Difusión Plan Ceibal

Sobre las cinco perillas educativas (2)

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08 de julio de 2020 a las 05:04

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En el artículo anterior (24/06/20), planteamos cinco perillas educativas como punto de referencia para concebir y plasmar un renovado ciclo de políticas públicas en educación. Las dos primeras – cultura colaborativa entre política y ciencia, y abordaje de las vulnerabilidades – fueron ya analizadas. La tercera tiene que ver con la progresiva expansión de lo que se denomina un modo híbrido de enseñanza, aprendizaje y evaluación.

Globalmente considerado, el modo híbrido integra procesos concatenados de formaciones presenciales y a distancia lideradas por los educadores con la finalidad de orientar, apuntalar, evaluar y evidenciar los aprendizajes de cada alumno. Veamos algunos de sus fundamentos y contenidos.

En primer lugar, el retorno a una educación únicamente presencial parecer ser inviable no solo por los efectos de la pandemia a corto y mediano plazo sino también por la constatación pre Covid-19 que las oportunidades, los contenidos y las maneras de aprender se gestan en una multiplicidad de espacios que rebasan el espacio presencial del centro educativo. No se trata solo de la provisión coyuntural de la educación a distancia como paliativo frente a la falta o insuficiencia de la presencialidad.

En segundo lugar, los espacios no presenciales – principalmente plataformas y recursos educativos - que crecen a ritmos exponenciales a escala mundial, no están, en general, coordinados con la formación presencial. Contrariamente a un mundo de aguas separadas entre presencialidad y a distancia, el modo híbrido, en sus diferentes variantes, refuerza la idea de un ecosistema de aprendizaje más amplio donde confluyen iniciativas, programas y recursos de diversidad de instituciones y actores de dentro y fuera del sistema educativo. Ciertamente esto requiere capacidad del estado de orientar, participar activamente, dar seguimiento y evaluar la expansión del modo híbrido con foco en las poblaciones social y educativamente más vulnerables.

En tercer lugar, es importante entender que no todo aprendizaje a distancia es aprendizaje de pantalla ni todo aprendizaje a distancia requiere ser en línea (Andy Hargreaves, 2020). En efecto, el aprendizaje a distancia puede promoverse de múltiples maneras por los educadores involucrando a los alumnos, en actividades individuales y grupales, donde pueden estudiar, producir y discutir. En efecto, la educación no es cuestión solamente de instrucción y de aprendizaje sino de también visualizar que el estudio constituye el proceso de la educación (Bill Pinar, 2020).

En cuarto lugar, el modo híbrido implica revisar el currículo – el para qué y qué de los aprendizajes – con foco en la intersección entre conceptos claves y contenidos esenciales a efectos de fortalecer las competencias y los conocimientos que los alumnos necesitan desarrollar en los aspectos emocionales, sociales y cognitivos. Se trata de auditar el currículo para que gane en musculatura programática y en ser un recurso amigable para educadores y alumnos.

En quinto lugar, un desafío central yace en que los alumnos disfruten de máximas oportunidades en ecosistemas de aprendizaje mixto (OECD, Global Education Innovation Initiative y Universidad Camilo José Cela) donde presencialidad y distancia se potencian mutuamente. Si, por ejemplo, en la fase a distancia se realizan un sin número de actividades individuales y grupales, puede ser conveniente que la presencialidad se concentre en que el educador retroalimente las producciones de los alumnos más que en solo compartir, y muchas veces, circunscripto a transmitir conceptos, ideas e información. Esto implica la diversificación de las estrategias pedagógicas – el cómo enseñar, aprender y evaluar – para desarrollar ruteros personalizados de formación a medida de las necesidades de cada alumno y donde efectivamente se asuma que la diversidad de los estudiantes es un activo para potenciar los aprendizajes en espacios colectivos.

En sexto lugar, el modo híbrido implica procesos intensos de fortalecimiento de las competencias en alumnos y educadores. Por un lado, los alumnos tienen que ser formados en tecnologías para el aprendizaje como recurso educativo que los ayude a ser protagonistas, reguladores y responsables por sus aprendizajes. Por otro lado, los docentes deben ser apoyados para desarrollar metodologías de retroalimentación a los alumnos, así como fortalecer las redes de colaboración profesional para producir, compartir y validar prácticas.

En séptimo lugar, el modo híbrido supone definir y diseñar la dimensión digital del centro educativo pensando en planteamientos mixtos de presencialidad y a distancia (Menéndez, 2020). El centro tiene que ser empoderado para que pueda procesar y tomar decisiones sobre contenidos educativos, así como sobre las maneras de enseñar y de aprender con foco en concentrar tiempos y recursos docentes en los más vulnerables o cercanos a la vulnerabilidad (Andy Hargreaves, 2020).

En octavo y último lugar, se trata de fortalecer la tríada (i) conectividad de hogares y centros educativos, (ii) plataformas de uso público sustentados en un fuerte rol garante del estado en asegurar la democratización de su uso y (iii) un abanico de oportunidades para que los educadores puedan producir materiales para las formaciones presenciales y a distancia. Esta tríada va a llevar a reorganizar el currículo, diversificar las pedagogías, fortalecer la función orientadora de los cuerpos intermedios del sistema educativo (por ejemplo, a nivel de los inspectores) y el liderazgo pedagógico de los centros. Pero más importante aun, va a contribuir a permitir que los educadores se transformen en los principales tomadores de decisión del sistema educativo en el aula para que cada alumno tenga y asuma una oportunidad efectiva personalizada de educarse y de aprender.

Atendiendo a los ocho puntos mencionados, esta tercera perilla educativa desafía al sistema educativo en su capacidad de reimaginarse más allá de la coyuntura donde está en juego el futuro del aprendizaje (Microsoft & New Pedagogies for Deep Learning, A Global Partnership, 2020) así como de forjar un nuevo orden de convivencia planetaria y de desarrollo sostenible para personas, ciudadanos y comunidades.

El Uruguay es el país de la región que a priori tiene una serie de activos, a saber, conectividad de amplio alcance territorial, social y educativo, así como plataformas y disponibilidad de recursos educativos para uso por los educadores, que lo ubican en una mejor posición relativa en la región (BID, 2020). Estos activos se sustentan en un rol proactivo del estado, que, a lo largo de diferentes administraciones de gobierno, sumaron esfuerzos en facilitar conectividad y en forjar el Plan Ceibal.

Es momento de aprovechar esta situación para animarse a avanzar en modos híbridos con cobertura progresiva a nivel de todo el país, y que se sustenten en nuevas formas de concebir y organizar los ciclos educativos. El modo híbrido es una poderosa herramienta para conectar a educadores superando las barreras entre niveles y ofertas educativas que, en definitiva, tienen una alto cuota de responsabilidad en las discontinuidades de los aprendizajes y en la expulsión de los adolescentes y jóvenes del sistema educativo. Es ahora. 

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