Se merecen un monumento

El reconocimiento para el proyecto de Tabárez no será obra de un artista plástico, sino de los dirigentes si en el futuro, cuando el DT no esté, mantienen su obra; si lo consiguen, habrán dado un paso gigante para transformarse en fútbol de primer mundo

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09 de septiembre de 2013 a las 11:15

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La etapa de familiarización y conocimiento del difícil mundo de la selección –que desde fuera parece fácil porque están los mejores, pero es complicadísimo, ya quedó demostrado–, Tabárez la timoneó entre 2006 y 2007, con polémicas de toda clase, incluida la del chárter después de la Copa América que sirvió de cernidor para lo que vendría. La de maduración hasta 2009. En 2010 se produjeron los primeros contactos con los éxitos, que fueron recibidos con singular reconocimiento por los hinchas pero quedaron bajo la lupa hasta nuevas realizaciones. Luego, en 2011, Tabárez y los suyos protagonizaron la consolidación, el bajón de 2012 y en la actualidad el resurgir de la mejor generación que dio el fútbol uruguayo en los últimos 40 años.

Todo eso, que resumido en unas pocas líneas parece un asunto de fácil desarrollo y resolución, debemos catalogarlo como el mejor ciclo y la evolución más perfecta que vivió una selección de fútbol en la AUF. Tal vez es injusto con otros procesos, que brindaron grandes logros a la Asociación, pero seguro que no hubo otro igual. A lo sumo podrá existir uno con ribetes similares.

Este análisis está exento de cualquier oportunismo facilista impulsado por los triunfos, porque lo señalé en 2009 y en 2012.

Una vez más, independientemente del resultado que se pueda registrar el martes contra Colombia –en un partido que era muy difícil con todos los titulares, mucho más con cuatro bajas–, quedó demostrado que en la selección se cumplieron los procesos de desarrollo y maduración, y que en el equipo absoluto aparecen los sub 20, después de subir la escalera de juveniles. Se forman jugadores con un estilo, con una forma, con una identidad. Futbolistas que conocen sus derechos y obligaciones.

Hoy, en medio de la vorágine del gana-pierde no se valora en su dimensión lo que hizo el técnico Óscar Washington Tabárez. Cuando lo hacen, se exceden porque con los triunfos la gráfica sube a niveles insostenibles, tanto como cuando pierde Uruguay y se hunde hasta la depresión. Algún día llegará el momento, cuando Tabárez no sea el DT, que alguien sugiera hacerle un monumento el entrenador y a esta generación.

Ese monumento no tiene que ser obra de un artista plástico, sino de los dirigentes: el mejor monumento que le puede hacer el fútbol uruguayo a este plantel es tomar ese modelo y extenderlo en el tiempo, elegir al sucesor de Tabárez pensando a largo plazo, respetando los tiempos y evitando interrumpir el recorrido natural de cualquier proyecto. Porque si a Tabárez lo hubieran despedido después del Mundial de Sudáfrica porque no consiguió los resultados que los dirigentes pretendían, hoy el nuevo entrenador estaría en la primera y segunda etapa del Maestro, la de familiarización y conocimiento del mundo de la selección y de la maduración del grupo, y nunca hubiera llegado al contacto con los éxitos.

Así sucedió históricamente en la AUF, porque se interrumpieron los procesos naturales al ritmo de los resultados. Ahora solpan otros vientos y después de haber experimentado este cambio, deseo que los dirigentes aprovechen estos momentos de fascinación, para que entiendan que existe un único rumbo que debe seguir el fútbol uruguayo en las selección nacionales. Y si las cabezas chiquitas del fútbol local se animan, copien lo bueno, llévenlo a la práctica y verán que también el empobrecido Campeonato Uruguayo también puede cambiar. Es solo cuestión de proponérselo. Aprovechemos el impulso, todos, porque los periodistas, como los hinchas, los jugadores y los técnicos, somos parte y podemos influir para que los que deciden, los dirigentes, elijan el camino correcto.

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