Sergio Massa y Cristina Kirchner, en un simulador de Aerolíneas Argentinas, su última aparición juntos.
Fernando González

Fernando González

Director de El Observador España

Miradas > La elección en Argentina

Massa vs Cristina, la batalla sobre los restos del peronismo

El candidato a presidente y la Vicepresidenta ya están sosteniendo una pulseada por el liderazgo del peronismo, que podría volverse salvaje en un escenario de derrota para el movimiento que fundó Juan Domingo Perón.
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12 de agosto de 2023 a las 12:33

La última vez que se vieron fue en los dos asientos de un simulador de Aerolíneas Argentinas.

Los dos sonreían. Tal vez pensando cómo sería la convivencia en la victoria o en la derrota.

Pero todas las señales indican que Sergio Massa, el ministro de Economía, el candidato a presidente, y Cristina Kirchner, la Vicepresidenta, la líder con condena judicial y en declive, van a sostener su batalla sobre los restos humeantes del peronismo. 

Porque la verdad, que es la única realidad según les enseñó Juan Domingo Perón, muestran que la inflación anual proyectada supera el 120%; que el dólar PASO atravesó la barrera psicológica de los 600 pesos y que en el primer semestre del año la Argentina ya sumó dos millones de pobres.

Los dos, Sergio y Cristina, saben perfectamente que la contienda por el liderazgo del peronismo va a definirse en un escenario de derrota.

Esa es la razón por la que Cristina no apareció nunca más en la campaña de Sergio Massa. Las encuestas que La Cámpora le acercó a la Vicepresidenta señalan que la derrota es inexorable.

Con esos sondeos en la mano, Cristina decidió que no estaría en el Teatro Argentino de la Plata para el cierre de la campaña de Sergio Massa. Y eso que es el lugar donde siempre cerró todos sus desafíos electorales.

Como lo hizo en algún momento con Daniel Scioli, como lo repitió en otra ocasión con Alberto Fernández, Cristina le iba a dejar el escenario completo de la caída al candidato. “La cara de de la derrota va a ser la de Sergio”, es la frase resignada y perversa del kirchnerismo más ultra.

Cristina ya había reservado su vuelo para Río Gallegos, con la intención de esperar los resultados en Santa Cruz, donde cree sentirse más salvo de la onda expansiva de un cataclismo electoral. “Desde lejos no se ve”, dice la canción de Ciro.

Pero la sorprendente Argentina jamás pierde su intensidad y los acontecimientos de esta semana no hicieron más que confirmar los temores de Cristina.

El asesinato de Morena Domínguez, la nena de 11 años a mano de dos motochorros en una calle de Lanús, y el crimen del cirujano Juan Carlos Cruz en Morón, también caído en un robo, parecen sellar la suerte de Massa como candidato oficial, además de comprometer las chances de Axel Kicillof en la Provincia. Y esa sería la fotografía perfecta del desastre para el kirchnerismo. Sin territorio y sin cajas.

Las horas de campaña y de negociaciones fallidas que consumen los días de Sergio Massa, de todos modos, no le han hecho perder de vista al candidato el foco de su pulseada con Cristina.

La Vicepresidenta viene intentando, sin éxito, reunir quórum en el Senado para que la Cámara Alta apruebe la extensión del período como jueza de Ana María Figueroa, quien cumplió 75 años y se resiste a dejar su lugar en la Cámara de Casación.

La permanencia de la rebelde jueza Figueroa en la Casación es clave para Cristina porque es quien debe definir con su voto si le reabren a la Vicepresidenta las causas de Hotesur y Los Sauces, la sociedad hotelera que le sirvió para consolidar su patrimonio para siempre con el emprendedor santacruceño Lázaro Báez como cliente hegemónico a lo largo de los años dorados. 

Cristina necesita 37 senadores para iniciar la sesión y concretar su objetivo pero hay tres legisladores peronistas que siguen sin responder cuando se llama a votar. Son el jujeño Guillermo Snopek (cuñado y enemigo declarado del radical Gerardo Morales); el entrerriano Edgardo Kueider y el escurridizo ríonegrino Alberto Weretilneck. 

A los tres los ha advertido Massa. “Ni se les ocurra aparecer por el Senado”, es el mensaje en sus cuentas de whatsapp. El que no lo sabe es porque no lo entiende. El peronismo siempre se hace tiempo para el conflicto.

La batalla por el futuro del liderazgo peronista se volverá mucho más salvaje el domingo, cuando se conozca el resultado de las PASO. Claro que el combate tendrá características diferentes si el candidato Massa se mantiene competitivo, o si -como empiezan a advertirlo algunos sondeos- el peronismo se asoma a un abismo electoral que condene sus chances para la elección presidencial del 22 de octubre. Si es así, todo puede suceder.

Massa cree que, en un escenario de “derrota digna” (algo que se acerque al resultado que obtuvo Scioli en 2015), el resto de los gobernadores y los Gordos de la CGT lo acompañarán para avanzar en el desalojo de Cristina y del kirchnerismo de los principales sótanos del poder. Su optimismo no tiene límites.

En cambio, Cristina cree que al haber copado las listas de diputados y senadores con sus seguidores, podrá resistir el embate de cualquier peronista que quiera arrebatarle el liderazgo de estos trece años, incluyendo en esa categoría del Síndrome de Estocolmo que padece el movimiento, a Massa.

Ninguno de los dos, ni Massa y tampoco Cristina, parece haberse detenido a pensar en una de las máximas no escritas del movimiento. El peronismo jamás paga perdedores.

Ninguno de sus líderes circunstanciales pudo mantenerse al frente después de una derrota electoral que lo afectara en forma directa. Italo Luder, Eduardo Duhalde o el mismo Scioli saben de qué se trata. ¿Porqué tendrían que cambiar con otra derrota?

Mientras ensayan estrategias y buscan el camino para eliminarse mutuamente, lo más probable es que el derrumbe después de la derrota los aniquile políticamente a los dos. A Cristina y a Massa.

Seguramente, ya hay otros peronistas preparándose para la traición. Ese es el motor fundamental del poder en la Argentina y es el ancla que nos tiene sumergidos hace más de medio siglo.

 

 

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