Juan Samuelle

Triple entore

"Así funciona la ciencia, contraponiendo permanentemente las sugerencias científicas"

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26 de junio de 2020 a las 22:48

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Por Pablo Carrasco, especial para El Observador

Imaginemos por un momento a los antepasados de nuestros bovinos, cuando no se trataba de una especie domesticada. Seguramente se movían en manada, eran nómades, los terneros no se separaban de sus madres por mucho tiempo. Si bien desconozco la estructura jerárquica dentro de la manada, lo que es seguro es que la cantidad de machos fértiles no escaseaba.

Pues bien, la naturaleza dota a las especies de aptitudes únicas que permiten alcanzar su sobrevivencia a perpetuidad. La naturaleza es extremadamente precisa en sus mecanismos. El funcionamiento en manada es un mecanismo de defensa frente a sus predadores y le dio una característica fundamental: las vacas presentan un celo cada 21 días durante todo el año siempre y cuando tengan un estado corporal que asegure la capacidad de criar un ternero sano. Esta aptitud para quedar preñada queda suspendida cuando da de mamar a un ternero recién nacido o cuando la escasez de comida impide un buen estado físico. Una brillante estrategia.

A partir de los años 70, tanto en Uruguay como en los países vecinos se comenzó a poner “orden” en lo que “perjudicaba” a la ganadería: el entore continuo. En realidad su talón de Aquiles no era la continuidad del entore, sino la puntualidad del destete en agosto, con su consabida fiesta tradicional: la yerra. La solución fue elegante y tuvo una excelente racionalidad agronómica. Hacer coincidir la curva de pasturas con las necesidades de las vacas. El propio profesor Jaime Rovira, el investigador más importante de la historia de la ganadería uruguaya, reconoce sin embargo que la preñez tiene mucha mejor vinculación con el estado corporal de la vaca al parto que con el tratamiento nutricional posterior a este. La avanzada edad al destete de los terneros en aquellos años condenaba a las vacas a parir en mal estado y frente a ese hecho solo era posible mejorar el tratamiento nutricional de la madre durante la lactancia.

Desde ese momento hemos hecho carne de manera casi obsesiva la necesidad de preñar los ganados en tres o cuatro celos de los 17 disponibles a lo largo del año. Una parte mayoritaria de los costos de los establecimientos de cría está dedicada a lograr la preñez en esa ventana del año. Una solución adecuada a su tiempo, que se mantiene a pesar de los grandes cambios experimentados en 50 años.

Los sistemas de cría, extremadamente rígidos, donde no podemos modificar la duración de la preñez, ni la frecuencia de mellizos por ahora, solo nos deja el recurso de una mejor preñez. Los sistemas extensivos como principio general basan su rentabilidad en la baja de los costos de producción y cuando miramos los recursos a la mano de los productores vamos a entender que el tiempo es el recurso indiscutiblemente más barato.

Se trata de cambiar el paradigma del porcentaje de preñez por el de intervalo interpartos. Un intervalo interparto de 12, 13 o 14 meses, equivaldrá a preñeces de 100, 92 y 86% respectivamente invirtiendo solamente en la espera. Para romper con el histórico 65% de preñez que nos persigue como un karma, bastará con utilizar las opciones que la naturaleza nos da de preñar las vacas todo el año. Con esto resuelto, la edad al destete será la perilla que determinará exactamente la duración de tal intervalo. A nivel nacional, hablamos de 800 mil terneros más, y a menor costo que el actual.

Un nuevo entore de dos meses alternando con el mismo período entre entores genera tres oportunidades en el año para preñar la vaca cuando ésta esté pronta. Un entore triple para el que no tenemos espacio de mayor explicación.

Esta propuesta está precedida por mi predica desde el año 2000 y la reacción que siempre ha generado entre los productores es la ofensa, por irreverente, de sentir la sugerencia como una agresión con nombres y apellidos. Sin embargo, así funciona la ciencia, contraponiendo permanentemente las sugerencias científicas.

Si así no fuera, de no haber existido Pitágoras, la tierra todavía sería plana.

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