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04 de julio de 2018 a las 05:00

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El ilusorio argumento de los sectores del Frente Amplio que presionan al gobierno para incrementar aún más el gasto público en el nuevo presupuesto, incluyendo al MPP luego de su voltereta, es que nada malo pasaría con aumentar en algunas décimas el déficit fiscal previsto. Pero en sus afanes gastadores archivan dos factores claves. Uno es que cualquier desvío amenaza la confiabilidad de la deuda pública y el mantenimiento del grado inversor. El otro, todavía más fácil de percibir, es que un déficit previsible no existe. En vez de bajar de su alto nivel de 3,7% del Producto Interno Bruto Interno (PIB) en abril, como prometía el gobierno, trepó al 4% en mayo. La explicación oficial es que fue un aumento ocasional por acumulación de stock de petróleo por ANCAP.

Pero la realidad es que, sea cuales fueren sus causas, el desequilibrio de las cuentas del Estado empeora en vez de mejorar. Y como si fuera poco, no hay un déficit previsto confiablemente ya que los cálculos oficiales se han desmoronado. La meta de reducirlo al 2,5% del PIB al fin del período ya ha sido oficialmente descartada. Ahora se ha postergado esa cifra por un año, traspasándole la responsabilidad al próximo gobierno. La verdad es que nadie puede asegurar hoy como se comportará el déficit en el tiempo que le queda a este gobierno, aún sin aumentarlo, lo que deja en el limbo la incidencia de las décimas adicionales de aumentar un resultado que se desconoce. Lo que es seguro es que incidirían negativamente en un resultado actualmente imprevisible, con todos los riesgos que conlleva.
Cuenta adicionalmente la insensatez de destinar los reclamados recursos adicionales a la educación y la salud en el sector público, fundamentalmente para subir salarios.

Carece de toda razón verter más dinero de los contribuyentes en un sistema de enseñanza cuyas autoridades y sindicatos se niegan a mejorarlo con las reformas indispensables que todos conocen pero siguen archivadas. Y las prestaciones en la salud pública continúan a los tumbos pese al reciente cambio de autoridades en ASSE, impotentes ante las ineficiencias estructurales enquistadas en ese organismo.
Las presiones hacia el dispendio sobre su asediado gobierno han aumentado con el pase del MPP al bando del desquicio fiscal. No debería sorprender demasiado ya que repite los cambios de posición – "como te digo una cosa te digo la otra" – que caracterizan a su líder, el expresidente José Mujica. Pero que no sorprenda no disminuye la gravedad del cambio de posición del sector mayoritario de la alianza de izquierda, un giro total desde lo que respaldaba hasta hace poco. Hace menos de un mes el MPP apoyó el proyecto de Rendición de Cuentas del gobierno, que ya incluía aumentos improcedente para la educación y la salud.

Alejandro Sánchez, referente de primera línea de ese sector y coordinador de la bancada en Diputados, defendió la Rendición como equilibrada y afirmó que descuidar el déficit sería demagógico. Ahora el MPP sostiene exactamente lo contrario.

Como el Parlamento no puede aumentar el gasto, facultad exclusiva del Poder Ejecutivo, está en manos del gobierno resistir la ofensiva de sus legisladores. Si no lo hace empujará más a la economía hacia un desbarranque al aceptar empeorar un déficit que ya navega rumbo a un temporal financiero.
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