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Vuelve la histeria por el dólar paralelo en Argentina y el gobierno amenaza con sanciones

El “blue” ya duplica al tipo de cambio oficial, lo cual pone presión para una devaluación. El Ejecutivo toma medidas contra las cerealeras y quiere un “escrache” de quienes operan el “contado con liqui”

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18 de mayo de 2020 a las 05:00

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Uno de los datos que más alarma causó en la City porteña llegó desde Uruguay: el hecho de que las casas de cambio tomen el peso argentino a un tipo comprador de $ 0,22 supone una paridad implícita de 207 pesos argentinos por dólar.

Es decir, el triple de la cotización oficial del dólar en Argentina, e incluso un 50% por encima del tipo de cambio paralelo, el famoso “blue”. Hace apenas seis meses, cuando recién se había instaurado el impuesto de 30% a la compra de dólares, los argentinos que iban a Uruguay se encontraban con que ese tipo de cambio implícito se ubicaba en 124 pesos argentinos por dólar, lo cual ya era un indicador elocuente sobre la expectativa devaluatoria que se había instalado en el mercado.

El tema cambiario, una vez más, saltó al primer puesto en la agenda política, al punto de que los funcionarios de todas las áreas no dejan de pensar medidas para aplacar al mercado paralelo.

En los últimos días, con un rígido “cepo” que apenas permite comprar US$ 200 por persona cada mes, y en medio de un desplome histórico de la economía, aquellos pocos que tienen capacidad de ahorro se han volcado al mercado del “blue”, que tiene un volumen muy pequeño y, justamente, por eso, refleja grandes oscilaciones.

En plena cuarentena, la compra de este dólar se ha hecho más complicada porque la gente no tiene fácil acceso a las llamadas “cuevas” de la City –casas de cambio informales, escribanías y negocios afines con el manejo de divisas- y entonces se utiliza un sistema de “delivery” que encarece la operación.

Lo cierto es que el paralelo, que antes de la cuarentena estaba anestesiado y se ubicaba incluso por debajo del “dólar turista” –es decir, el oficial más el 30% del nuevo impuesto- ahora está en una escalada que lo llevó al nivel de 140 pesos argentinos.

En la City circulan audios de Whatsapp en los que gente que presume de tener llegada al gobierno afirma que en el equipo económico se resignan a un blue en 200 pesos en poco tiempo.

Buscando el nuevo equilibrio

Ante esta situación, se reedita el clásico debate sobre cuál debería ser el “precio correcto” del dólar. Y, como siempre, hay múltiples opiniones según la definición que cada uno haga sobre cuál sería el tipo de cambio de equilibrio.

Para quienes se manejan con criterio de convertibilidad –es decir, sacan la cuenta comparando el nivel de reservas del Banco Central contra la base monetaria- entonces el blue no estaría sobrevaluado. Porque si se toma la masa de pesos circulante más los depósitos bancarios y se lo divide entre los US$ 43.000 millones de las reservas, entonces la cuenta da 130 pesos argentinos por dólar.

Pero otros indicadores hablan de un precio de “overshooting” que no se justifica con el tipo de cambio histórico de Argentina.

Un informe de la Fundación Mediterránea comparó precios de productos argentinos –considerados al tipo de cambio oficial- con los de otros países, y llegó a la conclusión de que Argentina no está cara en términos de dólares. En rubros como productos alimenticios es más barata que las economías avanzadas, mientras que pierde competitividad en otros como ropa; pero en términos generales no luce cara como en los típicos momentos de apreciación cambiaria.

“Argentina cuenta con precios más baratos en el 75% de los productos o más. Vale destacar el caso de algunos servicios, como transporte público y costo del alquiler de un inmueble, en que Argentina muestra valores predominantemente más bajos que otros países, inclusive en 2017, cuando nuestro país contaba con precios generalmente más altos en la mayoría de los bienes”, dice el informe.

Otra consultora, LCG, comparó el nivel actual con el tipo de cambio promedio del período 2003-2005, en el arranque gobierno de Néstor Kirchner, uno de los momentos históricos de tipo de cambio más competitivo. Para volver a ese nivel, la paridad tendría que ser de 97 pesos, es decir un 40% encima del dólar oficial, pero aun así muy por debajo de lo que se refleja en el mercado paralelo.

Y yendo al análisis más técnico, el dato que llama la atención es que en este momento el país está en un equilibrio de su cuenta corriente. Es algo inusual, dado que Argentina tiene una histórica tendencia a tener déficit –es decir, es mayor el flujo de dólares que salen que el que entra al país-, lo cual lleva a tener que compensar vía endeudamiento.

Los momentos de corrida cambiaria siempre coinciden con grandes déficits de la cuenta corriente, como el de 6 puntos del PBI que había durante la gestión de Macri, antes de la gran devaluación de 2018.

Pero ahora, lejos de esa situación hasta hay una proyección de dos puntos de superávit de cuenta corriente, como consecuencia del abrupto corte en algunos rubros de salida de divisas. Por ejemplo, el turismo, que el año pasado dejó un déficit neto de US$ 5.600 millones, este año bajará casi a cero. Además, el bajón de importaciones determinará que haya un resultado positivo de la balanza comercial por unos US$ 13.000 millones.

La solución por la vía de la represión

Con esos datos a la vista, la sensación podría ser que el pánico por el dólar paralelo no se justifica. Sin embargo, hay otros factores que juegan a favor de que eso ocurra. Y, paradójicamente, casi todos tienen que ver con el gobierno.

Para empezar, los economistas cuestionan que el Banco Central no haya acompañado el movimiento devaluatorio que hicieron los demás países de la región cuando empezó la crisis del coronavirus. Si bien el peso argentino sigue siendo competitivo, en las últimas semanas ha perdido terreno frente a Brasil, que este año pasó de una paridad de 4 reales por dólar a una de 5,85 mientras el peso argentino casi no se movió.

Pero, sobre todo, la mayor crítica apunta a que en el afán de reprimir el movimiento del dólar en el mercado paralelo no ha hecho más que exacerbar la corrida. En las últimas semanas, hubo una sucesión de regulaciones que prácticamente prohíben la operatoria conocida en la City como “contado con liquidación”.

Consiste en la triangulación de bonos o acciones mediante el cual se compra un título en pesos en Buenos Aires y luego se lo vende en dólares en la bolsa neoyorquina. De esa operación surge un tipo de cambio implícito, que hasta antes de la crisis se ubicaba en un 35%. Se trata de un negocio legal que, dada la vigencia del estricto “cepo”, se convertía en la única forma por la cual las empresas podían hacerse de divisas.

Pero cuando esta cotización empezó a crecer, el gobierno acusó a los grandes jugadores del mercado de estar especulando y querer forzar al Banco Central para que hiciera una devaluación.

Una sucesión de medidas regulatorias hicieron más difícil esa operatoria, con lo cual ocurrió lo inevitable: quienes no podían hacerse de dólares por la vía legal, se pasaron al mercado negro, donde la pequeñez del volumen negociado llevó a la disparada del precio.

“Siempre pasa lo mismo. Cada vez que los dólares paralelos se escapan, los gobiernos aumentan los controles para operar. Automáticamente eso asusta a la gente y el blue aumenta. Nada nuevo bajo el sol”, comentó Miguel Kiguel, director de la consultora Econviews.

En ese marco, se repitió otro clásico argentino: los productores de soja y otros rubros de exportación agrícola, al ver cómo se escapaba el paralelo, tendieron a guardar su producto en las silobolsas, a la espera de que el gobierno corrigiera el tipo de cambio oficial, que es el que ellos reciben por su venta. De hecho, el aporte del agro en abril fue un 20% inferior al registrado el año pasado.

El gobierno, furioso por esa situación, a su vez acusó  las grandes cerealeras de estar conspirando. Incrementó los controles ante la sospecha de subfacturación de exportaciones y tomó medidas para forzar la liquidación de divisas. Por ejemplo, impuso un límite a los créditos subsidiados a todo productor que mantenga un acopio de su producción de trigo o soja superior al 5% de su capacidad de cosecha anual.

Además, el Banco Central dio marcha atrás en su política de baja de las tasas de interés, y decidió poner un piso a los plazos fijos, de forma tal que aquellos con sobrantes de pesos vuelvan a ver un atractivo en las colocaciones en moneda nacional.

La última medida consistió en una mejora de la tasa para los grandes depositantes, que antes recibían un 20% y ahora tendrán un 26%, una tasa que de todas formas sigue siendo la mitad de la inflación esperada para este año.

La represión no termina ahí, sino que llega al nivel del “escrache”, porque el gobierno presionan a los operadores de bolsa para que se publiquen los nombres de los principales compradores del “contado con liqui” y amenaza con ir a la justicia.

Con la inflación en la mira

Es una incógnita si las medidas del gobierno alcanzarán para calmar al mercado o si, como indican los antecedentes históricos, deberá hacer una corrección para achicar la distancia entre el tipo de cambio oficial y el blue.
Algunos creen que puede haber un poco de oxígeno en el corto plazo, porque las empresas estarán necesitadas de vender dólares para afrontar el pago de obligaciones tales como vencimiento de impuestos o los aguinaldos.
Pero otros creen que no llegará a una estabilización hasta que el propio Banco Central no recree un mercado de divisas en el que todos los días licite dólares. De esa manera, argumentan, no sólo descomprimirá al tipo de cambio paralelo sino que además sacará pesos de circulación.
Ahí está, tal vez, el núcleo del problema. En la cuarentena, la “maquinita” de imprimir pesos está trabajando a todo ritmo, al punto que hay quienes estiman que este año se duplicará la base monetaria. La paradoja para el Banco Central es que, justamente para ahuyentar el temor a una hiperinflación, se aferra a un tipo de cambio “anclado”. Pero no puede evitar que se reinstale, por enésima vez, la histeria de los argentinos por el dólar. 
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