Opinión > HECHO DE LA SEMANA / MIGUEL ARREGUI

Salario o empleo: he ahí el dilema

La languidez de la economía reduce las opciones por primera vez en 15 años
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29 de septiembre de 2018 a las 05:04

El paro de la central sindical del jueves puso de manifiesto las dificultades de negociar salarios cuando la economía se muestra débil e incierta.

La firme recuperación económica desde 2003 empujó el empleo y los salarios hacia arriba. Uruguay alcanzó el pleno empleo entre 2011 y fines de 2014. Entonces la tasa de desempleo rondaba el 6%: un “núcleo duro” de personas que no estaban dispuestas a trabajar por lo que se le ofrecía, o que no poseían las habilidades mínimas requeridas por la demanda. 

Ese ciclo ya finalizó. Los salarios reales siguieron creciendo, pero el empleo está en la peor situación en más de una década, y es probable que siga empeorando. 

¿Los Consejos de Salarios pueden mejorar las remuneraciones, y las condiciones de trabajo, más allá de lo que digan la oferta y la demanda? Muy poco, y por poco tiempo. 

Los Consejos de Salarios son útiles para sistematizar las negociaciones y evitar conflictos “salvajes”. Pero, cuando la economía se muestra débil, sólo pueden sacar ventajas los sectores fuertemente sindicalizados a costa de los menos. 

¿Y si todos los trabajadores están fuertemente sindicalizados? Un aumento real de las remuneraciones superior a la demanda del mercado se pagará con más desempleo.

Se puede controlar la cantidad —por ejemplo: favorecer el empleo a costa del salario—, o se puede controlar el precio —más salario a costa del empleo—, pero no se puede controlar la cantidad y el precio a la vez.

Los salarios reales siguieron creciendo, pero el empleo está en la peor situación en más de una década, y es probable que siga empeorando.

El caso de la construcción es paradigmático. El sector ha caído en picada por dos factores fundamentales: la drástica reducción de la inversión argentina a partir de 2013, tras el acuerdo de intercambio de información tributaria; y el gran aumento de los costos internos, en parte debido a la fuerte sindicalización. La consecuencia ha sido la pérdida del 37% de los puestos de trabajo en los últimos cinco años. Nadie quiere empleados de baja productividad, por lo que cada vez se ven más paneles y estructuras industrializadas, y viviendas en contenedores.

Algo similar ocurre en el sector agropecuario, que muestra un gran aumento de salarios desde 2003 pero un empleo decreciente. La mano de obra no calificada es sustituida por maquinaria y tecnología.

También es notorio que amplios sectores empresariales están dispuestos a resistir en conjunto las presiones del PIT-CNT. Es economía, pero también es política. Las gremiales rurales, por ejemplo, desconfían del ministro de Trabajo, Ernesto Murro, un viejo militante de izquierda con aspiraciones presidenciales.

Los Consejos de Salarios se crearon en Uruguay en 1943, a semejanza de otras comisiones paritarias instaladas por el mundo. Se perfeccionaron y ampliaron con el tiempo y, en términos generales, fueron útiles para civilizar y mejorar las relaciones laborales. 

Pero los ciclos históricos muestran que los aumentos de salarios tienen mucho más que ver con las bonanzas económicas y la demanda, o con ciclos políticos, que con los Consejos de Salarios. 

La discusión sobre el empleo y los salarios en Uruguay parece estar desenfocada.

El salario real cayó durante la dictadura iniciada en 1973, cuando no actuaban los Consejos ni los sindicatos, pues fue una variable clave en el ajuste y la reestructura autoritaria. Y cuando el salario comenzó a recuperarse, a fines de los ’70, fue pulverizado por la crisis de 1982. Sin embargo el salario real más elevado del último medio siglo se registró en 1971, también sin Consejos de Salarios (no se convocaban desde 1968), pues fue un año electoral y el gobierno los subió con fines políticos.

Los salarios volvieron a crecer desde 1985, cuando la apertura democrática, otra vez con Consejos de Salarios. Pero continuaron creciendo a partir de 1992, cuando los Consejos dejaron de ser convocados, hasta que se derrumbaron con la crisis de 2002. Fue simple: la economía uruguaya creció sin tregua entre 1985 y 1998, salvo un parón en 1995 por el “efecto tequila”.

La discusión sobre el empleo y los salarios en Uruguay parece estar desenfocada. “La robotización y la inteligencia artificial aplicada están reduciendo personal en el agro y los servicios”, reseñó Federico Comesaña en mayo en El Observador. “Empresas de retail, instituciones financieras y productores agrícolas reducen costos a través de la incorporación de tecnologías que cada vez ofrecen más prestaciones y a un menor costo […]. Mientras que el movimiento sindical se alinea detrás de la consigna de reducir la jornada laboral, las nuevas generaciones exigen flexibilidad”.

En el largo plazo, el nivel de los salarios y del empleo dependerán mucho más de la calificación de la mano de obra —que, a la vez, depende de la calidad de la enseñanza—, que de los sindicatos o las gremiales de empresarios.
 

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