Un cargamento de 600 kilos de cocaína incautado en Francia el pasado 16 de mayo volvió a poner a Uruguay en la mira de la Policía europea (Europol). Según pudieron comprobar los investigadores, la droga, que tenía un grado de pureza del 90% y un valor de mercado de US$ 180 millones, había salido del Aeropuerto Internacional de Carrasco escondida en un jet privado.
Se trata del segundo gran cargamento de cocaína incautado en Europa en lo que va del año que tiene como origen a Uruguay, un país que no produce la droga, pero que cada tanto es utilizado por los narcotraficantes internacionales como vía alternativa para poner su producto en el redituable mercado del viejo continente. En abril la Aduana de Alemania incautó 440 kilos de cocaína de un barco que llegó al puerto de Hamburgo con un cargamento de arroz uruguayo. El buque había salido del puerto de Montevideo y su destino final era Freetown, en Sierra Leona, pero fue detenido antes en Hamburgo.
Los investigadores uruguayos que analizaron ese caso manejaban como hipótesis que la droga había sido cargada en Brasil y no en Uruguay, pero lo cierto es que el barco con el cargamento ilegal había partido de Montevideo.
En tanto, en mayo, la policía uruguaya desarticuló a una banda que organizó el ingreso al país de 431 kilos de cocaína. El cargamento fue detenido a la altura de Ruta 1, próximo a Santiago Vázquez, y según los investigadores, el objetivo era enviar la droga a Europa.
El cargamento podría alcanzar los US$ 3,5 millones de valor de mercado en Uruguay, pero más de US$ 40 millones en el viejo continente.
En el operativo la fiscalía llevó ante la Justicia a cinco uruguayos y tres colombianos. Tras el operativo, la fiscalía especializada en Estupefacientes de 1° turno, a cargo de Mónica Rivero, se dedicó a investigar si la banda había logrado ingresar al país otro cargamento además del incautado, con la hipótesis de que el grupo buscaba crear una red estable para usar a Uruguay como vía de salida de cocaína hacia Europa.
Por otra parte, en setiembre de 2018, funcionarios de Aduana y de la Armada incautaron un contenedor con destino a Bélgica en el que se encontraron unos 417 kilos de cocaína escondida en fardos de lana sucia. Detrás de aquel cargamento se encontraba un uruguayo que es conocido como el Turco, quien ya había sido investigado en 2006 por intentar ingresar en el mercado portugués 93 kilos de cocaína dentro de un contenedor con garbanzos, según informó entonces Subrayado.
El cargamento tenía un valor de mercado en Europa que superaba los US$ 20 millones. El Turco, que había sido contratado por narcos extranjeros para ocuparse de la exportación del cargamento, cobraría US$ 2.000 por kilo enviado. Por el total del cargamento recibiría US$ 800 mil.
Pero los hechos más recientes siguen estando lejos del récord de incautación registrado en 2011, cuando la policía requisó 2.174 kilos de cocaína colombiana a bordo de un yate en la marina del puerto de Santiago Vázquez (río Santa Lucía), en un operativo conjunto de la Brigada de Drogas y la Prefectura Naval.
El operativo Guerrero de los Balcanes tuvo la participación de efectivos de Europa, America del Sur y del Norte. Los narcotraficantes querían llevar la droga hacia Europa.
La policía boliviana detuvo el sábado en ese país a Javier Eduardo González Rivero, un uruguayo dedicado al tráfico internacional de cocaína, quien venía siendo buscado en Uruguay primero por participar en una golpiza, y después por haber coordinado el envío de 180 kilos de cocaína que tenían por destino el mercado europeo. Pero este hombre, que se espera que en los próximos días sea llevado ante la Justicia uruguaya, está lejos de otros narcotraficantes de porte que se instalaron en el país.
En 2002 llegó a Uruguay el mafioso italiano Rocco Morabito, y permaneció invisible para la policía uruguaya y la Justicia italiana hasta que en 2017 fue detenido en un hotel de Montevideo. Con el nombre falso de Francisco Capeletto, Morabito, quien era conocido como el rey de la cocaína en Milán, controlaba desde Punta del Este el tráfico de drogas desde América Latina hacia el sur de Italia.
Morabito permaneció tras las rejas hasta que el 23 de junio se fugó junto a otros tres presos que esperaban ser extraditados. Aunque el resto de los fugados fue recapturado, Morabito todavía permanece prófugo.
Como cómplice de esa huida fue enviado tras las rejas un ciudadano ruso que tenía una pizzería en Punta Carretas, donde el día de la fuga el mafioso italiano pasó la noche.
También en Punta del Este se había radicado el mexicano Gerardo González Valencia, uno de los líderes del cartel de Cuinis. Gerardo González Valencia fue detenido en Uruguay en abril de 2016, donde vivía desde 2005. Pretendía irse del país, pero fue detenido a la salida de un colegio de Carrasco adonde había ido a buscar a sus hijos.
El gobierno de Estados Unidos considera que Los Cuinis son la organización mexicana de tráfico de drogas más rica del mundo, con más poder que el reconocido Cartel de Sinaloa fundado por Joaquín El Chapo Guzmán, según un informe de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA).
La desconocida organización es la que tiene mejores redes de distribución hacia Europa, Canadá y Asia. Los rentables negocios del narcotráfico también les han permitido lavar las ganancias en el sector inmobiliario.
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