Diego Battiste

Para llegar al “rebaño” es hora de encargarnos de los “olvidados”

Están los otros no vacunados: los que no saben, los que no pueden, los que olvidamos

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26 de marzo de 2021 a las 23:06

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Esta semana unas 20 personas tocaron timbre en mi casa para vender algo o pedir comida. Con un hombre en particular hablé casi una hora; primero me contó qué vendía, después por qué vendía puerta a puerta y al final, ante mi pregunta, me dijo que no tenía ni idea de la vacuna contra el Covid-19, que no sabía si quería o debía vacunarse y que, aún si decidía vacunarse, no sabía qué debía hacer para lograrlo.

Tal vez Alberto sea uno de los 100.000 nuevos pobres que nos dejó un 2020 crítico, según confirmó esta semana el Instituto de Estadísticas (INE). La pobreza llegó a finales del año pasado al 11,6%. Trabajaba en diversas changas, según me contó, pero siempre tenía algo y eso le permitía llegar a fin de mes, con lo justo, pero llegaba. El  año de la pandemia terminó con ese “justo” y lo convirtió en vendedor ambulante de lo que sea que consigue para vender.

Tal vez Alberto no sea ni pobre ni indigente en las estadísticas, pero en el día a día lo es. Lo es, sobre todo, en el acceso a la información necesaria para tomar una decisión que en este país es voluntaria, pero que es crítica ya no solo para la salud comunitaria sino para la mejoría de la deprimida economía que 2020 se contrajo -5.9%. No está en contra de las vacunas, no tiene una opinión formada siquiera, pero hasta que llegó a mi casa no sabía que podía agendarse ingresando a una web o por Whatsapp o por teléfono. 

Su celular no permite bajar más aplicaciones, por lo cual no pude instalarle la CoronavirusUy. No tenía dinero para comprar una tarjeta prepaga que le permitiera conectarse a internet. Cuando lo hizo con el wifi de mi casa, le expliqué a qué sitio debía ingresar para agendar la primera dosis. Su cara de desasosiego bastó para que yo me encargara del trámite. El resto de su familia, me dijo, tampoco lo había hecho. Anoté su número y ofrecí ayudar al resto si me enviaba los datos, pero desde entonces no pude volver a comunicarme con él. 

No hace falta ser pobre o indigente certificado por el INE para vivir una situación como la de Alberto, una mezcla de desconocimiento, desesperanza y desesperación. Alberto queda por fuera del radar, al menos por ahora, de la salud pública a la hora de llegar a él con el mensaje de que tenemos las vacunas y se necesitan más brazos, como dijo el presidente Luis Lacalle Pou hace dos semanas. Para que esta información llegue y sea efectiva, para que se transforme en un uruguayo más vacunado, se necesita mucho más que una app que efectivamente funciona muy bien, un sistema de vacunación que también ha demostrado que es sólido y flexible , un Estado dispuesto a vacunar sin cobrar por ello o una campaña de publicidad que incentive a hacerlo. 

Todo lo anterior es esencial, pero no suficiente. Miles de personas no son negacionistas ni enemigos de las vacunas, tan solo quedan al margen a veces de la información y a veces de las vías digitales que otros miles y miles de uruguayos (casi un millón) hemos utilizado para agendar una fecha para vacunarnos.

Uruguay vive un momento crítico en el que crecen los casos y la letalidad del covid.19 en el peor pico desde que comenzó la pandemia, y al mismo tiempo está vacunando a ritmo vertiginoso. Estamos en el lugar 11 en el mundo en promedio de casos diarios en los últimos siete días, un podio que da miedo y que compartimos con países como Brasil, Chile, Estados Unidos y Alemania, entre otros. Al mismo tiempo, nos ubicamos en buena posición en lo que hace a cantidad de vacunados, ya sea total o diaria. Ya se vacunó al 14% de la población.

Si siguiéramos con este nivel de vacunación, podríamos ser uno de los 43 países que se prevé terminen 2021 con nivel de inmunidad suficiente para mantener a raya al virus -de 70% de la población para arriba- según calculó esta semana el New York Times.

Si queremos de verdad honrar la libertad responsable que este gobierno decidió darnos para optar por vacunarnos y, al mismo tiempo, si queremos protegernos y proteger a nuestros seres queridos y a todos los uruguayos para evitar las muertes que se suman, necesitamos alcanzar la inmunidad de rebaño, como se le llama. Este rebaño uruguayo de 3.500.000 de personas, necesita que al menos unos 2.500.000 de nosotros se vacune. En este grupo no podemos incluir todavía a menores de 18 años, que en este país no se ha decidido que se vacunen, así que la población objetiva que puede hacerlo es de unos 2.700.000 personas, por lo cual solo tendríamos espacio para tolerar unos 200.000 que eligen no vacunarse (o no lo eligen, por lo que contaba de Alberto).

Muchos nos alegramos cuando la agenda no dio abasto porque, más allá de los problemas técnicos de los primeros días, eso significaba que no solamente teníamos las vacunas suficientes sino también miles de voluntades. Si sumamos las personas agendadas, un millón según informó el ministro Daniel Salinas, y las que se vacunaron en los primeros grupos de riesgo (docentes, policías, militares, sald), estamos cerca de 1.400.000 que se vacunaron o manifestaron su voluntad de hacerlo.

Pero ahora debemos preguntarnos, cómo se llegará a ese otro 1.300.000 personas que necesitamos que pongan su brazo por el bien de toda la sociedad. A esas personas

Una nueva encuesta de Factum indaga en la voluntad de los uruguayos de vacunarse, ya con las dosis disponibles. Un 48% dijo que tenía intención de hacerlo inmediatamente, un 16% que lo haría entre tres a seis meses, un 10% de 6 meses a un año y un enorme 21% declaró que no se vacunará. 

¿Todos los que prefieren esperar o dicen que no se vacunarán son “negacionistas” o antivacunas”? Seguramente no. Otras vacunas, en este caso obligatorias, han sido inoculadas a más del 90% de los uruguayos.

Muchos son Albertos, personas que quedan embretados en una brecha digital que sigue incidiendo en Uruguay, a pesar de los buenos índices de conectividad y a pesar de un Plan Ceibal y otro Ibirapitá que ha llevado un dispositivo a casi cada una de los hogares. O son personas que tienen tantas preocupaciones por llevar un plato a la mesa para alimentar a su familia, que por supuesto dejan en segundo plano la decisión de vacunarse, porque quién necesita más problemas en este mundo que se olvida de que no hoy tengo que comer y darle de comer a mis hijos.

El Ministerio de Salud Pública trabaja en un plan para llegar a ciudades, pueblos y barrios para explicar de primera de mano por qué es tan importante vacunarse, por el bien propio y colectivo. Este plan, a cargo del subsecretario José Luis Satdjian, necesitará tal vez incluso una coordinación más fina y compleja que la que se debió y debe aplicar desde lo informático y logístico para que los uruguayos que sí queremos y sí podemos recibamos las dosis de vacunas. Este es un enorme y gran desafío al que se enfrenta la sociedad uruguaya

Si los uruguayos no logramos convencernos y convencer a nuestros compatriotas de que hay que vacunarse, y los ayudamos activamente para que logren hacerlo -con un papel protagónico del Estado a través del MSP y del Mides, entre otros-, fracasaremos y no solamente frente al virus. Si no nos convertimos en “rebaño”, la economía seguirá hundiéndose, habrá más pobres e indigentes, más pena y marginalidad. 

Faltan brazos, sin dudas, y también falta llegar con paciencia y sapiencia a quienes transitan los costados de una trama social que a algunos nos sostiene, y a otros los obliga a caminar por la cuerda floja.  

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