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Lucas Madrid: hipnotizado por las olas

A sus 24 años, Lucas Madrid es el actual campeón nacional de surf. Recorrió todo nuestro continente surfeando y pese a su corta edad ya ha sabido ganarse un lugar en la escena latinoamericana, así como el apoyo de marcas prestigiosas.
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22 de diciembre de 2016 a las 05:00

El comienzo de la década de 1990 fue ajetreado para la familia Madrid. Gonzalo, el papá de Lucas, iniciaba por entonces su carrera futbolística y para ello era imperioso mudarse de Punta del Este a Montevideo. Viajar era costoso, tanto en tiempo como en dinero y como consecuencia, Lucas nació en la capital, el 30 de setiembre de 1992. Poco después nació su hermano Santiago y todo parecía indicar que la vida de los Madrid iba a transcurrir en Montevideo, a 130 kilómetros de su lugar de origen.

Por Mauro Acerenza

Dos años después del nacimiento de Lucas, volvieron a Punta del Este. Esta vez la decisión fue bastante más sencilla: tanto él como Santiago padecían de asma y bronquitis, y los consejos médicos decían que el aire de Punta del Este es más respirable que el de Montevideo, lo cual no es ninguna novedad. "Nosotros no la estábamos pasando bien acá y desde el primer día que vivimos allá se nos fue el asma. Nunca más tuve asma en mi vida", relata el campeón nacional de surf año 2016, un "esteño de pura cepa", según sus propias palabras.

Para Lucas estas vueltas de la vida fueron determinantes. "Si hubiese vivido en Montevideo capaz que nunca hubiera descubierto el surf. Hubiera jugado al fútbol o hecho cualquier otra cosa", cuenta. De hecho, el fútbol se le daba bastante bien: hasta los 15 años jugó de volante central en Deportivo Maldonado. A veces, cuando había olas, faltaba a los partidos para irse a surfear. El desenlace es lógico: abandono de la práctica competitiva del fútbol en sexta división y vuelco de lleno a la pasión de correr olas.

Los inicios

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El papá de Lucas, además de jugar al fútbol, es surfista. Así se produjo el acercamiento a este deporte. "Empecé a los cinco años con el bodyboard. Con mi hermano acompañábamos a papá a surfear. Desde chicos aprendimos a nadar. Obviamente teníamos nuestros límites: no alejarnos de la orilla, el agua no nos podía pasar del pecho. Eso estuvo bueno, había reglas que respetar y eso nos sirvió para la vida cotidiana", explica. A los seis años comenzó a pararse en la tabla de polietileno y quedó patente: el niño tenía no solo ganas, sino también condiciones.

A los ocho años Papá Noel dejó la primera tabla de surf debajo del arbolito y había que compartirla. Las peleas no tardaron en llegar. "Teníamos 40 minutos cada uno y siempre esos 40 minutos se convertían en una hora, una hora y media. Y el otro en la orilla, recontra caliente porque el que estaba adentro no quería salir", recuerda a las risas. Al otro verano llegó la segunda tabla. Ahora sí, una tabla para cada uno. Hoy ambos compiten y cuando están en el mismo campeonato los dos quieren ganar. Le pregunto a Lucas si ya por entonces competían entre sí. Me responde que por aquel entonces no había tal cosa entre hermanos. "La competencia era con uno mismo, era simplemente el goce del deporte, la adrenalina", asegura.

Hasta que Lucas tuvo diez años los hermanos solamente podían surfear en verano, por el frío. Después llegaron los trajes de neopreno y el hobby veraniego se convirtió en una cosa de todo el año. A los 13 años se produjo una reformulación del circuito uruguayo y Lucas comenzó a medirse con los mejores surfistas de su edad, a los cuales les ganó. Esto llamó la atención de Luis María Iturria, leyenda del surf nacional, quien lo incentivó para competir en el circuito latinoamericano. Desde entonces no ha parado.

La influencia de "Luisma"

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Lucas habla de Luis María Iturria con admiración sentida, verdadera. "A las generaciones que vinieron nos demostró que con esfuerzo se podía llegar. Que solo depende de vos, independientemente del hecho de vivir en Uruguay, donde las olas son chicas y el apoyo es poco. Si estás dispuesto a dar lo que tenés que dar por el deporte, por lo que amás, sabés que vas a poder llegar", asegura.

A sus 15 años de edad Lucas, como tantos otros jóvenes y no tan jóvenes puntaesteños, no se perdía oportunidad de verlo surfear. "Al ser tan pocos era el referente: 'Luisma' estaba en el agua y te hipnotizaba, querías tratar de entender cómo hacía tal o cual maniobra. De repente en Estados Unidos tienen a cien como él, nosotros teníamos solamente uno", narra.

En el año 2012, a sus 31 años, Iturria fue campeón latinoamericano. Esto, lógicamente, marcó un antes y un después para el surf nacional. "Demostró que se podía. Nunca se rindió", elogia. En la charla hablamos de la importancia de saber esperar y de seguir insistiendo. "Si hubiera abandonado la práctica del deporte con 27 o 28 años porque los resultados no se daban, se perdía lo mejor", reflexiona.

Con respecto al desarrollo del surf en el país, Lucas opina que ha progresado mucho, no solamente en lo competitivo: "Las marcas apoyan más, es un deporte que tiene un estilo de vida fresco, conectado con la naturaleza. Para ponerte un ejemplo, cinco años atrás vos ibas a surfear en invierno a las siete de la mañana y no había nadie en el agua. Hoy vas a El Emir (Punta del Este) o a la boca de La Barra y hay 15 personas". Con respecto al apoyo de las empresas Lucas puede hablar con total propiedad: además de los patrocinadores que le permiten desarrollar su actividad, tuvo la posibilidad de ser cara de Johnnie Walker (ver recuadro).

Destinos

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A la hora de surfear, las costas del Pacífico no tienen rival según Lucas. "La costa Atlántica tiene olas como consecuencia de tormentas de viento. El Pacífico en cambio, tiene todo un tema de movimiento de placas y tormentas que son bastante lejanas, océano adentro. Además hay un tema de profundidad: acá en el Río de la Plata las ondulaciones viajan rapidísimo", explica. A modo de ejemplo, dice que si uno está veinte días en Perú, puede surfear casi todos los días, en cambio, si uno está veinte días en Uruguay solamente puede hacerlo seis o siete.

Otro aspecto diferencial son las olas grandes, que en el Pacífico abundan. "Surfar (sic) olas grandes te genera una adicción. De repente estás con miedo, pero te corriste una y querés otra y otra y otra más; tenés que darte cuenta de cuándo parar. No podés abusar: ya no empezás a rendir igual y ahí es cuando te podés dar un buen golpe", avisa.

Aquí solamente hay olas grandes después de una tormenta, un factor del cual los surfistas nacionales dependen mucho. A fines de octubre hubo un temporal grande y los deportistas esteños se beneficiaron con buenas olas. Ese día, explica Lucas, es importante ser responsable porque "no es un día de olas chicas en los que difícilmente pase algo. Aunque no nos conozcamos hay un código: cuando las olas son grandes nos cuidamos entre todos. Si alguno toma alguna ola grande tratás de mirar, de asegurarte de que salga bien, de que esté remando de nuevo. Si alguien se pega con una tabla, queda inconsciente y nadie ve, se ahogó ahí mismo", asegura.

"A veces hay condiciones del mar que uno no puede subestimar, tiene que respetar. Te podés llevar un susto muy grande, un golpe muy serio o hasta la muerte", agrega.

2016: un verano mágico

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Este año no fue uno más para Lucas, ya que pudo alcanzar el máximo honor del surf uruguayo. El campeonato nacional comienza en noviembre o diciembre y termina en Semana Santa. Consta de cinco o siete fechas y se contemplan los mejores resultados: las dos peores actuaciones se desechan y se toman en cuenta las tres o cinco restantes. Si hay empate entre dos competidores la fecha que define es la última. Este año no hizo falta, ya que Lucas ganó tres de las cinco jornadas. "La verdad que salió redondito", dice entre risas. En las otras dos (las desestimadas) salió segundo y tercero, por lo que en resumen, su actuación fue excelente.

A pesar de ese comienzo de año soñado, durante buena parte de 2016 Lucas no pudo surfear. Recién retornó al agua en octubre, por culpa de una tendinitis en el hombro. "Miraba al horizonte y daba las gracias de volver a estar surfando (sic). A veces con la rutina uno no se da cuenta de lo importante que es en su vida. Con mi padre, mi hermano y todo mi círculo de amigos surfistas, por más que no quisiera, se hablaba de surf. Cuando retomé tenía una felicidad por estar como en mi casa de nuevo, de estar en mi lugar. Y eso para mí fue alucinante", concluye.

Embajador de Johnnie Walker en Uruguay

La propuesta de la prestigiosa marca escocesa de whisky le llegó a Lucas en el año 2015, mientras se encontraba en Costa Rica compitiendo. "Estaba en pleno torneo, una competencia latinoamericana en la que al final quedé noveno de 50 personas, la verdad que fue un resultado muy bueno. A la noche entré a chequear los mails y vi: 'Propuesta Johnnie Walker'. Abro, empiezo a leer y veo que querían que fuera embajador de la marca en Uruguay. No lo podía creer, jamás lo imaginé", dice y abre bien grande los ojos.

Con ese dinero pudo dedicarse nueve meses ininterrumpidos a la práctica del surf, en los que emprendió una verdadera gira latinoamericana, con paradas en Costa Rica, Ecuador, Perú, Nicaragua y El Salvador. "Pude cerrar el año competitivo sustentándome solo con eso. Para mí no tiene precio", dice con alegría. "Eso demostró que lo que venía haciendo era prolijo y además, que más allá de que hubiera potencial en mi persona, había potencial en el surf. Yo quiero promover este deporte que es lo que amo", asegura.

Le pregunto si encuentra alguna contradicción entre el hecho de ser deportista y a la vez embajador de una marca que se dedica a la fabricación de bebidas alcohólicas. "La verdad que no. En la publicidad, que es lo importante, no salía ninguno tomándose un vaso de whisky. La verdad no me fijo en eso, me fijo en si el apoyo sirve para la promoción de esto que para mí es maravilloso", dice con convicción.

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