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No te preocupes, cariño: el thriller suburbano que antes de su estreno ya era un escándalo

La película generó una trama paralela en internet antes de estrenarse en el Festival de Venecia
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08 de octubre de 2022 a las 05:02

Una “buena chica” recibe a su marido con la cena, un cóctel y sexo sobre la mesa del comedor. Una “buena chica” sigue las reglas y no va más allá de los límites del desierto. Alice es una “buena chica”, hasta que empieza a recordar.

En No te preocupes, cariño, Alice (Florence Pugh) y Jack Chambers (Harry Styles) son parte del revolucionario Victoria Project, una comunidad dolorosamente perfecta en un suburbio de los Estados Unidos habitada por los trabajadores de un proyecto tan misterioso que no pueden revelar ni siquiera con sus familias. Todos viven bajo el patronazgo de Frank, interpretado por Chris Pine, como un gurú venerado y omnipresente.

Los días van más o menos así: café recién hecho, huevos y panceta para el desayuno, una fila de esposos de traje subiendo a sus autos clásicos en una calle sin salida mientras las mujeres, bellas y sensuales, los saludan desde la vereda. Ellas pasarán el día como una estereotípica ama de casa del siglo pasado entre la limpieza del hogar, las tardes de jardinería –mirar las plantas mientras toman un trago–, las hipnóticas clases de ballet de Shelley (Gemma Chan), la esposa de Frank, o las reuniones de compras –mirar la ropa mientras toman un trago–. Todo viene del mismo lugar: todo es provisto por el proyecto.

“Mis primeras conversaciones con el elenco fueron sobre cómo la audiencia tiene que comprar la fantasía", dijo la directora y actriz Olivia Wilde en una entrevista con la revista Variety. Pero las palmeras perfectas, el cielo celeste y las casas Kaufmann –imaginamos desde el principio– esconden una verdad incómoda, sofocante y aterradora. La idílica construcción de una vida doméstica de los 50 se convierte en un thriller psicológico cuando Alice ve caer un avión más allá de la frontera permitida y Florence Pugh vuelve al horror a plena luz del día.

Cuando empieza a hacer demasiadas preguntas le dicen loca, histérica, paranoica. Le recetan un puñado de pastillas y una ronda de electroshock. Un castigo personal y ejemplarizante: las esposas, las “buenas chicas”, no desobedecen.

Don't worry darling

Aunque la película se estrenó el 23 de setiembre en el Festival de Venecia, las noticias en torno a su producción tomaron temperatura mucho antes. El drama se arrastra hasta las salas de Montevideo un miércoles a la noche, donde el público –que promedia los veintitantos– se pone al día mutuamente sobre todos los enredos del detrás de cámaras mientras espera por un balde de pop: rumores de comportamiento inapropiado en el set, supuestas infidelidades, la sustitución de Shia Labeouf por Harry Styles como rol protagónico, la sustitución de Jason Sudeikis por Harry Styles como pareja de Wilde, los videos privados que salieron a la luz, la reticencia de Florence Pugh a participar de las acciones de prensa de la película, la supuesta enemistad entre la actriz y la directora y hasta el análisis minucioso de lo que parecía un escupitajo durante la premiere. 

¿Cómo compite la película con la trama –ficticia o no– que se armó a su alrededor en Internet? Es imposible dejar de preguntarse si las mismas críticas y cuestionamientos habrían si el director fuera un hombre; varios ejemplos hay de todo lo anterior que generaron mucho menos escándalo.

Pero a pesar, o a causa, de las reseñas y los rumores, No te preocupes, cariño acumuló un estimado de US$ 19 millones en su estreno en los Estados Unidos y US$ 10.8 millones alrededor del mundo durante el fin de semana de su estreno.

Don't worry darling

"La actuación de Florence en esta película es asombrosa. Me resulta desconcertante que los medios de comunicación prefieran centrarse en rumores y cotilleos infundados, eclipsando así su profundo talento. Ella merece más que eso. Al igual que la película y todos los que han trabajado tan duro”, dijo Wilde, que también interpreta a Bunny –la glamorosa vecina y mejor amiga de Alice–, a Vanity Fair. 

Pugh se pone en el lugar de una mujer que atraviesa una crisis existencial que la sacude hasta en su propia percepción, mientras todos a su alrededor parecen pasar por el mejor momento de sus vidas entre promociones, celebraciones, humo de cigarros y hasta la presentación de la icónica estrella del cabaret, Dita Von Tease.

Y si bien ella lleva la película al hombro, en lo que a la interpretación refiere, el argumento se desvanecería si la actuación de Styles no fuera lo suficientemente creíble. La mega estrella del pop, que había tenido un papel en Dunkerque de Cristopher Nolan y se prepara para estrenar el drama romántico My Policeman, se compromete con un papel bastante plano que lo mantiene dentro de su zona de confort en la mayor parte de la trama. Eso sí, Harry Styles aparece y provoca algunos suspiros en el aire de una sala a medio llenar.

Según contó a Vanity Fair, durante la preproducción Wilde entregó al reparto una lista de libros, artículos, música y películas de referencia: El show de Truman, El Origen, Los caballeros las prefieren rubias y la versión original de 1960 de La gran estafa. En su segunda película, después de la comedia Booksmart, Wilde se aventuró a un cambio de tono con un resultado que se siente como una mezcla de El Show de Truman, El Apartamento y Matrix. Algunas subtramas quedan desperdiciadas por el camino, como la de la propia Wilde o la de la profesora de ballet/esposa/modelo a seguir.

¿De quién es el mundo? 

El Proyecto Victoria está en extensión. Una parcela de desierto se prepara para recibir más residentes pero cada llegada esconde un oscuro secreto que pone en peligro a cualquiera que tenga la sagacidad de desafiar el estatus y, por consiguiente, a toda la comunidad. Una construcción de un mundo para ellos.

Wilde habló en una rueda de prensa sobre su interés por hacer películas como "caballo de Troya". Películas que tengan un significado profundo bajo el brillo y la elegancia de la superficie.

Una película –cuidando no cometer spoilers– cuestiona ese ideal de la familia clásica del sueño americano y señala la bajeza de aquellos que destruyen la vida de las mujeres a causa de un dolor en el ego. Los que se creen dueños de sus vidas.

Don't worry darling

En este sentido escribió Eloise Hendy en un artículo de opinión de The Independent, sobre el vínculo de la película y la tendencia a la imagen de la “esposa tradicional” que toca la puerta. “Las fantasías de los años cincuenta sobre ‘los buenos viejos tiempos’ no son nada nuevo. Son la columna vertebral del conservadurismo, la supremacía blanca y el heteropatriarcado. Pero lo notable de la ola contemporánea de las tradwife es cómo sus defensores han adoptado el lenguaje del desafío y la voluntad individual; cómo los conservadores se enmarcan a sí mismos como radicales que van en contra de un statu quo liberal-feminista. En esta fantasía, la minoría oprimida es la esposa neoconservadora y su marido tradicional; los rebeldes de la píldora roja”.

El centro de la cuestión está, en la película como en la vida, en el consentimiento y el deseo. Esa pieza que viene a contrastar la mejor amiga que revela y se revela.

El orden del caos

Una película disfrutable, bellísima, en gran medida por el trabajo de los rubros técnicos. El trabajo del director de fotografía Matthew Libatique, conocido por su trabajo en títulos como Réquiem por un sueño, El Cisne Negro e incluso la recientemente aplaudida The Whale, consigue la medida justa entre la opulencia, el romanticismo y la sensación cruda de asfixia y desesperación apoyadas en la música de John Powell.

La diseñadora de producción Katie Byron y la diseñadora de vestuario Arianne Phillips –que venía de trabajar en Había una vez en Hollywood– tienen un peso soberbio sobre la trama. Se preguntaron cómo se vería una utopía mid-century en la actualidad, y el resultado es realmente sacado del catálogo del Proyecto Victoria.

No te preocupes, cariño no es el caos que algunos predecían, pero puede que el revuelo detrás de cámaras sea más memorable que las dos horas en la butaca. Una historia que nos recuerda, una vez más, que si es demasiado bueno probablemente no sea verdad.

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