos, reconociendo los numerosos intereses que comparten y tolerando sus profundas diferencias.

Si no lo hacemos nosotros, ¿quién? Y si no es ahora, ¿cuándo?

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