EFE

Macri, jugado a la estabilidad del dólar, extrema la “mano dura” en la política financiera

El gobierno argentino está convencido de que su mejora en las encuestas está ligada a la paz cambiaria. Anunció una seguidilla de medidas para cortar de raíz cualquier volatilidad en la cotización de la divisa

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24 de julio de 2019 a las 05:02

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Es un clásico de todas las campañas electorales argentinas, y a nadie le extraña que vuelva a pasar. Ante la proximidad de la elección, y sobre todo ante la paridad que marcan las encuestas, el mercado pasa a un modo defensivo. Esto implica que los pequeños ahorristas exacerban su tendencia a acumular dólares, mientras que los grandes inversores se desprenden de los títulos de deuda soberana y adoptan la actitud de “wait and see”.

Esto se vio en los últimos días, cuando tras varias semanas de paz cambiaria en las que el dólar hasta tuvo caídas nominales, volvió a sentirse una volatilidad. Una volatilidad leve, es cierto, pero suficiente como para despertar el reflejo de un público hipersensible y con el recuerdo fresco de las recientes corridas cambiarias.

Bastó con que el dólar se moviera dos días seguidos y que el índice de “riesgo país” volviera a acercarse a los niveles de 800 puntos para que retornaran las dudas. El primero que tomó nota de eso fue el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, quien llamó a conferencia de prensa para tratar de llevar calma. Dijo que la perspectiva es que la inflación de julio se ubique por debajo de la de junio (que fue de 2,7%), lo cual confirmaría que se está en la senda correcta para normalizar la economía.

Y, sobre todo, recordó que tiene poder de fuego como para desarmar cualquier atisbo de corrida contra el peso. Enumeró los componentes de su oferta, que totalizan US$ 16.000 millones para la segunda mitad del año, si se suman las divisas que venderán los exportadores agrícolas más las ventas cotidianas del ministerio de Hacienda (unos US$ 60 millones diarios, salidos del programa con el FMI).

Sandleris recordó, además, que el año pasado, cuando se profundizó la corrida contra el peso, la oferta era US$ 4.000 millones más baja. Con lo cual dio a entender que, en un escenario donde hay más dólares para vender pero menos pesos con los cuales comprar, no debería haber problema.

Por si eso no bastara como disuasorio, recordó que el Banco Central obtuvo el aval del FMI para usar a discreción más dólares del programa stand by en caso de que ocurriera un “hecho disruptivo”, el eufemismo con el que los funcionarios se refieren a un salto del dólar que ponga en riesgo la estabilidad política.

Pero Sandleris decidió que quería dormir tranquilo las semanas que faltan para las elecciones. De manera que, además de mostrarle al mercado su billetera llena de dólares, tomó medidas adicionales. Primero, intervino en el mercado de futuros, con el objetivo de desarmar expectativas de un salto del tipo de cambio. De esa forma, eliminó el amague de volatilidad que se había generado.

Y luego anunció medidas adicionales. Les permitirá a los bancos hacer parte de sus encajes en letras en vez de en dinero en efectivo. De esta forma, los incentiva a que compren títulos del Central y que, para lograr eso, les paguen una mejor tasa a los ahorristas que colocan dinero en plazos fijos.

Es algo criticado desde la oposición, que ve allí una especie de “subsidio” a los ahorristas.

El objetivo de fondo, naturalmente, es evitar que esos pesos que vayan a los plazos fijos se vean tentados de ir a la compra de dólares.

El gobierno de Mauricio Macri considera que su reciente mejora en las encuestas está directamente relacionada con la estabilización del dólar y no parece dispuesto a poner en riesgo esta sensación de paz financiera.

La otra medida adoptada por el Banco Central fue un relajamiento en la forma de contabilizar la expansión de la base monetaria. Como esta es una época del año en la que hay más demanda de dinero, por el pago de los aguinaldos, se estaba complicando absorber pesos sin que eso implicara una suba muy fuerte de las tasas de interés.

Entonces, para no incumplir el programa con el que se comprometió ante el Fondo Monetario Internacional, el Central dijo que la meta iba a promediarse entre julio y agosto. En otras palabras, que va a dejar expandir un poco ahora para luego contraer en agosto, justo en la previa de la elección primaria.

Críticas a la ostentación de “mano dura”

Sandleris hizo una autocrítica: dijo que se había dejado ganar por el optimismo en el verano pasado, cuando la baja de la inflación lo llevó a activar una descenso “demasido rápido” en las tasas de interés. Eso luego dio lugar a la crisis de marzo y abril, cuando se produjo una nueva escapada del dólar y un pico inflacionario de 4,7% en un mes.

De manera que, por más que todos los días lleguen noticias sobre los efectos colaterales negativos de las altas tasas de interés –hoy en 58%, un nivel que hace casi inviable el crédito productivo-, no quiere abandonar la “mano dura”.

AFP

La primera reacción de los economistas fue criticar estas medidas, a las que calificaron como “electoralistas” para mantener al dólar planchado a cualquier costo, y dijeron que esconden las inconsistencias de fondo que cuenta la actual política económica. Una crítica que no parece preocupar mucho al gobierno, decidido a frenar como sea cualquier atisbo de volatilidad.

Y, por las señales que ha dado en los últimos días, el Banco Central demostró que cree en la teoría del “garrote”: solamente mostrando fortaleza como para ahogar una corrida, el mercado se mantiene a raya.

De momento está saliendo bien, lo cual no significa que no haya dudas a futuro. Más bien al contrario, cada vez se escuchan más voces en el sentido de que detrás de la ostentación de fortaleza se está ocultando una debilidad de fondo de la actual política monetaria. Muchos economistas y bancos de inversión creen que se está acumulando atraso cambiario y que podría haber una corrección más o menos brusca luego de las elecciones.

El cálculo es sencillo: si el tipo de cambio hubiese tenido una evolución pareja con la inflación, a esta altura debería ubicarse en torno de los 55 pesos argentinos por dólar. Es decir, un 20% por encima de la cotización actual.

Algunos incipientes síntomas de esa erosión cambiaria comenzaron a verse en las últimas semanas, por ejemplo con una fuerte recuperación en las ventas de pasajes aéreos para viajes al exterior.

Poniéndole precio al clima político

Mientras tanto, crece la especulación en el sentido de si el gobierno podrá mantener bajo control la situación cambiaria y su costo oculto –la creciente bola de letras del Banco Central, ya en un volumen equivalente a US$ 25 mil millones - o si se producirá un nuevo evento traumático.

Y un factor crucial para determinar ese equilibrio está en las encuestas electorales. Los bancos asignan chances radicalmente diferentes de controlar la situación dependiendo de si el resultado de las elecciones primarias del 11 de agosto resulta favorable o contrario a los intereses del gobierno. No porque les simpatice políticamente Macri –a la prueba está que cuando vieron que era momento de salir en masa, no pensaron en lealtades políticas- sino porque temen la aplicación de políticas intervencionistas.

Alberto Fernández adelantó que está descartada cualquier medida parecida al recordado “cepo cambiario”, pero también criticó la apertura total del mercado dispuesta por Macri. Lo cual fue interpretado por el mercado como la posible aplicación de alguna regulación restrictiva para la compra de dólares.

La primera reacción fue la resurrección del “dólar blue” en el mercado paralelo. Y los reportes de los administradores de fondos empezaron a ponerle precio al dólar según si gana un candidato u otro. Por ejemplo, Balanz Capital les dijo a sus clientes que el dólar se ubicará a fin de año en 46 pesos argentinos si gana Macri, pero que podría trepar hasta los 70 pesos si se impone el kirchnerismo.

Su estimación es que los precios actuales de los bonos de la deuda argentina están asignando implícitamente una apuesta a la victoria de Macri en una relación de dos a uno.

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