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Flexibilidad y compañeros: por qué volveremos a trabajar de forma presencial

La mejor manera de alentar a las personas a regresar a sus lugares de trabajo puede ser darles la libertad de no hacerlo

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12 de mayo de 2021 a las 13:57

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Andrew Hill

Cerca del final de la película ganadora del Oscar Nomadland, Fern, la protagonista interpretada por Frances McDormand, silenciosamente deambula por las abandonadas oficinas de US Gypsum (USG) donde solía trabajar en recursos humanos. Derrama una lágrima conforme la cámara capta el detrito cubierto de polvo de un típico lugar de trabajo: una engrapadora, una pizarra, una impresora, una taza con la marca de la compañía y un casco, abandonados cuando USG cerró sus operaciones en Empire, Nevada.

Nomadland es, al menos en parte, una película sobre el trabajo: por qué trabajamos y dónde pero, sobre todo, con quién. Fern, quien un día decidió irse y abandonar su hogar en Empire, conduce su camioneta por EEUU central pasando de un trabajo temporal a otro en almacenes de Amazon, restaurantes de comida rápida y campamentos.

Lo que hace que estos malos trabajos sean al menos soportables es la presencia de sus compañeros nómadas. Los entornos son menos importantes.

Conforme los empleadores contemplan cómo adaptarse a las flexibles necesidades pospandemia de su mucho más privilegiado personal administrativo, ellos hablan cada vez más sobre cómo “persuadir” a las personas para que regresen a la oficina. Los empleadores cambian entre órdenes directas y sugerencias pasivo-agresivas, como el memorando de Goldman Sachs enviado al personal la semana pasada, recordándoles que su “cultura de colaboración, innovación y aprendizaje prospera cuando nuestra gente se une”. Destacan las instalaciones y los muebles que han diseñado para hacer que la vida en la oficina sea segura y atractiva. Algunos parecen estar obsesionados con reorganizar las sillas de escritorio en el ‘vestigio’ del antiguo lugar de trabajo.

Sin embargo, sin gente, la oficina no estará más animada que la abandonada planta de USG.

Ciertos elementos básicos son imprescindibles, por supuesto, como la luz, la calefacción y las garantías de limpieza para proteger contra Covid. En los países en desarrollo, la oficina puede ser un refugio para algunos miembros del personal, como lo es incluso en Londres o Nueva York, para cualquier persona con inadecuados arreglos para trabajar desde la casa. Sin embargo, la infraestructura física es sólo un ingrediente necesario para el trabajo productivo.

The New York Times la semana pasada analizó cómo Google se ha estado preparando para el futuro. La compañía de búsquedas en Internet está experimentando con estaciones de trabajo en tiendas de campaña al aire libre donde el clima lo permite, sistemas de ventilación interior adaptables, espacios de reunión que incorporan pantallas para encuentros híbridos, y una aterradora partición inflable para aislar áreas de planta abierta con el fin de proporcionar mayor privacidad.

Las imágenes me recordaron a “Workspheres” (Esferas de trabajo), una exposición de 2001 en el Museo de Arte Moderno (MoMA, por sus siglas en inglés) de Nueva York que exploraba el aspecto y la forma del futuro del trabajo.

Paola Antonelli, del MoMA, quien fue la curadora de esa exposición conforme estallaba la primera burbuja de las puntocom, me dijo que la exposición “surgió del mismo tipo de entusiasmada confusión en la que estamos actualmente”. Las computadoras portátiles y los teléfonos móviles estaban evolucionando para brindarles a los trabajadores “un espacio metafísico personal que es mucho más grande que tu lugar de trabajo físico real”, recordó Antonelli.

Los visitantes a la exposición se encontraban con un vehículo utilitario deportivo (VUD) Mercedes MaxiMog personalizado, completo con comunicaciones globales seguras (incluyendo una máquina de fax; era 2001, recuerda); una plataforma para dormir; y “cápsulas” de cocina y de baño, todo lo cual hubiera hecho que la existencia nómada de Fern fuera mucho más cómoda.

Antonelli también encargó seis proyectos que imaginaban un futuro laboral flexible. Ellos incluían una cama multimedia, diseñada por Hella Jongerius, con teclados y pantallas incorporados, y la visión de Naoto Fukasawa de un espacio de trabajo que los ocupantes podían personalizar proyectando diferentes paisajes celestes en el techo.

Cuando regresé a la sede del Financial Times (FT) la semana pasada por primera vez en seis meses, me sorprendió cómo el pequeño acto de ponerme un traje y una corbata reactivó un entusiasmo latente por mi trabajo. (En mi defensa, tuve que vestirme un poco formal para presentar la más reciente conferencia virtual de Global Boardroom desde el estudio de televisión del FT). Pero mis niveles de energía dependieron más de la cantidad de colegas con quienes me encontré en persona.

Es difícil convencer a una ‘masa crítica’ de personal para que lleve sus esferas de trabajo a la oficina al mismo tiempo, sin sacrificar la inclusión de Zoom y las ventajas de trabajar desde la casa. La paradoja central es que la mejor manera de alentar a las personas a regresar a sus lugares de trabajo puede ser darles la libertad de no hacerlo. Es una de las razones por las que los departamentos de recursos humanos como en el que solía trabajar Fern todavía están luchando por saber cómo hacerlo, 20 años después de que el MoMA presentara sus visiones de un futuro flexible.

Antonelli cree en el poder del diseño, y se siente optimista acerca del futuro del centro de Manhattan y de otras ciudades que dependen de la mezcla de “glóbulos rojos y blancos” de los que van y vienen a sus oficinas y de los residentes. Pero si los trabajadores de oficina van a volver a sus lugares de trabajo, y con cuánto entusiasmo, no es tanto “una cuestión de diseño; es más una cuestión de relaciones laborales”.

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