Diego Battiste

Los blancos, el desafuero de Manini y el futuro de la coalición

La decisión del líder de Cabildo tiene consecuencias sobre la salud democrática

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11 de septiembre de 2020 a las 22:57

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Se terminó el misterio. Esta semana quedó claro que el senador Guido Manini Ríos, candidato a la Presidencia y líder de Cabildo Abierto, prefiere ampararse en los fueros parlamentarios a concurrir a los tribunales de justicia por el affaire Gavazzo. Como argumenté la semana pasada, me parece un error político grave, que daña la tenue y siempre frágil confianza de la ciudadanía en la “clase política”, y que está llamado a convertirse en una hipoteca para su carrera política. Dicho más claramente: el senador Manini Ríos, al decidir no cumplir con su compromiso electoral de presentarse ante la Justicia, se alejó significativamente de la meta que se propuso públicamente en 2019: la presidencia de la república.

La decisión de Manini no solamente tiene consecuencias sobre la salud democrática, en general, y sobre su carrera política, en particular. Además, dejó al Partido Nacional, y a la coalición de gobierno, en una situación política muy compleja. Es sabido que el Partido Nacional no votará el desafuero. Esto ha sido duramente cuestionado por el Frente Amplio. Es evidente que, para los blancos, no votar el desafuero tiene un costo político. Desde este punto de vista, es decir, haciendo cuentas de corto plazo, para los blancos hubiera sido mucho más conveniente acompañar al Frente Amplio, a Ciudadanos y al Partido Independiente en la posición de suspender los fueros al líder de Cabildo Abierto. A la dirigencia nacionalista, empezando por el propio presidente Luis Lacalle Pou, no se le escapa que la opinión pública prefiere que los fueros no existan. Según una encuesta realizada por Equipos en 2012, el 72% de los uruguayos estaba a favor de eliminar los fueros. Sin embargo, optaron por otro camino, el de cuidar a Manini. Es un camino más costoso políticamente en el corto plazo, pero más seguro en el mediano plazo. Me explico.

No puede sorprender que el Frente Amplio intente utilizar este episodio para cuestionar al Partido Nacional (son “cómplices de Manini”, han dicho). Forma parte de lo esperable en un sistema político como el uruguayo, en el que la competencia política es implacable. Sin embargo, para entender la actitud de los blancos no hay que esforzarse demasiado, ni entrar en consideraciones morales. La realidad es muy simple. Blancos y cabildantes son socios en una coalición de gobierno. Es absolutamente lógico que el Partido Nacional, que tiene la enorme responsabilidad de dirigir la coalición, cuide a sus compañeros de ruta. Por supuesto, si votaran el desafuero, generarían una turbulencia política extraordinaria en momentos en que se tramita el proyecto de ley de presupuesto, el más importante de todo el mandato. Pero lo que está en juego, desde el punto de vista de los blancos, es mucho más que eso. Si votaran el desafuero generarían un daño permanente, una grieta política profunda y de consecuencias imprevisibles, en la Coalición Multicolor. Ningún jefe de gobierno puede darse ese lujo.

La producción académica ha venido insistiendo en que la conformación y persistencia de las coaliciones de gobierno en sistemas presidencialistas depende en buena medida de los aciertos y errores del liderazgo presidencial. Ninguna coalición se sostiene simplemente ni por afinidades ideológicas, ni por cálculos estratégicos de mediano plazo, ni por el incentivo de la participación en cargos de gobierno. El factor liderazgo es crucial. La Coalición Multicolor está unidad por la ideología: los partidos que la componen, más allá de diferencias, comparten una hoja de ruta plasmada en el Compromiso por el País firmado el 5 de noviembre de 2019. La Coalición Multicolor está unidad por el horizonte del 2024: precisan gobernar unidos, y tener éxito, para poder aspirar a seguir gobernando dentro de cinco años. La Coalición Multicolor está unida por los cargos. Para cualquier partido político es clave ocupar cargos de decisión. Gobernar desgasta. Pero más desgasta no gobernar. Sin embargo, nada de esto es suficiente. Sin diálogo, sin paciencia, sin mutua consideración, sin un mínimo de solidaridad, no hay coalición que resista. El principal responsable de la estabilidad de una coalición es el partido mayoritario y su líder. En este caso concreto, la responsabilidad cae sobre el Partido Nacional y sobre los hombros de Lacalle Pou.

El presidente Lacalle Pou, dicho sea de paso, trasmitió a los senadores del Partido Nacional días atrás que prefiere que la bancada de la coalición de gobierno vote unida. No es difícil entender sus razones. Cada vez que aparecen divisiones entre los socios se facilita la crítica desde la oposición y, por ende, se debilita la imagen del gobierno. Sin embargo, el tema en cuestión es tan delicado que es muy difícil conseguir unanimidades. Podría llegar a argumentarse incluso que, a la Coalición Multicolor, en tanto proyecto político de mediano plazo, le conviene que convivan puntos de vista diferentes en un tema como éste. La existencia de matices suele favorecer a un proyecto político. Desde luego, diría Carlos Vaz Ferreira, es “cuestión de grados”. Si las diferencias son “oceánicas” pueden ser disfuncionales. En todo caso, la tormenta del desafuero que no fue, pronto pasará. Hará tambalear a uno de los partidos de la coalición, pero no a la coalición en sí misma.

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