El sarampión, una enfermedad considerada en gran medida controlada en España gracias a las campañas de vacunación, ha vuelto a captar la atención de la comunidad médica y la población en general. A principios de este año, se ha observado un alarmante incremento de los casos de sarampión en Europa, con un aumento significativo en países como el Reino Unido, donde más de 50 niños han requerido hospitalización, y Rumanía, que ha declarado la epidemia nacional, tras ver la salud de su población en juego.
Pero, ¿qué es el sarampión? ¿Cuáles son sus síntomas? ¿Cómo prevenir el sarampión? Estas son preguntas que muchos se hacen diariamente desde que volvió al panorama de la salud y preocupa a gran parte del continente. Ya son 15 los casos en España desde el 1 de enero, siendo los de Toledo y Alicante los últimos en conocerse.
El sarampión es una enfermedad altamente contagiosa que sigue representando un desafío para la salud pública a nivel mundial. La transmisión del virus se facilita a través de gotitas respiratorias expulsadas al toser, estornudar o hablar por personas infectadas, según cuenta Mayo Clinic.
Estas gotitas pueden permanecer en el aire o depositarse en superficies, manteniendo su capacidad infectiva durante varias horas. La susceptibilidad al virus es elevada, con aproximadamente el 90% de las personas no vacunadas expuestas al virus desarrollando la enfermedad.
Los principales factores de riesgo incluyen la falta de vacunación y viajar a áreas donde el sarampión es prevalente. La deficiencia de vitamina A también puede agravar los síntomas y complicaciones del sarampión, que van desde diarrea y vómitos hasta infecciones de oído, bronquitis, neumonía, y en casos raros, encefalitis, una inflamación del cerebro que puede tener consecuencias graves y duraderas. El sarampión durante el embarazo puede llevar a complicaciones como parto prematuro o la muerte del feto.
La prevención a través de la vacunación, junto con la concienciación sobre los modos de transmisión y los síntomas del sarampión, es esencial para controlar esta enfermedad y proteger a las poblaciones vulnerables.
El desarrollo de la enfermedad se divide en varias etapas, cada una con sus propios síntomas:
Una persona con sarampión puede contagiar desde cuatro días antes hasta cuatro días después de la aparición del sarpullido, siendo este el periodo de mayor riesgo de transmisión.
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