LILLIAN SUWANRUMPHA / AFP

Sinovac se instala en Chile: ¿qué posibilidades hay de que venga a Uruguay?

Sinovac busca generar un “foco” de producción de vacunas de distintas tecnologías entre ese país y Uruguay, confirmó Chabalgoity en el Parlamento

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16 de junio de 2021 a las 05:01

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Por Fabián Cambiaso

A fines de abril de este año el presidente Luis Lacalle Pou y el intendente de Canelones, Yamandú Orsi, conversaron sobre el “devenir” de la vacunación contra el covid-19. Entre otros aspectos, dialogaron sobre la posibilidad de que Uruguay produzca vacunas. 

Orsi habló de la idea de desarrollar un hub logístico para su provisión, que podría instalarse en el Parque Científico y Tecnológico de Pando y dijo que era una idea “no tan descabellada”. 

La semana pasada Orsi confirmó el interés de un laboratorio indio y otro alemán para instalarse en el departamento y producir vacunas. El intendente se excusó de dar más detalles, al amparo de la confidencialidad que rodea las negociaciones. 

Por otra vía, existe una posibilidad que involucra a Sinovac,  el laboratorio que produce Coronavac, una de las vacunas que se administran en Uruguay. 

La firma china está en negociaciones para desembarcar en Chile, y se mostró interesada en conversar para hacerlo también en el país. Así lo confirmó ante el Parlamento Alejandro Chabalgoity, director del Departamento de Desarrollo Biotecnológico de la Universidad de la República e integrante de la Comisión Nacional Asesora de Vacunación. 

Chabalgoity está en conversaciones con autoridades chilenas para concretar una reunión. También lo hará con el gobierno uruguayo para generar un posible “foco” de producción de vacunas de distintas tecnologías entre Chile y Uruguay. 

Por el momento existen avances preliminares pese a que algunos sectores, como la Universidad de la República y el Instituto Cuesta-Duarte del PIT-CNT mostraron interés de apoyar una iniciativa en este sentido. 

Chabalgoity confirmó estas negociaciones a El Observador, pero se excusó de aportar mayores detalles. 

El experto se presentó en los últimos días ante la Comisión de Ciencia y Tecnología de la Cámara de Diputados. Fue convocado por el colorado Martín Melazzi, a los efectos de conocer qué posibilidades tiene Uruguay, justamente, de producir vacunas a nivel local. 

“Uruguay siempre ha estado coqueteando con eso, pero es tiempo de sentarnos a pensar si estamos hablando de una posibilidad real o sigue siendo una quimera”, dijo el especialista.

En 2005, recordó, había publicado un trabajo en el que sostenía que era necesario sentar las bases para una producción nacional. En particular, porque las empresas que desarrollaban las vacunas buscaban los mercados más atractivos. 

Economías poco desarrolladas como la uruguaya, que no podían asumir en el precio de venta los costos de investigación y desarrollo quedaban al margen, lo que daba lugar al concepto de “vacunas huérfanas”, creadas para prevenir infecciones pero de impacto limitado a escala global. 

Es que las variantes, muchas veces, implican que una vacuna desarrollada para un mercado no sirva para otros. 

Chabalgoity puso como ejemplo la vacuna contra el neumococco, que Uruguay incorporó en 2001. Incluía las variantes de las bacterias que circulaban en países desarrollados, pero no lo hacía con las que eran relevantes a nivel local. 

Recién una década después, en 2011, se pudo acceder a otra vacuna que contaba con esas variedades. 

“Yo decía que realmente teníamos que tender a fortalecer nuestras propias capacidades para producir vacunas, porque ese era el reaseguro que teníamos para poder asegurar la salud de nuestra población”, dijo. 

Citando un trabajo del Imperial College del Londres, Chabalgoity apuntó que la tecnología, las instalaciones y los procesos que se necesitan para fabricar una vacuna de ARNm mensajero no son más complejos que los de otras vacunas producidas a partir de cultivos celulares. 

“En la forma de producirla no hay nada que no sepamos hacer”, aseguró. Las verdaderas limitaciones de Uruguay, sostuvo, son la falta de expertos, de materias primas y el equipamiento.

Según indicó los desafíos son generar los recursos humanos y la creación de infraestructura, junto con el desarrollo de algunas capacidades de las que se carecen. Por ejemplo, aprender a hacer ensayos clínicos de forma sistemática. 

Chabalgoity dijo estar en conversaciones con el rectorado de la Universidad de la República, a los efectos de establecer algún programa de financiamiento a la formación a través de organismos internacionales. Agregó que, a esos efectos, ya tuvo un encuentro con el Banco Interamericano de Desarrollo, que mostró interés en apoyar el proceso. 

“Tendríamos que pensar en un plan para que, de acá a tres años, mandemos a cien personas a formarse a distintas plantas productoras del mundo”, señaló. 

Con respecto a una planta física para desarrollar la vacuna, el experto dijo que sería el menor de los problemas. “Lo único que implica es dinero”, afirmó.  El costo máximo sería de US$ 10 millones. 

Además, en Uruguay no existe normativa que permita registrar un fármaco que se desarrolló completamente a nivel local y cuyo ensayo clínico se hizo acá.

Chabalgoity dijo que “no sería lo más adecuado” que la institución que, eventualmente, tenga a su cargo la gestión de la producción de vacunas esté en la órbita pública. 

Es un negocio

Más allá de los aspectos sanitarios Chabalgoity apuntó que las vacunas contra el covid-19 han sido objeto de un “enormísimo” negocio económico. 

Según explicó, el precio final de un medicamento de este tipo es la conjunción de muchas variables, de las que el valor real de producción es, por lejos, el menor. 

“Producir el anticuerpo monoclonal vale menos de una centésima parte de lo que es el producto del medicamento después”, afirmó. 

El científico citó el caso de Cellscript, una firma estadounidense que le compró a la Universidad de Filadelfia, por US$ 300 mil, la patente original de cómo se hacían las moléculas de ARN. Habían sido descubiertas por una científica húngara, que le advirtió a la universidad: “No la vendan tan barato”. 

Cellscript es la que ahora provee de esa tecnología a Moderna y a BioNtech, entre otras farmacéuticas. El precio por licenciar estas vacunas está calculado en unos US$ 2.000 billones. 


 

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