Por Daniel Cunietti
Desde 1999 no votaba al que siento mi partido político por entender que este había perdido el rumbo y no representaba ni honraba su historia. Un verdadero batllista jamás podía ser un cautivo y no lo fui.
Mi partido no podía reducirse a un candidato bien intencionado, totalmente extraviado ideológicamente. Debía ser y representar todo aquello que le dio su esencia y fuerza: progresismo, derechos, libertades, laicidad, protección social, educación, humanismo.
Durante los tres gobiernos del Frente Amplio fui testigo de una infame ocupación ideológica. No fueron más que malos inquilinos de la ideología batllista dejando a miles (dentro de los que me incluyo), sin representación política.
Durante esos años presencié en forma pasiva, como todo lo que habíamos construido por décadas, quedaba en manos de gente demagógica, dogmática y astutamente oportunista.
Uruguay nunca dejó de ser y sentirse íntimamente batllista. Somos un sociedad que habiendo quedado huérfana de progresismo terminó acudiendo a malos imitadores, a farsantes, a actores políticos de reparto. Permitimos que otros portaran nuestras banderas y en lugar de reclamarlas nos dedicamos a oponernos desde un discurso obsoleto haciéndoles el juego.
Dejamos que se adueñaran de nuestra identidad y el resultado de sus políticas hoy está a la vista. Los usurpadores, como era de esperar (lamentablemente más tarde que temprano), mostraron su impericia e ineptitud y hoy nuestra sociedad está profundamente empobrecida en materia educativa, económica y sin generar posibilidades de desarrollo colectivo.
Doble responsabilidad tenemos ahora: recuperar lo que siempre fue nuestro y limpiarle la mugre que le dejaron los ocupantes. Talvi lo intentó. Intentó retomar el rumbo y no pudo. Lo vencieron las miserias internas, el mundo de la política tiene códigos que son difíciles de entender y sobre todo cambiar. Pero abrió una puerta que no volverá a cerrarse.
Ahora venimos los de afuera del sistema a reclamar nuestro lugar por encima de quienes dejaron de representarnos y sobre todo venimos a pedir que rindan cuentas a quienes permitieron que nos robaran la identidad, porque ellos son tan responsables de la situación actual como los fracasados usurpadores.
Un nuevo tiempo comienza y un nuevo movimiento desde las bases debe recuperar la iniciativa, el lenguaje llano, los valores y principios que siempre nos guiaron: progresismo, vanguardia, libertades, laicidad, igualdad, equidad y humanismo.
Es tiempo de construir ciudadanía y yo reclamo mi oportunidad y mi lugar como ciudadano.
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