Leonardo Carreño

La vacuna uruguaya

Gobierno y oposición toman un riesgo grande si optan por darse la espalda

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05 de diciembre de 2020 a las 05:00

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A nadie se le escapa que estamos en un momento muy especial. Ya falta muy poco para que las vacunas contra COVID 19 estén disponibles. Por fin se vislumbra el final de la odisea, la ansiada luz al final del túnel. Hasta hace muy poco y durante casi ocho meses, entre todos, pero liderados por el Poder Ejecutivo, mantuvimos la pandemia bajo control. La evidencia comparada demuestra que esto estaba lejos de ser sencillo: no lo fue, por ejemplo, para Argentina y Chile, pero tampoco para países más desarrollados como España o Suecia. Lo que logramos hasta ahora (limitar la circulación del virus manteniendo la economía abierta y minimizando el impacto en desempleo y pobreza) debe ser calificado como una verdadera hazaña cívica. Pero, hoy por hoy, es obvio que la salud pública en Uruguay pende de un delgado y cada vez menos visible hilo epidemiológico. El gobierno, siempre bien asesorado por un selecto grupo de científicos (GACH), adoptó recientemente algunas decisiones orientadas a disminuir la movilidad para volver a aplanar la curva de contagios. Pero no es posible saber, a priori, si estas medidas darán resultado. Hoy más que nunca es preciso el máximo esfuerzo, en todos los planos. Para mi gusto, todo hubiera sido más fácil si gobierno y oposición hubieran sido capaces de cooperar mucho más. Están (estamos) a tiempo de hacerlo..

Hasta ahora, si mi interpretación es correcta, el gobierno nacional ha confiado en sus fuerzas y tendido a prescindir de la oposición. El gobierno no aceptó, a fines de marzo, la propuesta de un Acuerdo Nacional formulada por el FA (1). Hay que decir que esta propuesta no ponía el acento en cómo combatir la pandemia sino en cómo paliar sus consecuencias sociales. Pero pudo ser respondida con una contrapropuesta de diálogo nacional enfocada en la política sanitaria. Supongo que pesó, en la decisión adoptada por la Presidencia de no buscar un acuerdo político de este tipo, que Tabaré Vázquez, principal referente del FA, el 23 de marzo, reclamara una “cuarentena total” (2). A la luz de los hechos, está claro que esa propuesta era equivocada y que, en cambio, el gobierno acertó al apelar a la “libertad responsable”. Esto le ha valido al presidente Luis Lacalle Pou un merecido reconocimiento internacional. Sin embargo, me parece evidente que conseguir el apoyo de la población a lo largo de todos estos meses, atenuando críticas y reclamos, hubiera sido más fácil si gobierno y oposición hubieran superado sus comprensibles recelos mutuos y comparecido públicamente, una y otra vez, buscando persuadir al público de ajustarse a las medidas recomendadas.

“Todos somos generales después de la batalla”, suele decir nuestro admirado Enrique Iglesias. Es cierto. Pero también es verdad que todos tenemos la obligación de intentar aprender a partir de la experiencia. Aunque la crisis de legitimidad de nuestros partidos no es tan grave como la que se verifica en otras partes, no gozan del prestigio popular que sin duda merecen dados sus méritos históricos. Aun así, el sistema político uruguayo sigue teniendo en sus partidos, su auténtica columna vertebral, su cerebro y su motor. Todavía seguimos siendo una “partidocracia”, en el mejor sentido del término, como argumentaron brillantemente hace más de treinta años Gerardo Caetano, José Rilla y Romeo Pérez. No tenemos todavía ninguna de las vacunas que vienen elaborando distintos laboratorios desde China a EEUU. Ya las vamos a tener. Pero este país, que se las ingenió para construir la mejor democracia de la región, dispone de otra vacuna que puede evitar que lo logrado hasta ahora se derrumbe en treinta días: prudencia política.

Hay algunas señales alentadoras en esta dirección. Por ejemplo, hace dos días, el Congreso de Intendentes se mostró unido, codo con codo, respaldando las medidas anunciadas por el gobierno. Solicitaron, asimismo, tener “línea directa” con el GACH para “maximizar la efectividad” de las medidas adoptadas. Un reconocimiento especial merece, en este sentido, Carolina Cosse, que acaba de asumir al frente del gobierno de Montevideo, y que viene mostrando un compromiso digno de elogio con el combate a la pandemia en la capital. Desde mi punto de vista, los intendentes abrieron un camino que puede (y debe) ser recorrido por otros actores políticos. Le haría mucho bien a este país que los legisladores de todos los partidos aparezcan públicamente, unidos, pidiendo un nuevo esfuerzo a la población. Todos, gobierno y oposición, toman un riesgo demasiado grande cuando optan por darse la espalda. Si la pandemia, luego de tanto esfuerzo, termina disparándose, no habrá ganadores. Todos perderemos.

La bancada de senadores del Frente Amplio discutirá, el próximo lunes, la propuesta de solicitar la instalación de una Comisión Bicameral Especial de seguimiento de la pandemia. Los parlamentarios podrían convocar a esta comisión a autoridades de diversos ámbitos (político, científico, académico, social) para tener información calificada. Esta propuesta merece ser apoyada. Corresponde en términos institucionales que el parlamento esté mejor informado acerca de la marcha de la pandemia, y es una excelente oportunidad para que todos los partidos le envíen a la ciudadanía una señal de unidad y responsabilidad en un momento crucial. Gobierno y oposición ya han tenido la oportunidad, durante todo el año, de medir sus fuerzas y de explicitar sus legítimas diferencias. El momento exige unidad nacional. l

 

 

1 Ver: https://frenteamplio.uy/noticias/12-noticias/1566-propuesta-plan-de-contingencia

2 Entrevista a Tabaré Vázquez en M24. Disponible en: http://portaltnu.com.uy/video.php?vid=6618

 

 

 

 

Adolfo Garcé es doctor
en Ciencia Política, docente e investigador en el Instituto de Ciencia Política, Facultad
de Ciencias Sociales,
Universidad de la República

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