Para los argentinos, el fútbol no es simplemente un deporte; es una pasión indescriptible. Un sentimiento que se asemeja a una devoción impuesta por una sociedad que vive y respira el balompié. Y lo que aconteció en las playas de Mar del Plata fue una nueva manifestación de la locura desencadenada cuando la pelota comienza a rodar.
La prohibición a la derrota, el orgullo ante una broma rival y el apremiante deseo de alzarse con la victoria generaron un cóctel explosivo que no culminó de la manera esperada en una tarde que prometía ser tranquila.
El escenario era una jornada radiante en Playa Grande, donde un grupo de jóvenes entusiastas decidió organizar un partido improvisado que rápidamente atrajo la atención de curiosos y espectadores. La ausencia de partidos de la Copa de la Liga impulsó la convocatoria de turistas en las doradas arenas bonaerenses. Sin embargo, el desenlace no cumplió con las expectativas.
Con arcos improvisados utilizando buzos y sin la presencia de árbitros, el partido comenzó en un ambiente animado y festivo. No obstante, a medida que avanzaban los minutos, la atmósfera se volvió tensa y lo que inicialmente parecía una actividad recreativa derivó en una serie de situaciones conflictivas.
Las escenas capturadas por los teléfonos celulares de los presentes se convirtieron en un fenómeno viral en las redes sociales debido a la inesperada reacción de los jugadores amateurs. Los videos muestran agresiones constantes, provocaciones y enfrentamientos físicos entre los participantes: lo que comenzó como un simple empujón tras una jugada aguerrida desencadenó una serie de reacciones que culminaron en una batalla a puñetazos en plena orilla del mar.
Mientras los involucrados se enzarzaban en una pelea tumultuosa, la multitud que se había congregado para disfrutar del partido se transformó en una suerte de tribuna, entonando cánticos de fútbol y coreando consignas populares. El ambiente festivo se desvaneció rápidamente, dando paso a la confusión y al caos.
En uno de los videos, se aprecia cómo la rivalidad entre los jugadores se intensifica, con empujones, forcejeos y gritos que eclipsan la esencia inicial del encuentro. Jugadores, a ver si ponen huevo, que no juegan con nadie, se escuchaba desde los sectores del terreno a pocos metros, donde las olas del mar rompían contra la arena.
La catástrofe alcanzó su punto álgido cuando un joven provocó la airada reacción de su oponente, desencadenando una serie de golpes. Y la situación se complicó aún más cuando algunos intentaron intervenir para separar a los contendientes. El caos generalizado se apoderó del lugar cuando una de las personas que grababa la escena tropezó con una heladerita de camping. Mientras tanto, los hinchas que no apoyaban a ningún equipo, sino que se divertían con el combate ajeno, entonaban “soy argentino, es un sentimiento, no puedo parar”...
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