Nacional > El hecho de la semana / Arregui

Y ahora qué sentido tiene la vida

El fútbol local, ese espectáculo milagrero de cada fin de semana, se ha detenido por diferencias político-gremiales
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22 de octubre de 2017 a las 05:00
Hace apenas un mes la gremial de árbitros paró el fútbol profesional uruguayo en demanda de mayor seguridad en las canchas. El fútbol luego continuó, más mal que bien, como siempre, y la gremial de árbitros riñó y se dividió. Ahora de nuevo no habrá fútbol profesional, esta vez por pendencias político-gremiales entre los jugadores. Como en tantas ocasiones, los asuntos corporativos parecen en Uruguay tan o más importantes que la actividad en sí. En este caso los futbolistas están divididos en torno a la dirección de su gremio: por cuestiones de poder y por dinero, o por expectativas de dinero.

Un numeroso grupo de deportistas congregados tras la consigna Más Unidos Que Nunca, que cuenta con el apoyo de algunos líderes de la selección, como Diego Godín o Luis Suárez, quiere desplazar a la directiva de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales que encabeza Enrique Saravia.

Saravia, un recio zaguero que estuvo en Nacional entre 1979 y 1993 e integró el plantel que en 1988 ganó la Libertadores y la Intercontinental, preside la Mutual desde 2003, cuando desplazó a un oficialismo que creía demasiado "amigable" con la dirección de los clubes. Su actual mandato, que dura tres años, expira en agosto de 2019.

La Mutual es un viejo gremio que tiene en su haber una larguísima huelga de siete meses en 1948, cuando se levantó contra la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) que presidía César Batlle y Ordóñez, hijo mayor del gran caudillo colorado; y otra huelga de un mes en 1992, contra una decisión del ejecutivo que presidía Hugo Batalla.

Ahora la manzana de discordia son ciertas fuentes indirectas de dinero.

El año pasado los futbolistas de la selección nacional recuperaron los derechos de imagen que habían cedido a la empresa Tenfield. Y a fin de año vencieron otros privilegios de publicidad que giran en torno a la selección. Tenfield solo mantiene el uso comercial de la camiseta celeste, que patrocina Puma. Y también poasee desde 1998 los derechos de televisación del fútbol uruguayo, por los que paga a la AUF, en tanto colabora con los clubes de diversas formas.

El grupo Más Unidos Que Nunca se propuso rescatar los derechos comerciales de la Mutual y administrarlos a su manera. Pero comenzó a disentir con la directiva del gremio, que considera afín a los intereses de Tenfield y de manejo poco claro.

En realidad, la imagen del fútbol local vale poco. El asunto es más personal y político, o por expectativas de lo que podría valer algún día.

Más Unidos Que Nunca, que sería claramente mayoritario entre los futbolistas, pretende una asamblea con poder para desplazar a la directiva del gremio. Desean una convocatoria inmediata, en tanto Saravia y los suyos la proponen para fines de mes. Desde hace tiempo la Mutual ha hecho un chicle de los plazos y de sus prerrogativas. Los disidentes entonces paran el fútbol hasta que se llame a asamblea.

Los estatutos de la Mutual no prevén que la directiva pueda ser destituida por una asamblea, aunque hay algunas normas que podrían admitirlo en forma implícita. Al final, tal vez dependa de la interpretación que haga el Ministerio de Educación y Cultura, que hasta ahora se ha lavado las manos olímpicamente.

Algunos dirigentes de Más Unidos Que Nunca se consideran de izquierdas, aunque sin filiación precisa y sin interés político-partidario evidente. Mientras Saravia, presidente de la Mutual, en las últimas elecciones nacionales se candidateó a la Cámara de Diputados por una lista afín al expresidente José
Mujica que encabezó Gustavo Torena, el Pato Celeste.

Saravia, parte de la directiva de la Mutual, el Pato Celeste y hasta el expresidente Mujica casi siempre han actuado en sintonía con los intereses de Francisco "Paco" Casal, el exfutbolista y líder de Tenfield del que depende buena parte de las finanzas del fútbol uruguayo.

Paco Casal se fue alejando del mercado de transferencias de futbolistas para concentrarse en negocios de imagen y televisación, con lo que su poder, que en la década de 1990 fue casi incontestado, comenzó a resquebrajarse. Antes lo adoraban, o al menos eso decían; ahora pocos lo alaban. También es cierto que Paco no sabe jugar si no es con la pierna en alto.

Los políticos, conscientes de la tremenda popularidad del fútbol, se ofrecen como mediadores. No falta nadie.

Otra vez parece que se cae la estantería del fútbol uruguayo, aunque todos saben que al final, no. El cambalache milagrero de cada fin de semana seguirá un día de estos, como siempre, emparchado y atado con alambre.

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