Pancho Perrier

Suárez, entre el amor y la presión

Lo de Nacional, apoyado en sus hinchas, fue una enorme apuesta, al límite entre la declaración de amor y la presión excesiva

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23 de julio de 2022 a las 05:02

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A la novela solo le falta el último capítulo: que Luis Suárez dé el ok definitivo para volver a Nacional. Desde el jueves por la tarde los hinchas revisan una y otra vez los celulares buscando la confirmación oficial, que se demora, mientras el presidente José Fuentes pide calma porque las confirmaciones apuradas complican las negociaciones. La palabra final la tiene Suárez, que deberá decidir si se viene tres meses a Uruguay para unirse a los tricolores en los meses previos al Mundial, o si sigue escuchando ofertas para mantenerse en el primer nivel europeo.

Pero la situación ha superado largamente la simplicidad de esa disyuntiva, hasta llegar a la zona del todo o nada. Del amor total o la bronca radical.

Si consigue repatriarlo, lo de la hinchada tricolor será una hazaña tan grande, tan a contracorriente de la lógica del fútbol mundial, que será recordada por muchas generaciones. Aunque a los hinchas de Peñarol y Nacional no les gusta compararse, tendrá mucho de aquel “A Morena lo traemos todos” de 1981, cuando los hinchas aurinegros pusieron dinero para repatriar a su ídolo. La diferencia es que en épocas de super profesionalismo, en las que los jugadores abandonan los clubes locales casi sin jugar en Primera División, que Nacional logre repatriar a un jugador de la talla de Luis Suárez es casi catalogable a una falla en la Matrix que ofrece el ingreso a un mundo alternativo.

Es cierto: Suárez ya está en el final de su carrera y ya no es una joya del mercado de pases. Pero aún es deseado por numerosos clubes del viejo continente, por equipos de EEUU, México, Brasil o el mismo River de Gallardo. Cobraría muchísimo menos que en esos destinos, solo por el placer de sentirse en casa otra vez.

En la redacción bromeamos que si lo hace, la culpa la habrá tenido Juan José Díaz, el periodista de Referí que el jueves 7 de julio habló con Suárez y le extrajo una exclusiva mundial: que en el medio de las frustradas negociaciones con River se había quedado esperando un llamado de Nacional. Era casi como una queja de despecho, sin pensar en serio la posibilidad de regreso, coherente con su discurso previo: se había transformado en tal ídolo de la selección que no quería dividir a la hinchada con un regreso a los tricolores. 

Sin embargo, lo que siguió fue impresionante: los hinchas tomaron la posta demostrando hacia Luis Suárez un amor y devoción total, que ya había demostrado ser mutuo cuando Nacional bautizó con su nombre una cancha de entrenamiento en Los Céspedes. Esa idolatría fue durante algún tiempo puesta en duda por hinchas de tiendas contrarias, que le achacaban a los bolsos las críticas que le dedicaban cuando era un chiquilín con enorme capacidad pero que erraba muchos goles, hasta que se fue sin gran alharaca al Groningen holandés, y desde allí explotó hasta transformarse, entre 2014 y 2016, en el mejor centrodelantero del planeta. Miles cambiaron su foto de Twitter por la imagen de Suárez con la camiseta tricolor, y el hashtag #SuárezANacional se transformó en trending topic mundial y, según el club, llegó a ser visto por 50 millones de personas. 

Lo de Nacional, apoyado en sus hinchas, fue una enorme apuesta, al límite, entre el cariño y la presión excesiva. A ese plan se subió el presidente tricolor José Fuentes, que viajó a Madrid sin previo aviso para reunirse con el jugador, y lo encontró en plena mudanza desde Madrid, donde pasó los últimos dos años con Atlético, para volver al hogar familiar en Barcelona. Fuentes jugó fuerte, porque la contracara de ese cariño podía ser que Suárez se sintiera invadido.

Con todo el movimiento que se generó, decirle que no a Nacional lo dejaría en una situación extremadamente incómoda con los hinchas, en un punto sin retorno. ¿Pero es justo pedirle que haga tamaño cambio sin esperar a ver si tiene ofertas europeas que lo convenzan? ¿Es justo exigirle bajar dos escalones en el nivel competitivo a unos pocos meses de jugar el último Mundial de su carrera?

La respuesta final sobre si la movida fue excesiva o si fue la presión justa para convencerlo la tendrá, ni más ni menos, el sí o el no del delantero. Y marcará el futuro de su relación con los tricolores y el tono del tramo final de su carrera.

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