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Trump y la decadencia del Partido Republicano

Campaña presidencial del magnate puso en evidencia la deriva republicana
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27 de julio de 2015 a las 05:00

Lenguaraz, extravagante, polémico, provocador, ofensivo, irritante… Muchos adjetivos pueden usarse para definir a Donald Trump, el magnate neoyorquino ahora lanzado a la conquista de la Casa Blanca. Lo que nunca podrá decirse es que no se destaque o que no concite la atención de los medios.

En apenas un mes de campaña por la nominación del Partido Republicano, Trump ha ofendido a más gente y generado más polémica a su alrededor que las últimas tres campañas presidenciales juntas, con todo lo que en ellas estaba en juego, en una época marcada por las guerras, la crisis financiera y los atentados en suelo estadounidense.

“The Donald” se las ha ingeniado para indignar al mismo tiempo a la comunidad latina, al gobierno demócrata, a los mexicanos, a varios países, al establishment de su propio partido y sobre todo para que, adonde vaya, lo siga un séquito de cámaras y móviles de todos los canales de televisión. La mezcla improbable de celebridad sui géneris, entretenimiento, indignación y extraño atractivo que provoca el millonario, resulta irresistible para los medios.

Pero lo más sorprendente ha sido que, en medio de todos sus dislates y controversias, ha pasado a encabezar las encuestas en la interna republicana, sacándole largos 14 puntos de ventaja a su inmediato seguidor, Jeb Bush. Lo que habla, por un lado, del sentimiento xenófobo y antiinmigrante que pervive en el llamado partido de Lincoln, y por otro, de la deriva ideológica y de liderazgo que ha sufrido esa agrupación en los últimos años.

Desde la presidencia de George W. Bush (2001-2009), los republicanos comenzaron a desdibujarse en un sinfín de justificaciones para las guerras lanzadas por el entonces presidente y su cuestionada gestión al frente de la Casa Blanca.

Luego, en 2008, el ascenso del demócrata Barack Obama como el primer presidente negro del país, en medio de un clima de gran entusiasmo y esperanza, les asestó el golpe doble de perder la presidencia con un rival popular.

Desde entonces no han logrado recuperarse. En los primeros dos años de Obama en la presidencia, los republicanos intentaron refugiarse en una oposición seria y responsable, que acompañaba algunas políticas de gobierno que no se apartaran demasiado de su base ideológica, pero sin mayor convencimiento y, sobre todo, sin generar mayor atractivo entre la ciudadanía, y sí mucho descontento en sus filas.

Esto generó el ascenso del ala radical del Tea Party y su desembarco en 2011 en el Capitolio, lo que dio inicio a un período de grandes divisiones en el Congreso y de obstrucción a la mayoría de las medidas de gobierno.

La división y el enfrentamiento tampoco le dieron resultado al Partido Republicano, que en 2012 volvió a perder las elecciones presidenciales, otra vez a manos de Obama.

Y ahora los demócratas cuentan con una firme candidata en Hillary Clinton para 2016 (prometiendo otra vez hacer historia en la Casa Blanca, esta vez, con una mujer al frente), y los republicanos no pueden siquiera acomodar la casa para sacarse de encima a un excéntrico magnate que, un día sí y otro también, expectora algún disparate quemante frente a las cámaras.

Que los mexicanos que van a Estados Unidos son –palabras más, palabras menos– todos unos criminales, narcos y violadores y que “alguno bueno habrá”; que él levantará un muro en toda la frontera sur de Estados Unidos y hará que lo pague el gobierno de México; que los asiáticos les quitan los empleos a los estadounidenses; que Obama no es ciudadano de Estados Unidos porque nació en Kenia; que los negros y los latinos son responsables por el 98% de los crímenes que se cometen en Nueva York; que las personas delgadas no toman Coca Light… El collar de perlas marca Trump es interminable. Y cada vez que suelta alguna de estas bravatas, parece que va a ser la última. Siempre se gana una avalancha de reproches y condenas, además de los boicots y las terminaciones de algunos contratos comerciales. Pero los medios le siguen dando cobertura y ocupándose de él, como lo hace esta humilde nota.

Solo el portal de noticias estadounidense The Huffington Post ha tomado la decisión de no cubrir más la campaña política de Trump y pasar todas las notas y artículos relacionados con el candidato a su sección de Entretenimiento.

Como sea, su liderazgo en las encuestas para la nominación republicana parece ser algo pasajero. Es de esperar que a medida que vaya avanzando la interna, el magnate quede por el camino, o que si llega a alguna de sus instancias finales (cosa que se ve difícil), pierda, seguramente a manos de Bush o de algún otro candidato más serio.

Pero como están las cosas en el GOP, ya nada sorprendería.

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