Leonardo Carreño

Las heridas abiertas por el primer recambio ministerial

Talvi no fue claro en si quería renunciar o no, y la desprolija salida le generó costos políticos, no es claro aún si propaga el daño a su partido y a la coalición oficialista

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04 de julio de 2020 a las 05:01

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Maquiavelo en “El Príncipe”, Sun Tzu en “El arte de la guerra” y José Hernández en el “Martín Fierro”, coinciden en que el poder no es para hacer demostraciones o para insinuar fuerza, sino para usarle.

En el capítulo de “los consejos del viejo Vizcacha” del poema gauchesco argentino, aquel bandido campechano aconseja al hijo de Fierro, que el facón no es para mostrar como amenaza.

“No dejés que hombre ninguno

Te gane el lao del cuchillo.

Las armas son necesarias

Pero naides sabe cuándo;

Ansina si andás pasiendo,

Y de noche sobre todo,

Debés llevarlo de modo

Que al salir salga cortando”

En el juego del poder, Talvi quiso mostrar que no estaba atornillado al cargo, que tenía fuerza para plantarse frente al presidente y renunciar, y lo hizo sin calcular consecuencias.

Avanzó con un alfil para dar un jaque débil, y perdió la defensa de la torre que cayó en la movida siguiente.

Una jugada impulsiva, no reflexiva.

Ernesto pierde mucho con su efímero pasaje por el Palacio Santos, y no gana nada.

Suma desgaste político, deja enojados a sus socios de coalición, defrauda a sus seguidores de Ciudadanos y genera dudas en empresarios que lo apoyaron en su lanzamiento partidario.

Ese mundo de negocios, que le dio apoyo primero en Ceres y luego en la política, quería verlo brillar en un gobierno, que incidiera, que imprimiera la matriz programática que entusiasmaba a ese público.

Lo financiaron porque querían que encabezara un buen gobierno, o que si era socio minoritario diera apoyo firme a la administración. A ese electorado le disgusta las riñas que estorban la gestión.

Tampoco ganó el gobierno en este lío, porque se distrae en un vodevil sin sentido, muestra fisuras en la coalición, da aire a la izquierda para que les acuse de desprolijidades, y queda con malestares internos.

Talvi tiene otro problema adicional: en poco tiempo se hizo de muchos “enemigos” y en política no es bueno tener tantos flancos abiertos.

No lo quieren nada en Cabildo, por sentirse despreciados por él.

No lo quieren en el PI, por algunos desplantes personales que quedaron anotados.

No lo quieren en Batllistas, por la conducción de campaña electoral y porque tras el acercamiento de verano, en el feriado de Carnaval cortó el diálogo con Sanguinetti (el Partido Colorado quedó sin conducción general).

No lo quieren los blancos, por asumir que les armó un lío al cohete en medio de la pandemia y la batalla legislativa por la LUC.

No lo quieren muchos dirigentes de Ciudadanos porque dicen que no los atiende nunca y los deriva a reportarse a otro dirigente; que sólo llama para quejarse de cosas, y que cuando hay que llenar cargos en la administración lo hace según su criterio personal. Y que el otro puesto del gabinete se lo dio a “un blancazo” como Uriarte (MGAP).

La mayoría de directores de Cancillería critica sin tapujos a Ernesto y en Torre Ejecutiva se notaba un fastidio creciente con sus actitudes.

Pero más complicado que ese panorama áspero, es que Ernesto cree que ese malestar con él es “filtrado” por gente que lo quiere perjudicar, incluso por el entorno presidencial.

***

¿Por qué pasó lo que pasó?

Talvi pretendía una autonomía de decisiones que el presidente no quería ni podía darle. La política exterior y la designación de “personal consular y diplomático” corresponde al presidente actuando junto al ministro.

Los choques se sucedieron y el desgaste fue rápido, pese a que Ernesto disfrutaba el éxito del operación “todos en casa”.

La caracterización de Venezuela, como democracia o dictadura, derivó en el detonante; Talvi dijo en El Observador que como canciller no iba a decir que era dictadura, y dos días después Álvaro Delgado dijo sí lo era.

El canciller había dado su postura, que no era la del presidente.

Y desde Presidencia aclaraban eso, lo que lo dejaba en off side.

Camilo dos Santos

Reunión entre ambos líderes políticos, en buen clima: el canciller dijo que no podían desautorizarlo, el presidente dijo que no podía hacer ese tipo de definiciones en forma inconsulta; el canciller dijo que si incomodaba dejaba el cargo … Terminaron bien, y así lo transmitió Talvi a dirigentes de su grupo.

Pero al otro día, Ernesto se enojó con dos notas de “El Pais”, una que decía que Lacalle le había “pedido congruencia” sobre postura ante Venezuela, y otra que informaba sobre repatriados con covid-19 que habían generado contagios. Creyó que había una “operación” de Presidencia, y decidió dar “su” versión, haciendo trascender su disposición a renunciar.

Pero el trascendido, que iba a publicarse en Búsqueda al día siguiente, se filtró en la noche y lo obligó a aclarar. Y en lugar de aclarar, todo se oscureció.

Talvi dijo que renunciaba, pero no enseguida, por lo que quedó como un canciller temporal, con un pie afuera.

Había que negociar su salida y recomponer el gabinete, por lo que lo hicieron a través de delegados: Álvaro Delgado y Adrián Peña.

Pero Ernesto quiso anunciar la nueva “política diplomática” de Cancillería … sin consulta con el presidente y cuando estaba en retirada. Lo ocurrido esos días, especialmente esa conferencia en plena Cumbre de Mercosur, determinaban la urgencia del recambio.

Y así fue.

Talvi amagó a renunciar, pero en política, el cuchillo debe salir cortando.

No se amaga a irse, se va.

Si se quiere ir, se va. Si se quiere quedar con otras condiciones, se negocia eso.

Pero lo de anunciar despedida y querer quedarse, es de alto riesgo.

¿Cómo sigue esto?

- la política exterior seguirá con la búsqueda de acuerdos comerciales, ahora con un embajador que es diplomático y político a la vez, no dirigente partidario, pero sí político en cada uno de sus movimientos.

- Talvi sale dañado políticamente y dolido en lo personal; perdió poder y “retrocedió varias casillas”, pero como mantiene alto nivel de simpatía popular, puede recuperarse. Claro que para eso, deberá hacer todo lo que no le gusta, y le disgusta: reunirse con dirigentes, escucharlos como si le importara lo que le cuenten, y trabajar políticamente en el partido ...

- la “coalición multicolor” no sufre crisis por esto, porque justo está superando con éxito su primera prueba real, la votación de la ley urgente de casi 500 artículos, pero el episodio desgasta.

Quedan heridas abiertas. 

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