Diego Battiste

Por qué debería importarnos que esté en riesgo el grado inversor

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05 de diciembre de 2019 a las 16:22

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Déficit fiscal, grado inversor, deuda soberana, son conceptos muchas veces inasibles para el ciudadano de a pie, pero insistentemente presentes en las noticias de un tiempo a esta parte. Ya en campaña el tema estuvo picado y será también una constante durante la transición de gobierno. 

En grandes líneas, imaginate que vos gastás más de lo que ganás. Si no querés o no podés acompasar tu gasto a tus ingresos, no te queda otra que pedir prestado para cubrir la diferencia. Pero a menos que te cruces con un filántropo que no espere que le devuelvas la plata, el que te preste va a querer que le pagues y además ganar algo con ese préstamo. Y para saber si le vas a pagar, alguien tiene que contarle al prestamista si vos sos buen pagador o le vas a dejar el muerto. Esa situación, a escala país y con los actores intervinientes, es lo que intentaré explicarte en esta newsletter. 

Cuentas que no cierran

La transición de gobierno ya tuvo sus primeros chisporroteos el primer día de iniciada y, cómo no podía ser de otra manera, el problema fue por plata.

La negativa del gobierno saliente a subir tarifas a partir de enero chocó con lo que esperaba el gobierno electo, y volvió a poner sobre la mesa un concepto siempre árido como es el de déficit fiscal. Si además le sumamos el comunicado de la calificadora Fitch Ratings, que mantuvo la nota de la deuda uruguaya en su nivel pero alertó sobre la necesidad de mejorar las finanzas, otros conceptos como deuda soberana, grado inversor o riesgo país también quedaron en boca de políticos, expertos y periodistas.

El tema de las tarifas y su vínculo con la situación fiscal del país está muy bien explicado en esta nota y por voces expertas calificadas, así que no me voy a extender en ese punto.

En esta otra nota también se habla de lo que Fitch Ratings dijo sobre Uruguay y la necesidad de aplicar un ajuste fiscal equivalente al 2,5% del PIB –unos US$ 1.500 millones– para mantener la sustentabilidad de su endeudamiento público, una tarea que no se anticipa para nada sencilla y para la que existen pocos caminos.

Pero de lo que quiero hablarte es de las consecuencias que tendría no conseguir ese objetivo, o mejor dicho, de qué forma podemos vernos afectados si el próximo gobierno no logra transmitir la confianza suficiente a los agentes económicos que nos están viendo con lupa, cómo conseguir el objetivo planteado de ahorrar US$ 900 millones en el gasto público anual.
 
Bajar el gasto público en US$ 900 millones es una tarea titánica considerando cómo está compuesto ese presupuesto estatal. Y reducir la brecha entre ingresos y egresos que hoy equivalen a casi 5% –unos US$ 3.000 millones– de lo que la economía uruguaya produce cada año sin aumentar impuestos, es casi imposible de acuerdo a la consideración de la mayoría de los expertos, aunque hay visiones discordantes como la que desarrolla Dardo Gasparré en esta columna.
 
Para el economista Aldo Lema, de Vixion Consultores, la situación fiscal se proyecta mucho más complicada para 2020, y sin una estabilización está en riesgo no solo el grado inversor, sino también retomar el crecimiento económico. 

Si se le añade el potencial hecho de que las tarifas no suban en 2020, la meta de abatimiento del gasto se elevaría unos US$ 400 millones. Entonces, no se hagan ilusiones, las tarifas sí van a tener que subir aunque el costo político de la medida sea un obsequio que el gobierno de Tabaré Vázquez dejará como legado a su sucesor Luis Lacalle Pou.
 
Pero ahora sí vayamos al tema a desarrollar. ¿Está en riesgo el grado inversor de Uruguay por este y otros motivos? ¿Qué debería hacer el gobierno entrante para que eso no suceda? ¿Cuál es el mensaje que dejó el comunicado de Fitch en el que mantuvo tanto la calificación soberana del país como la perspectiva?
 
Una de las primeras evidencias que deja es que, efectivamente, la calificadora -que es de las “tres grandes” la única que tiene a Uruguay el el borde inferior de la escala de grado inversor-, le está dando tiempo al nuevo gobierno.

Ya lo dijo Azucena Arbeleche durante la campaña electoral y le cayeron con todo el peso desde el gobierno, pero en los hechos así quedó explícito en el comunicado de Fitch.

En realidad el cambio de perspectiva desde estable a negativa en la calificación BBB- de Uruguay (el último escalón del grado inversor), ya había sido resuelto por Fitch en octubre. Ahora consideró que desde ese entonces las condiciones económicas empeoraron, pero no tomó ninguna decisión a la espera de la próxima administración. 

Al final del texto queda claro que una parte sustancial de ese partido se jugará en la ley de Presupuesto que marcará la agenda del gobierno entrante. De las señales que allí surjan dependerán las decisiones de las calificadoras de riesgo.

Por lo pronto, el futuro secretario de la Presidencia y hombre fuerte de Lacalle Pou, Álvaro Delgado, ya dijo que “no comparte” la visión de Fitch sobre el ajuste fiscal que propone, y habló de priorizar un mayor ahorro en algunas áreas de gobierno y que el estado “gaste mejor, menos, y sea más eficiente”.

El economista Javier de Haedo interpretó el mensaje de otra forma, un poco más dramática para el bolsillo de los contribuyentes, y lo resumió así entrevistado por el programa Así nos va de Radio Carve: “La lectura de Fitch es: vas a tener que subir impuestos, porque si no, no vas a poder cumplir con estas metas, la deuda va a seguir por un camino de insostenibilidad y te voy a tener que bajar el grado de inversión”.
 
Pasando a lo práctico, el mensaje de la calificadora fue, por ahora, solo eso: un mensaje.

De hecho, el indicador de riesgo país de Uruguay -que mide el diferencial de tasa que tiene que pagar la deuda uruguaya sobre títulos similares del Tesoro de EEUU, considerados los más seguros del mundo- casi ni se inmutó

Como se ve en la gráfica, el indicador pasó de 144 puntos básicos el lunes -cuando se divulgó el comunicado- a 153 el martes, para volver a 146 este miércoles. Eso significa que el mercado pide al Estado uruguayo una prima de 1,5 puntos porcentuales por encima de la tasa que paga un título del Tesoro de EEUU en el mismo plazo. En términos financieros, Uruguay se financia a precios irrisorios para un país emergente.

Pero las cosas cambian si en el próximo comunicado ya no hay un mensaje, sino la decisión de bajar un escalón.

En general los mercados suelen anticipar ese tipo de movimientos por lo que, si se concreta, es probable que para ese entonces la corrección de precio sobre los bonos emitidos ya esté dada. Perder el grado inversor encarece también las nuevas colocaciones de deuda soberana, pero en el caso uruguayo no debería darse de forma dramática.

Una de las explicaciones es que si bien Fitch puede dejar a Uruguay sin la nota estrella, las otras dos “grandes” -Standard & Poor’s y Moody’s- lo tienen un escalón más arriba, el segundo, dentro de la calificación preferencial. Para S&P la deuda uruguaya tiene una nota de BBB con perspectiva estable, como lo ratificó en mayo de este año, mientras que Moody’s le otorgó Baa2 también con perspectiva estable. Eso hace poco probable, a menos de que medie un empeoramiento significativo de las condiciones macroeconómicas, de que caiga dos escalones en el corto o mediano plazo. Un paso atrás todavía dejaría a la deuda soberana local con dentro del grado inversor.

Diego Rodríguez, socio director de la firma de corredores de bolsa Gastón Bengoechea & Cia, explicó que el primer efecto  de la pérdida de grado inversor se notaría en los rendimientos de la deuda uruguaya, que se daría a través de una corrección a la baja de los precios de los bonos en el mercado secundario.

En eso juegan un papel importante los grandes fondos de inversión que se posicionan en deuda soberana, y que, para la escala uruguaya, pueden acaparar porcentajes importantes del circulante de deuda global.

Por ejemplo, Blackrock y sus fondos asociados tiene en sus portafolios el 8% del Bono Global 2027 que paga una tasa en dólares de 4,375%.

Tomando ese título como referencia, el rendimiento que ofrecía este miércoles era de 2,86%, frente al 1,78% que rendía un Treasury de EEUU a 10 años. Un bono paraguayo, que no tiene grado inversor, ofrecía un rendimiento de 3,30% en un horizonte temporal.

Más caro, sí, dramático, no todavía.

También el Global 2050 que paga 5,1% tiene a grandes fondos como tenedores, con Blackrock como principal, y presencia importante de otros como Vanguard, UBS o Alliance.

Cada uno de estos inversores tienen objetivos, estrategias y mandatos diferentes. Algunos, en particular los que administran fondos mutuales de retiro, solo pueden invertir en activos que cuenten con grado inversor de una o más de las “tres grandes”, por eso la pérdida de la nota en una de ellas puede generar movimientos de mercado que afecte el precio de los activos en el mercado secundario, y encarecer el mercado primario. Y cuando se trata de emitir, cada puntito extra en la tasa son pesitos más que tiene que pagar el Estado por endeudarse, y, con el Estado, cada uno de nosotros como contribuyentes.

Además...

El dilema de la carne

Muchos alimentos que son beneficiosos para la salud lo son también para el medioambiente y viceversa. Esta es una de las principales conclusiones del estudio ‘Multiplehealth and environmental impacts of foods’ publicado recientemente por la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, en el que se compara el impacto medioambiental y en las personas de distintos tipos de sustentos según diez indicadores distintos, cinco dentro de cada una de las dos categorías.

Entre los alimentos que ayudan a prevenir enfermedades y no son dañinos para el medio ambiente destacan los vegetales, las frutas y los cereales integrales. Por el contrario, la carne, tanto roja como procesada, es el alimento de los analizados en el estudio más perjudicial para la salud y el que tiene peor impacto en el planeta. Los investigadores del informe destacan cómo también existen casos en los que las notas recibidas por los alimentos en los dos bloques (medio ambiente y salud) son divergentes, como en el caso del pescado, mayoritariamente beneficioso para las personas, pero no para la naturaleza.

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Soy Álvaro Irigoitía, subeditor jefe de El Observador. Hasta aquí, esta nueva entrega de Rincón y Misiones, la newsletter exclusiva para suscriptores Member de El Observador para entender mejor la realidad económica y los temas que tocan nuestro bolsillo, y contar con mejor información para tomar decisiones.

 

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