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Los revolucionarios primeros 100 días de Joe Biden

El período inaugural del presidente estadounidense ha sido el más productivo y más libre de ego de los últimos tiempos

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25 de marzo de 2021 a las 15:00

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Por Edward Luce

El presidente estadounidense, Joe Biden, tardó alrededor de 50 días en cumplir su promesa de tener 100 millones de vacunas en 100 días. El truco es tan simple como antiguo: prometer menos y entregar más. Sin embargo, después de cuatro años de Donald Trump haciendo lo contrario, se siente extrañamente novedoso. Lo mismo se aplica al paquete de recuperación de US$1.9 billones de Biden. En un proyecto de ley, él ha proporcionado el alivio financiero que Trump seguía diciéndoles a los estadounidenses de clase media que ya tenían. ¿Pudiera EEUU osar esperar que sus días de la política como rama de la industria del entretenimiento hayan llegado a su fin?

Todo tipo de cosas pueden salir y saldrán mal, comenzando con el creciente aumento de migrantes en la frontera sur del país. Pero Biden tiene tres ventajas claves. La más importante es lo que Napoleón Bonaparte buscaba en sus generales: buena suerte. La mejor receta para el éxito en un nuevo trabajo es venir después de alguien con un decepcionante desempeño. Además de eso, Biden también heredó una pandemia que estaba lista para ser abordada.

Lo más efectivo que Trump hizo como presidente fue financiar la Operación Máxima Velocidad. Biden asumió el cargo justo cuando las vacunas de EEUU estaban volviéndose disponibles y las infecciones estaban alcanzando su punto máximo. Esto le ofreció una oportunidad única de demostrar el poder del servicio público. Si el virus significativamente disminuye en EEUU para el verano, el resultante auge económico le proporcionará a Biden un trampolín para hacer todo tipo de cosas que antes hubieran sido impensables.

El segundo atributo de Biden es la experiencia. Al exestratega de Bill Clinton, James Carville, le gustaba repetir la cita: "Cuanto más practico golf, más suerte tengo". Entre los presidentes estadounidenses recientes, solo George Bush padre podía compararse en términos de tiempo en el ejercicio público con Biden. Pero ni él, ni Richard Nixon ni Lyndon Johnson igualan los 44 años combinados de Biden como senador y vicepresidente. Según las reglas de la política estadounidense, la experiencia en Washington cuenta mucho en su contra en la opinión pública. Por lo tanto, Biden dijo poco en la campaña sobre su ‘ilustre’ historia.

En la práctica, sin embargo, la experiencia cuenta mucho. Conocer a los actores claves en el Capitolio puede marcar la diferencia a la hora de hacer tratos. Lo mismo se aplica al equipo de Biden. Janet Yellen es, posiblemente, la persona más calificada para ser nombrada secretaria del Tesoro de EEUU, habiendo dirigido la Reserva Federal de EEUU y el Consejo de Asesores Económicos de Clinton. Ron Klain, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, ha desempeñado ese papel para dos vicepresidentes y ha encabezado la respuesta de EEUU ante una epidemia anterior, el virus del Ébola.

La historia estadounidense está plagada de presidentes nuevos que llegan con equipos de fuera de Washington y que luego tropiezan. Solo hay que pensar en los miembros del gabinete de Jimmy Carter de Georgia, en los de Arkansas de Clinton y en los de Chicago de Barack Obama. Se necesitan al menos dos años para que se establezcan, si es que alguna vez lo logran. Biden ha superado, hasta ahora, ese obstáculo. Habiendo adoptado casi todas las posiciones en todos los temas durante su larga carrera, la izquierda considera que Biden carece de principios. Pero eso también puede ser una ventaja. Los republicanos no pueden pintar a Biden como un radical. La izquierda no tiene otro lugar adonde ir.

El resultado es un tranquilo y significativo cambio en el tono de la política estadounidense. Los medios se han estado quejando de que Biden ha esperado más que cualquier presidente estadounidense reciente para celebrar una conferencia de prensa (la primera será la próxima semana). A nadie más particularmente le importa. El año pasado, Trump socavó a diario su propio grupo de trabajo sobre el coronavirus con teorías absurdas sobre el virus. Obama periódicamente pronunciaba un exquisito discurso y luego se quedaba corto en el seguimiento. Biden no es un buen orador público y, a menudo, pronuncia mal sus palabras.

Pero la buena oratoria puede estar sobrevalorada; solo hay que preguntarle a la canciller alemana, Angela Merkel. Biden delega a terceros gran parte de su comunicación y de sus decisiones diarias en la Casa Blanca. Aquí está su tercer atributo beneficioso. Según los estándares de la mayoría de los presidentes estadounidenses, el ego de Biden es modesto. Pero, a los 78 años, es difícil afirmar que personificas la ola del futuro. El mejor tipo de política es gobernar, en lugar de preocuparte por tu marca. Esto distingue a Biden de Obama y de Trump. No todo tiene que ser sobre él.

A través de una mezcla de suerte y de experiencia, el período inaugural de Biden ha sido el más libre de accidentes de cualquier presidente estadounidense de los últimos tiempos. En algún momento, Biden se encontrará en dificultades y es posible que cometa errores. Mientras tanto, él está demostrando que no es necesario ser una superestrella para gobernar EEUU. De hecho, ayuda el estar libre de cualquier obligación para desempeñar ese papel.

 

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