Mercedes Sader

Verano 2024 > Punta del Este

Mercedes Sader y el desafío de retratar a un artista “que no para de hacer y de crear”

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04 de enero de 2024 a las 15:37

La uruguaya dirigió Los hijos de la montaña, el documental de Pablo Atchugarry que se estrena el sábado 6 de enero en el cine del MACA (Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry)

 

Pablo Atchugarry está en constante movimiento. Entre su casa y su taller, entre Uruguay e Italia, entre varias obras que trabaja en paralelo. Ocupa el rol de esposo, padre, hermano, artista, gestor cultural y amigo. Para Mercedes Sader, directora de Los hijos de la montaña, documental que repasa la vida de Atchugarry, esa necesidad constante por “hacer y crear” es fascinante, aunque también representó un desafío a la hora de condensar su trayectoria en 71 minutos.

 

“Viví muy intensamente este periodo de rodaje, que fueron varios años. A través de las preguntas se fue sacando la parte más íntima. Y después verla reflejada en una película es una experiencia, siempre que la veo me emociono y se me caen los lagrimones. Es una parte que se descubre”, contó Atchugarry a El Observador.

Pablo Atchugarry

El documental se estrena el sábado 6 de enero en el MACA y va hasta el 31 de marzo en la sala del museo, después hará una gira por los balnearios uruguayos con el cine itinerante de Efecto Cine y luego, en febrero, irá a salas comerciales. Además fue seleccionado para participar del prestigioso festival International Festival of Films on Art (FIFA) de Montréal. En el marco de la presentación, la directora Mercedes Sader visitó el parador de El Observador para hablar de su trabajo.

Pablo Atchugarry

 

¿Cómo te integraste al proyecto? ¿Cuál era tu vínculo con Pablo Atchugarry?

Vengo del mundo del cine y trabajé en producción durante muchos años, sobre todo con Coral Cine, una productora de documentales. Tengo formación en cine y en arte, y conocía a Pablo, aunque no tan bien como lo conozco hoy, pero me cuestioné si debía ocupar el rol porque no había dirigido.

¿Cuál es la esencia de la película?

Es una road movie y lo que tratamos de reflejar es una vida en continuo movimiento, entre distintos continentes y países. También el hecho de que no hay una separación entre lo que es su vida y su obra. Esas son las conclusiones a las que arribamos después de estos cuatro años de rodaje. Quería terminar la película cuando Pablo parara, pero eso era imposible, hubo que encontrarle otro final.

Hay muchas películas sobre artistas se manejan en un determinado período de tiempo, hablan de una muestra o de la historia de una obra. Si bien planteamos tener ese hilo conductor enseguida resultó que mucho más indomable el personaje: él trabaja en muchas obras en paralelo.

¿Cómo surge el título?

Fuimos a Carrara, en Italia, que es de donde se extrae el mármol que usa Pablo para sus obras; es la misma cantera de donde sacaba los mármoles Miguel Ángel. El dueño nos llevó hasta arriba, hasta la montaña, donde estaban excavando. En ese momento estaba todo apagado, los únicos ruidos que habían venían de los pájaros. Pero había un gran silencio con esa montaña abierta, con sus venas abiertas, es impresionante. Casi no podés abrir los ojos porque ese blanco es cegador. Pablo nos empieza a mostrar los pedacitos de mármol y enseguida se emociona contándonos cómo era que él había descubierto ese material y cuáles eran las características y demás y le sale esta frase inspiradora de que son los hijos de la montaña. Él se siente casi como una partera, que ayuda a nacer a estos niños. También retomo una frase de Miguel Ángel, que dice que la obra ya está dentro del bloque de mármol y lo único que hay que hacer es quitarle lo que sobra: donde nosotros vemos piedra ellos ven una escultura. Lo veías ahí mirando la montaña llena de “esculturas”. Enseguida cuando visionamos el material me di cuenta de que era una cita fantástica.

El documental tiene muchísimo material de archivo. ¿Dónde estaba ese material? ¿Cómo fue encontrarse con eso y con esa parte de Pablo Atchugarry que no conocías?

Para mí y también para él, porque fue un viaje de autopercepción, de ir recorriendo su propia historia. Su casa de la infancia se incendió años y ahí se se perdieron muchísimos registros de la vida de los Atchugarry, entonces en gran parte de su vida que había como un paréntesis de imágenes, pero bueno Silvana, esposa de Pablo, que en realidad también es la protagonista de la película, es de esas personas que registra, saca fotos, aunque sea del celular.

Y después aparecieron unas filmaciones increíbles que había hecho Ferruccio Musitelli en su momento, que una de las únicas personas que Pablo conocía en Italia cuando fue en 1979. Pablo era un chico de 23 años que no conocía a nadie, no sabía hacer esculturas, tampoco tenía dinero ni contactos ni conexiones y se lanzó a Carrara. Volvió con esta escultura a medio terminar, La Lumière, que tenía unos 40 centímetros más o menos pero pesaba 100 kilos. Cuando llega a la estación de tren, que lo van a buscar los Musitelli, no tenían cómo llevarla, entonces desmontaron un cochecito de bebé y ahí pusieron la piedra. De ahí surge esa foto muy icónica de Pablo empujando un cochecito de bebé con una piedra, hecha por Ferruccio Mussitelli. Y es su primer bebé. El primer hijo de la montaña. Los Musitelli lo alojaron durante un tiempo y hay unos registros fotográficos y en video muy interesantes.

¿Por qué llevó tanto tiempo de rodaje, casi cuatro años?

Se tarda tiempo en hacer una película porque se tarda tiempo en generar confianza, de que alguien se olvide que hay una cámara. Fuimos generando esos espacios en todos lados: en su casa acá, en Italia, en su taller, en la Fundación Atchugarry en Miami, en las muestras, con sus amigos, en asados, en situaciones de la vida cotidiana, cenando, desayunando, recién operado de la rodilla, con situaciones del museo.

Queríamos contar las distintas facetas de esta persona como artista, como persona, como hermano, como esposo, como padre, como gestor cultural para eso entrevistamos a artistas, galeristas, curadores de arte, críticos, colegas, a su hermano, su cuñada, sus hijos un poco todo. También queríamos que se reflejara su relación con los dos lugares donde él gravita, que son Italia y Uruguay. Uno de los personajes italianos importantes es el padre Marino, un cura que hoy tiene 93 años, que fue la primera persona que le dio la confianza y el encargo de una obra. Y hasta el día de hoy siguen cultivando la amistad.

¿Fue difícil encontrar un punto final?

El punto de inflexión de la apertura del museo del MACA era un poco obvio, no me parecía tan interesante. Entonces llegamos a un compromiso de que sí, teníamos que incluir la apertura del museo, pero me parecía que la conclusión final tenía que ser el hecho de que no se termina más. Es una persona que no para de hacer, esa pulsión de crear y de producir no tiene freno.

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