Martín Sivak en Montevideo<br>

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Martín Sivak: "Desconfío de los libros que se hacen de manera fácil"

En su libro El salto de papá, el escritor argentino reconstruye la vida de su padre a partir de su suicidio en 1990
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22 de noviembre de 2017 a las 05:00

La primera vez que Martín Sivak escribió sobre su padre fue en 2001. Era un correo electrónico que envió a ocho, nueve, diez amigos. El asunto decía: "Mi viejo". Después de enviado creyó que nunca más iba a teclear una letra al respecto. En ese entonces trabajaba en la redacción de la revista fundada por Jorge Lanata, Veintiuno (que después se convirtió en Veintitrés). Jamás se le ocurrió pensar que ese mail podía ser publicado. Su vida, la de su familia, el suicidio de su padre, eran temas privados. "Un texto sobre mi papá no era publicable", dijo Sivak sentado en la cafetería de Escaramuza, en Montevideo, donde presentó El salto de papá.

Así fue que 16 años después de aquel razonamiento tan definitivo, tan tajante, Planeta editó un texto casi quirúrgico de 309 páginas en el que reconstruye la historia de su padre, Jorge Sivak, el reconocido banquero comunista (hermano de Osvaldo, protagonista de uno de los secuestros más resonados de la década de 1980) que se tiró del piso 16 de un edificio de la Zona Norte bonaerense el mismo día que su banco dio quiebra. El libro es un trabajo periodístico minucioso (entrevistó a decenas de personas, entre ellas al psicoanalista que trataba a su padre) y también es un recorrido por los recuerdos tan precisos como visuales de Sivak.

"Mi manera de aferrarme a las cosas es recordarlas. El libro también es un intento de recuperar cosas lindas. Y es una forma de reírme de mi padre, de mí. Sin humor este libro hubiese sido imposible", concluye el autor.

Entre medio del humor está la crudeza, el dolor, las preguntas. El capítulo dos (en el que se incluye aquel mail personal) empieza con las siguientes líneas: "Al comienzo –durante los primeros años, diría– quise saber por qué se había suicidado. Como quien resuelve una ecuación o las palabras cruzadas".

Sivak tiene 42 años, es argentino, doctor en Historia de América Latina, periodista, autor de libros como Jefazo: retrato íntimo de Evo Morales y Clarín, el gran diario argentino. Tiene la mirada tan clara como la de su papá, la voz calma, sus respuestas son meditadas, sin apuro. Cuando su padre se mató Sivak tenía 15 años. Durante un buen tiempo se vistió con ropa oscura de él, pesada. Ahora lleva puesta una camisa celeste. El salto de papá empieza con una frase descarnada que se ha reproducido varias veces. "Antes de tirarse palito de un piso 16, papá se despidió de la clase obrera argentina". Así lo tipeó Sivak en un documento Word que está guardado en una carpeta llamada "Pa".

"Sabía que iba a empezar con ese día. ¿Cómo llegué hasta ahí? No sé. No creo en eso de que la escritura es inspiración, es trabajo. En el medio del trabajo habrá aparecido. Solo me detuve en esa frase cuando un amigo me la hizo notar. No buscaba un golpe de efecto", explica.

Sivak dice que El salto de papá está lleno de cosas no matizadas y no equilibradas. Los nombres más respetados del periodismo cultural dicen, además, que es uno de los libros argentinos del año.

¿Cómo fue el camino hasta decidir que quería escribir sobre la muerte de su padre?
Nunca escribía en primera persona. Lo veía mal, me parecía un exceso de protagonismo. Lo que pasó fue que cuando me fui a hacer el doctorado a Estados Unidos volvieron todos los fantasmas. Y cada vez que regresaba a Argentina sentía mucho su ausencia. A eso se sumó que empecé a leer libros sobre muertes de padres que me gustaron mucho. Ellos me dieron la certeza de que se podía escribir sobre eso. Todo el proceso de escritura fue muy a ciegas. Cuando hablo de mis dificultades para escribir, es cierto que me costó.

¿Qué buscaba cuando leía esos libros sobre muertes de padres?
Siempre me pasa que cuando me pongo a escribir sobre un tema "x" leo todos los libros que hay sobre el asunto. En este caso fue menos utilitario. Pero los leí compulsivamente para ver las distintas maneras como se podía escribir sobre un padre. Este verano, cuando estaba terminando El salto de papá, volví a repasar algunos. Por ejemplo el de (Hanif) Kureishi Mi oído en su corazón, y no me gustó tanto. En su momento me había encantado y ahora me pareció que tenía un yo muy fuerte. Pero en esas relecturas hubo cosas que me ayudaron. En El olvido que seremos, de (Héctor Abad) Faciolince, él cuenta cómo abrió los cajones de la casa de su padre días más tarde de que lo asesinaran los paramilitares en Colombia y decidió no explicar qué encontró allí. Ahí entendí que esto no es el sincericidio, no hay que contar todo, hay cosas que uno se guarda. Pero no tuve un modelo. Porque muchos de esos libros son sobre la vejez y la posmuerte de sus padres.

Su uso de la primera persona es muy sobrio y muy contenido. ¿Cómo logró llegar a un texto que no fuera catártico?
Creo que responde a la doble distancia. Pasó el tiempo y además yo reescribo mucho. Tallo y tallo hasta llegar. Hubo capítulos que estaban escritos en un tono muy arriba y lo fui bajando. Me ayuda mucho la lectura de personas importantes a mí alrededor. Doy mucho mis libros. Me generan mucha admiración esas personas que no le dan su libro para leer a nadie.

¿Hubo algún capítulo que le resultó más complejo?
El de Samuel, el papá de mi papá, porque me generaba mucho rechazo. Cuando me di cuenta de que había ido a buscar su historia al pueblo equivocado y no me fui en el primer remise –como hubiese hecho en cualquier otro libro– caí en la cuenta de que acá no estaban en juego las certezas de los datos. Ahí sentí un alivio. Me permitió tomarme las licencias del caso.

Toda la dificultad que le implicó terminar El salto de papá está narrada en los últimos capítulos. ¿Qué tan complejo le resulta llegar al final de sus libros?
Creo enfáticamente que los libros tienen que llevar tiempo. Desconfío de los libros que se hacen de manera fácil. Se nota. A mí me gusta el libro transpirado porque así es como los escribo. Este tuvo una agonía distinta porque era muy personal. Pero me acuerdo de las finales de libros a las siete de la mañana después de pasarme una noche sin dormir. Capaz no es muy recomendable, pero a mí me sale trabajar así.

¿Cómo vive esa falta de control sobre un aspecto de su vida que era privado?
Y sí, no controlás lo que se dice ni quién lo lee. El otro día me encontré con un tipo que me cae pésimo y me dijo que lo había leído. Yo pensé: "Hubiese querido que vos no sepas tanto de mi vida". A veces también en Twitter leo cosas de gente que no entendió nada. Esa es una de las pocas cosas negativas con las que me he encontrado.

¿Cómo siguió su vida después?
Mi editor me dijo que como a este libro le había ido bien tenía que seguir con libros de registros parecidos (se ríe). Pero me pasa algo raro y es que desde que empecé a escribir a los 19, una vez que publicaba el libro, siempre tenía otro adelante. Ahora no tengo nada. Ni una idea. Y no me desespera.

Libros sobre la muerte del padre

El salto de papá

Sivak leyó varios de los libros sobre muertes de padres y terminó construyendo una obra personal.

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El olvido que seremos

Héctor Abad Faciolince escribió sobre el asesinato de su padre. Vargas Llosa lo valoró como: "Desgarrador pero no truculento".

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Mi oído en su corazón

Un texto sobre la historia del padre de Hanif Kureishi y la relación entre ambos; salió a la luz después de once años.

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Patrimonio. una historia verdadera

El libro, de 1991, es una memoria de la vida, enfermedad y muerte del padre de Philip Roth.

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