Opinión > EDITORIAL

Un mal del presente

Los mercados principales de la región parecen que viven en su propia burbuja
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02 de agosto de 2019 a las 05:03

Son preocupantes las actitudes y los desvelos de los políticos de América Latina, que parecen alejados de los inquietantes nubarrones que están encapotando la economía mundial y en momentos incluso en que empiezan a caer las primeras gotas en la región. 

La inquietud por la desaceleración mundial quedó dibujada con mucha nitidez con la decisión de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) del miércoles pasado de reducir las tasas de interés 25 puntos básicos por primera vez desde la crisis financiera de 2008. 

El desánimo de los inversores por la marcha de la economía global y las crecientes preocupaciones por los efectos negativos en el comercio por la guerra arancelaria entre Estados Unidos y China quedaron también registrados en las últimas proyecciones de la Cepal. La economía de América Latina y el Caribe crecería 0,5% en 2019 –muy por debajo de la estimación anterior de 1,3–, afectada por débiles desempeños de las influyentes economías de Brasil y México.

Los gobernantes de la región no están teniendo una actitud inteligente en relación al “deterioro generalizado” de una coyuntura de incertidumbre y perplejidad. 

El caso más inquietante es el del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que en sus ocho meses de gobierno ha tenido una gestión populista de izquierda, voluntarista, en la que el Estado recupera un papel más interventor. Es un mandatario que se inspira en las políticas dirigistas de la década de 1940 a 1970 sobre las que ya podemos vislumbrar el desastre económico que se avecina.
Es diferente el ejemplo del presidente Jair Bolsonaro en Brasil que está comprometido con una agenda de reformas estructurales –como la de la seguridad social– y privatizaciones de empresas públicas, necesarias para que el país se ponga de pie. Pero, lamentablemente, las energías del mandatario en una agenda revisionista política y cultural están provocando una fuerte polarización, que puede afectar el necesario apoyo de un Congreso muy dividido. 

Colombia, por su parte, no logra levantar la cabeza de las aguas embravecidas del conflicto interno de más de medio siglo, pese al acuerdo de paz. La agenda del gobierno de Iván Duque está dominada por problemas políticos domésticos que no le dan respiro y no le permiten centrarse en su urgente plan de desarrollo.  

Todos sabemos de las dificultades de la Argentina de Mauricio Macri, que heredó una economía en crisis y que su plan, apoyado por el Fondo Monetario Internacional, recién ahora parece mostrar una mejor cara, lo que contribuye a mejorar su popularidad. Pero sigue habiendo una fuerte recesión y un electorado golpeado por la pobreza y la falta de trabajo que podrían inclinarse a apoyar en las elecciones de octubre a la fórmula peronista de Alberto Fernández y Cristina Fernández, que prometen un gobierno proteccionista y probablemente revivan las prácticas populistas del kirchnerismo. Ya sabemos también cómo termina esta historia.

Por diferentes razones políticas, los cuatro mercados más importantes de la región parecen vivir en su propia burbuja y no prestan la debida atención a una economía global que se desinfla. Siguen un camino equivocado o están dominados por la política doméstica mas no por la economía, un mal de estos tiempos. 

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