Tres años de gobierno macrista: indicadores negativos pero con ilusión reelectoral

El presidente está convencido de que el principal logro de su gestión es haber logrado un cambio cultural: cree que la gente asumió el actual ajuste como una necesidad para que la economía crezca sana

Tiempo de lectura: -'

15 de diciembre de 2018 a las 05:03

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

Cada diciembre, los argentinos se encuentran con una serie de efemérides que encienden el debate. El 10 de diciembre se cumplieron 35 años del retorno a la democracia luego de la dictadura militar, y por lo tanto se replantea el debate sobre si el país está mejor y logró aprender de los traumas pasados. 

Pero como la fecha quedó instituida como día de asunción de cada presidente, fue también la ocasión para evaluar la gestión macrista.
Así, el tercer aniversario del gobierno de Mauricio Macri encontró a la coalición Cambiemos con una mezcla de sensaciones encontradas. Por un lado, los indicadores de la economía solo parecen traer malas noticias y actúan como un recordatorio de todos los objetivos incumplidos.

Pero, por otra parte, hay una sensación triunfalista, que se reafirmó luego de la cumbre de líderes del G20, y que está ligada a la recuperación de valores democráticos y de convivencia social, a la reinserción internacional y a la recuperación de un orgullo nacional maltrecho.

No por casualidad, el gobierno macrista eligió en este diciembre reivindicar la figura de Raúl Alfonsín, ya rebautizado como “padre de la democracia”. Una vez más, su figura volvió a las pantallas de TV e inunda las redes sociales.

Esa reivindicación es bien elocuente y es todo un síntoma de la época: Alfonsín terminó con un desastre económico sin precedentes, en medio de una hiperinflación, y debió adelantar la entrega del poder en medio de un caos social signado por saqueos y disturbios. En cambio, su sucesor, Carlos Menem, logró una década de estabilidad, boom consumista y crecimiento económico. Menem resultó reelecto en primera vuelta en 1995 y hasta coqueteó con una reforma constitucional porque se tenía fe para una re-reelección en 1999.

Sin embargo, nadie reivindica a Menem como un ejemplo a seguir. No lo hace ni el macrismo ni el peronismo. Ocurre que la década menemista quedó ligada a la corrupción y a un consumismo sin bases sólidas, cuya contracara fue la fractura social y el posterior aumento de la pobreza.

De hecho, cuando los políticos argentinos quieren “chicanearse” mutuamente se acusan de repetir las políticas menemistas. Los peronistas acusan al macrismo de ser nostálgico de las privatizaciones y el endeudamiento externo, mientras el gobierno acusa a la anterior gestión kirchnerista de haber promovido un populismo consumista que minó las bases de la economía y agrandó la pobreza que decía combatir.

La realidad es que en ambos lados se intenta un mix difícil de concretar: tener el prestigio de Alfonsín, con su discurso de respeto a las instituciones, pero la eficiencia de Menem para el manejo de la economía.

Como si fueran dos caras de una misma moneda, los dos expresidentes representan la personalidad contradictoria de los argentinos: no se cansan de proclamar que quieren ser “un país normal” –de hecho ese fue el eslogan de campaña de Néstor Kirchner en 2003– pero, al mismo tiempo, se niegan a asumir los sacrificios que todos los países “normales” hicieron para lograr un bienestar económico.

EFE

Y ahí reside la clave de un optimismo macrista que para muchos resulta inexplicable: cree haber logrado, finalmente, persuadir a la población de que el consumismo de una economía a marcha forzada no es gratis. Y que los actuales indicadores negativos de la economía son el preludio de un crecimiento sostenido. Ese fue, exactamente, el discurso que los funcionarios del gobierno, empezando por el propio Macri, repitieron durante la cumbre del G20 a los presidentes, ministros, directores de organismos multilaterales, empresarios y ejecutivos de fondos de inversión.

Una frase del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, sintetiza esa sensación: “Nunca se había hecho un ajuste de la magnitud que estamos haciendo sin que hubiera un golpe de Estado”.
En otras palabras, el gobierno cree que habría sido imposible realizar el corte de gasto público y el apretón monetario actual –y, anteriormente, un histórico “tarifazo” de los servicios públicos– si no fuera porque hay consenso social para ello. Y en su comité de estrategia electoral interpretan que las encuestas les dan la razón.

Esta semana se difundió un relevamiento de la consultora Synopsis, que marca tanto una suba en las expectativas sobre la economía como una mejora en las chances reelectorales de Macri. Todavía predomina el malhumor, claro está, pero parece confirmarse un cambio de tendencia: por segundo mes consecutivo mejoró la valoración de la gestión de gobierno y disminuyó la preocupación por la inflación.

En esa encuesta, el 36,7% responde que desea la continuidad de Macri en las elecciones de 2019. Cambiemos sigue siendo la fuerza mayoritaria. Y cuando se les pregunta a los encuestados por cómo ven el futuro –tanto del país como a nivel personal– se observa una caída de cinco puntos en las respuestas pesimistas. 

La pobreza, el peor indicador

Aferrado a esa ilusión de que, ahora sí, los argentinos entendieron que el consumo no es un derecho constitucional sino un logro que se consigue con tiempo y esfuerzo, el gobierno macrista aprieta más aun las tuercas del plan de ajuste y se resigna a los pésimos indicadores económicos. Todos los días aparecen números que confirman retracciones en la producción industrial, en la actividad comercial, en el mercado inmobiliario.

Esta misma semana se conoció uno de los datos que más pegan en la imagen y en el ánimo de Macri. El relevamiento de pobreza que realiza la Universidad Católica indica que ya un pavoroso 33,6% de la población vive con necesidades insatisfechas. Y dentro de esa cifra, 6,1% sobrevive en la indigencia –es decir, no puede comprar una canasta alimentaria básica–.
Macri había dicho en su propio discurso de asunción de hace tres años que llegar a la “pobreza cero” era uno de sus tres objetivos fundamentales de gobierno. Y luego, cuando se volvieron a difundir los índices oficiales que durante la gestión kirchnerista se habían suspendido, dijo que el parámetro por el cual él juzgaba ser evaluado como presidente era si se había logrado una disminución en la pobreza. 

Para empeorar la situación, estos nuevos datos implican que en apenas un año se agregaron 2,2 millones de nuevos pobres. La noticia ocupó la tapa de los diarios y el espacio de los informativos de TV, opacando una noticia relativamente buena que se había conocido el mismo día: la inflación consolidó su baja. Claro que un 3,2% no da para festejar mucho: la Argentina tiene todavía en un mes una inflación mayor a la que la mayoría de los países tienen en un año. 

Pero para el equipo económico, ese número sirve como confirmación de que el apretón monetario instituido por la nueva conducción del Banco Central –con tasas de interés que llegaron al 73%– empieza a dar resultado. Después de todo, los meses anteriores habían dado cifras estratosféricas: 6,5% en setiembre y 5,4% en octubre. A primera vista, la leve mejora en la inflación parece poco como para justificar el optimismo del gobierno. El hecho de que se haya logrado a expensas de encarecer el crédito no hace más que echarle nafta a la recesión.

Este año, según pronostican la mayoría de los analistas independientes, va a terminar con una retracción de 2,7%  en la actividad. El economista Miguel Broda pronostica que esto implicará un “efecto arrastre” de 3,3% negativo. No es precisamente un escenario ideal para un año electoral.

Las arengas emotivas

Y sin embargo, Macri no deja de repetirle a todo el mundo que será reelecto en primera vuelta. Se aferra para ello a algunos módicos datos esperanzadores. Por ejemplo, que el aumento de la pobreza es reflejo de la caída salarial pero no de un aumento masivo del desempleo: en consecuencia, cree que cuando se haga realidad una baja brusca de la inflación, se revertirá rápidamente.

Sobre todo, el gobierno cree que éste es el peor momento de la economía, el piso en el nivel de actividad, pero que durante 2019 la población empezará a percibir una recuperación rápida. Se basa para esa esperanza en las buenas perspectivas para la producción agrícola, así como en la recuperación de la competitividad, fruto de la gran devaluación de este año.
Los funcionarios del equipo económico argumentan que la economía argentina se puede graficar como una “V”. Es decir, con una caída fuerte pero también con una recuperación acelerada. 
Es el mayor punto de divergencia con el gremio de los economistas, que más bien perciben una “L”, es decir un largo período de estancamiento luego de la gran caída.

Hay otros motivos de esperanza que los macristas no se animan a decir en público. Por ejemplo, que gracias a la nueva política cambiaria, el dólar se mantendrá “planchado” todo el año que viene, lo cual lo reconciliará con la clase media que podrá volver a viajar al exterior y comprar artículos importados. También, el hecho de que el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional garantiza el financiamiento del gasto público y de los vencimientos financieros de todo el año.

Pero, sobre todo, Macri cree que el mayor activo que cosechó durante su gestión es de tipo cultural: está convencido de que los argentinos comprenden que el sacrificio actual es necesario para que la economía crezca a futuro.

No por casualidad, se lo ve más emotivo que lo habitual. En esta semana, en medio de los indicadores negativos, volvió a llorar –como había hecho en el teatro Colón durante la gala del G20-, luego de arengar a sus ministros, que terminaron aplaudiéndolo bajo el grito “Argentina, Argentina”. 

Algunas cifras

5,8% 
cayó la actividad económica en setiembre  en la variación interanual. 

35,2%
es el índice de capacidad ociosa en la industria argentina. 

-5,9%
fue la variación anual de compras en supermercados.

40,7%
descendieron las ventas inmobiliarias en Buenos Aires el último año. 

46%
bajó la venta autos 0 km en noviembre en la variación interanual.

9,6%
es la población activa en desempleo a noviembre. 

33,6%
es el porcentaje de pobreza, según la medición de Universidad Católica. La oficial es de 25,7%. 

48,5%

cerró la inflación Argentina en los 12 meses  a octubre. En el último mes fue de 3,2%, según el relevamiento del Indec. 

 

 

CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.