Opinión > HECHO DE LA SEMANA

Los vecinos turbulentos

Mar de fondo en Argentina y Brasil y oleaje sobre Uruguay
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01 de septiembre de 2018 a las 05:04

En dos días el precio del dólar trepó 20% en Argentina. Es pánico: una sobre-reacción incorporada a la cultura de los argentinos, demasiado habituados a ciclos económicos histéricos, expropiaciones, impagos e hiperinflación.

Allí el Estado sigue gastando más de lo que recauda y cada vez tiene menos margen para tomar deuda y cubrir el agujero. De hecho, nadie quiere prestarle a Argentina, salvo a tasas ridículamente elevadas. “Cuando la política no da respuestas, lo hace el dólar”, resumió un analista citado por La Nación.

Tras la crisis de 2001 y el fin de la “convertibilidad”, la cotización del dólar en Argentina se mantuvo en torno a 3 pesos hasta fines de 2008. Luego el gobierno aumentó la emisión de dinero para tapar sus déficits y el valor del dólar creció a gran ritmo: 6,5 pesos argentinos a fines de 2013, 13 en 2015, casi 18 en 2017 y 39 a fines de agosto de 2018. 

El sector real sufre las consecuencias. En junio la economía argentina cayó 6,7%, una cifra enorme: una parálisis productiva.

En Brasil, el otro vecino grandote, las cosas no van mucho mejor. La insuperable incertidumbre política detuvo la recuperación de la economía, el desempleo supera el 12% y la moneda, el real, se devaluó 32% en el último año.

Como consecuencia, los precios de Uruguay están cada vez más altos respecto a sus vecinos, que se abaratan en dólares. Si bien la moneda estadounidense se revaluó 12% en Uruguay en lo que va del año, hasta situarse arriba de 32 pesos, algunos economistas hablan de un “atraso” cambiario superior al 20%. El dólar ahora debería estar a 40, creen ellos, para que la agropecuaria, las agroindustrias y el sector turístico recuperen competitividad y ganancias.

Brasil es el segundo cliente del país y la situación argentina resentirá el turismo, la principal exportación uruguaya. El “desacople” completo respecto a la región es un espejismo, aunque Uruguay ha sido mucho más prolijo y la conversión de China en el principal socio comercial significó más independencia.

La diferencia esencial entre Uruguay y Argentina es la forma en que salieron de la crisis 2001-2002, y lo que hicieron después. ¿Recuerdan el default declarado en diciembre de 2001 por el brevísimo presidente Adolfo Rodríguez Saá, bajo aplausos y vítores del Congreso, mientras los muchachos entonaban la “Marcha peronista”? 

Pero los economistas Azucena Arbeleche y Javier de Haedo, ambos vinculados a la oposición y con experiencia de gobierno, advirtieron que la inconsistencia fiscal y el creciente endeudamiento uruguayo ponen en riesgo el “grado inversor” (la calificación de la calidad del crédito nacional). Uruguay ya destina US$ 3.100 millones anuales al pago de intereses y amortizaciones de deuda pública. El presidente del Banco Central, Mario Bergara, dijo que la apreciación de Arbeleche, sin nombrarla, fue “extremadamente irresponsable”. 

La oposición parece ansiosa por remarcar el evidente deterioro de la situación económica y social de los últimos años; en tanto los precandidatos oficialistas, especialmente Carolina Cosse y Ernesto Murro, aparecen en los medios hasta la náusea, hablando de cualquier cosa.

Algunos empresarios mencionan por lo bajo “una pequeña crisis, que puede agravarse. Nadie quiere tomar empleados, ni invertir, ni meterse en nada que no sea imperioso”. Ven al país parado y al gobierno sin reacción (paradójicamente, lo mismo percibe la senadora oficialista Constanza Moreira). Estiman que el año próximo será todavía más difícil, “con los políticos en sus cosas y la competitividad por el suelo”. Y no pierden de vista que, gane quien gane, en 2020 habrá que hacer un ajuste, lo que significará, entre otras cosas, enfrentarse a los sindicatos. 

El enfriamiento de la economía y de la demanda laboral se nota en las duras negociaciones de los Consejos de Salarios. 

En muchos sectores, más salarios reales significarán menos empleos. Los sindicatos, que han sido privilegiados por el gobierno y la legislación en los últimos 13 años, no pueden hacer nada para resolver ese dilema.

“Cuando hay un shock negativo como el que llega desde Argentina, tenemos que esperar que el salario real baje”, advirtió el miércoles el economista Javier de Haedo en radio Carve. “Si eso se resiste, baja aún más el empleo, las personas ocupadas”.

“La competitividad está mal, estamos entrando en recesión, el déficit sube y la inflación también […]. Es cada vez más probable que tengamos una recesión en el segundo semestre. No se va a recuperar el empleo y van cuatro años de caída; habrá más malas noticias en el sector real”, vaticinó.

Menudean las empresas en problemas y los conflictos. Y todo mezclado con pesimismo y malhumor. Habrá que pasar el invierno, según la celebérrima propuesta de Álvaro Alsogaray en 1959.

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