Camilo dos Santos

Un hombre que murió de frío y la politiquería que solo resta

Hay muchas personas que no tienen un lugar en el mundo por diversas razones, pero pocas de forma tan dolorosa como quienes terminan viviendo en la calle

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10 de julio de 2020 a las 21:39

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Un hombre de 31 años murió de frío en la noche más inhóspita del año, cuando regía una alerta naranja. Murió por una ecuación de variables infalibles: burocracia estatal, descoordinación y falta de sentido común. En la ecuación entra un ministro, un ministerio, un sistema de refugios, un funcionario que dijo que no, un fiscal que le dio salida, un policía que en vez de hacerlo pasar a una sala de espera dijo no. En todos los casos, todos hicieron lo que dice el manual.

Esperé más de una semana para escribir sobre este hecho tan triste porque quería evitar la reacción veloz, casi injusta, cargada de culpas parciales o partidismos innecesarios, cuando lo que realmente importa es que se murió un hombre por causas prevenibles. En estos días, buena parte del sistema político llamó a no politizar el tema. Y buena parte irremediablemente convirtió una tragedia en una anécdota, porque el debate se centró más en culpas y culpables que en procesos y soluciones.

Quien explicó mejor lo que pasó fue el propio ministro de Desarrollo Social, Pablo Bartol, en el Parlamento. Luego de detallar los cambios que se hicieron y se planean en el sistema que intenta amparar a las personas en situación de calle, no tuvo reparos en aceptar lo que rompe los ojos: “El refugio cumplió con su parte, con su protocolo y con su contrato. Puerta de Entrada –que es otra organización social tercerizada del ministerio– también cumplió con su parte. La Justicia dice haber cumplido con la suya y también la policía. Lamentablemente, esta cadena de contratos y protocolos –en los que cada uno cumplió con su parte– no cumplió con lo esencial, que era proteger la vida de Gustavo. No lo cumplimos, le fallamos como sociedad, y como Ministerio de Desarrollo Social nos queremos hacer cargo por la cuotaparte que nos toca en esta cadena de responsabilidades. Nos queremos hacer cargo para que nunca más nos vuelva a suceder algo así”.

Cuando el hombre pidió lugar, no había. Se puso violento, se lo llevó la policía y la fiscal lo dejó en libertad. Habían pasado dos o tres horas desde que Gustavo había pedido amparo y para entonces ya había unos 11 cupos, explicó Bartol. Pero Gustavo ya estaba en la calle de nuevo. “Para él en ese momento existió un vacío, un Estado que se abrió, que lo dejó solo, sin amparo, en una situación terrible”, dijo el ministro.

A la hora de buscar mea culpas no hay una mucho más clara que esta. ¿Esto exime al ministro y a su equipo de toda responsabilidad? De ninguna manera. Pero es bueno reconocer los errores y luego, ojalá que por fin sea así, buscar soluciones para intentar que no sucedan de nuevo.

Camilo dos Santos

Conviene recordar que lo que le pasó a Gustavo fue en parte la horrible consecuencia de años en los que la cantidad de personas que viven en la calle no ha parado de crecer. ¿Esto es responsabilidad de tres gobiernos del Frente Amplio? Difícilmente. Esos gobiernos también intentaron enfrentar el tema como supieron y pudieron.

En 2006 había 739 uruguayos viviendo en la calle; en 2011 eran 1.023, en 2016 eran 1.651 y en 2019 fueron 2.038 personas, casi la mitad de los cuales dormían a la intemperie. Con este crecimiento exponencial como antecedente, la mesa estaba puesta para una tragedia. Como se sabe, este fenómeno no se relaciona directamente con una coyuntura económica desfavorable. Las personas que viven en la calle no son mayormente “pobres” desde el punto de vista socioeconómico; hay muchos que sufren adicciones y enfermedades mentales.

Hoy el día está helado y de nuevo algunos uruguayos tratarán de encontrar un lugar para dormir entre cuatro paredes, un lugar que el Estado en ciertos casos no podrá darles. Lo reconoció el propio subsecretario, Armando Castaingdebat. “Sepamos que todos los días nos encontramos con que lamentablemente hay muchísimos más uruguayos tratando de encontrar un lugar de los que hoy realmente tiene el Estado”, dijo, a pesar de que esta administración aumentó en 500 los cupos de refugios, sobre todo como reacción ante la pandemia.

Algunos políticos de la oposición aprovecharon la volada para decir que se está desmantelando el Mides o al menos algunos de sus programas insignia. Por ahora no hay evidencia de que esto sea así, más allá de que toda nueva administración hace cambios que luego el tiempo y la ciudadanía dirán si son certeros o no. El presidente Luis Lacalle Pou dijo desde un principio que no iba a cerrar el Mides porque lo que hace ese ministerio es necesario. La suya fue una apuesta política acertada pero también arriesgada: es el ministerio que más se asocia con 15 años de gobierno frenteamplista.

Camilo dos Santos

Hubo excepciones honestas a la hora de hacer politiquería sobre una tumba. El propio exministro de Desarrollo Social Daniel Olesker fue agudo y crítico a la hora de preguntarle a las actuales autoridades sobre planes y alcances, pero no se dedicó a seguir metiendo el dedo en una herida que estará abierta hasta que todos los “sin techo” tengan donde vivir. La senadora Liliam Kechichian dijo en la comisión: “Quienes ya hemos gobernado sabemos de la dificultad de algunos temas. (...) Ni antes ni ahora estos temas deben ser politizados; son asuntos que realmente nos conmueven como sociedad y tenemos que ser capaces de buscar soluciones en conjunto. Sin embargo, el Estado tiene una responsabilidad muy grande”.

También hubo jerarcas de gobierno que aprovecharon para tirar patadas hacia el pasado y muchos dirán que esto es razonable, una vez que son atacados por un problema estructural como lo es el de quienes viven en la calle. Pero no está bien. Si alguien muere y se asume esa responsabilidad desde el presidente al ministro, luego hay que bancar estoicamente y seguir adelante para cambiar un sistema por cuyos agujeros se coló una muerte. Es difícil en política pero a veces solo hay que poner la otra mejilla y seguir adelante.

“Un lugar en el mundo”, dijo Bartol cuando describió una de las líneas de acción que busca llevar adelante su administración. Hay muchas personas que no tienen un lugar en el mundo por diversas razones, pero pocas de forma tan dolorosa como quienes terminan viviendo a la intemperie, acarreando de acá para allá con unas pocas pertenencias, acompañados en muchos casos de una mascota fiel que los hace sentirse humanos mientras que el resto de los humanos, nosotros, los ignoramos. 

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