Presidencia

Más y mejor diplomacia

A Uruguay le conviene que la cumbre del Mercosur se haga en forma virtual. Tal vez le faltó afinar un poco el trabajo de Cancillería, pero nada que no se pueda arreglar hoy con una calculada intervención del presidente

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17 de diciembre de 2021 a las 05:01

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Los países del Mercosur llegan a hoy la cumbre presidencial con algunas posiciones encontradas; pero, por suerte para Uruguay, la reunión se cambió de presencial a virtual. Y eso afloja bastante las tensiones, en momentos que el gobierno de Luis Lacalle Pou se ve enfrentado a los demás miembros del bloque (en particular, a Argentina) por el tema de la flexibilización para negociar con terceros países.

Uruguay hace meses que busca, o bien una modificación en tal sentido a la normativa del bloque, o que se le otorgue un “waiver” para negociar un TLC directamente con China. Algo a lo que el gobierno argentino de Alberto Fernández se ha opuesto desde el primer día, y sobre lo que no está dispuesto a ceder. El gobierno de Brasil, en cambio, había dado muestras suficientes de no oponerse a la aspiración uruguaya, e incluso su ministro de Economía, Paulo Guedes, hasta la apoyaba abiertamente.

Pero algo pasó en el medio para que, en la antesala de esta cumbre, originalmente prevista a celebrarse en Brasilia en forma presencial, Uruguay llegara sin acuerdos previos con ninguno de sus socios; lo que podría haber debilitado seriamente su posición. Esas previas en diplomacia se trabajan, y Uruguay al parecer no lo hizo, o no lo hizo de manera eficiente.

La que sí lo hizo fue la Cancillería argentina y su embajador todoterreno en Brasil, el “budista” Daniel Scioli, que se mueve en Itamaraty como pez en el agua. 

Hagamos un breve repaso de las posiciones hasta hace apenas un par de meses: Argentina no solo se oponía a las intenciones de Uruguay de permitir acuerdos extra zona, sino también a las de Brasil de reducir el Arancel Externo Común (AEC), una iniciativa muy cara, tal vez más que del propio Guedes, de Itamaraty; y en general, del gobierno de Jair Bolsonaro.

Con esto en mente, Scioli organizó una reunión en Brasilia entre el canciller argentino, Santiago Cafiero, y su par brasileño, Carlos Franco Franca, que tuvo lugar a mediados de octubre y en la que incluso logró que también estuviera presente Guedes. Fue allí donde acordaron reducir en 10% el AEC. Argentina cedía a los deseos de Brasil, y con ello lograba que este no apoyara decididamente el propósito de flexibilización uruguayo.

El embajador argentino coronó su faena de cara a esta cumbre cuando el 30 de noviembre logró juntar a Fernández y a Bolsonaro, después de dos años de desencuentros, en un acto virtual en conmemoración de la Declaración de Foz de Iguazú, firmada en 1985 por Raúl Alfonsín y José Sarney, y que se considera la piedra fundamental del Mercosur.

Así, todo parecía apuntar a que la de hoy sería una cumbre complicada para Lacalle Pou, que como se sabe, es un duro negociador y no se caracteriza por tener mucha cintura en cuestiones de política exterior.

Sin embargo, todo el trabajo diplomático que habían hecho Scioli y Cafiero se vino abajo en un santiamén la semana pasada cuando Alberto Fernández recibió en Buenos Aires al expresidente Lula, en un acto donde el brasileño también compartió tarima con Cristina Kirchner y José Mujica, que lo presentó como “el próximo presidente de Brasil”.

La cumbre se cambió inmediatamente “de presencial a virtual”, por decisión del anfitrión y sin dar más explicaciones. Ello sugiere no solo que se ha enfriado el reciente acercamiento entre los dos grandes, sino también que se le baja significativamente el perfil a la propia cumbre.

Uruguay, empero, mantiene su estrategia de no apoyar la reducción del Arancel Externo Común hasta tanto no se autoricen los acuerdos con terceros países o se le otorgue el “waiver” para negociar con China. Pero este último giro en los acontecimientos lo favorece. Y ante una cumbre anodina como la que ahora se espera, tal vez el presidente haría bien en suavizar un poco el discurso. 

Yo personalmente creo, desde el vamos, que no había razón para no acompañar a Brasil en la baja del AEC, con independencia de lo que negociara Argentina por su lado. Ya sabemos que las varas cuando son muy rígidas se rompen con gran facilidad, y que las más resistentes son aquellas que son más flexibles. En ese sentido, la buena diplomacia se asemeja a una vara de bambú, capaz de doblarse mucho pero no quebrarse nunca.

Es bueno para el país que el presidente sea un firme negociador que no arruga ante las potencias. Pero en este caso, si no quiere apoyar lo del AEC, o piensa que eso es dar el brazo a torcer, lo mejor sería ni traer a discusión el tema de la flexibilización. No parece ser el momento, ni se va a arreglar ahora. Sería quemar un cartucho. Para colmo, en forma virtual. Y mucho menos, entrar en cruces innecesarios con Fernández, que es un hombre desesperado y, por tanto, mejor evitar.

Después de todo, esto del proteccionismo de Argentina y Brasil es algo con lo que hemos vivido siempre. Y con lo que viviremos para siempre. Hay que armarse de paciencia y ser diplomático, muy diplomático. No tiene caso ponerse demasiado duro en estos foros. Más tarde o más temprano, firmaremos ese acuerdo con China, con o sin permiso de los vecinos.

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