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Semillas de esperanza para los pueblos indígenas de Argentina

A diferencia de otras, esta comunidad logró ser reconocida
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02 de octubre de 2016 a las 05:00
Por Jonathan Gilbert
New York Times News Service

Cada año, la noche del 23 de junio se reúnen en el sagrado puesto de avanzada, en los llanos color marrón, para celebrar el Año Nuevo según un calendario precolombino. Con ponchos y un tipo de joyería llamada tupu, hacen ofrendas de comida, se dan un festín con costillas a la parrilla y cuentan historias. Por la mañana, marchan alrededor de un poste ceremonial de madera y una fogata alimentada durante la noche para honrar a la tierra.

Para el indígena ranquel, la escena está cargada de muchas emociones y ofrece una mirada a su resurgimiento en medio de una larga lucha por el reconocimiento tras siglos de privaciones y pérdidas.

Claro que se han dado luchas similares por toda Sudamérica y por toda Norteamérica, pero el sentido de exclusión de la conversación nacional ha sido particularmente aguda para los pueblos indígenas de Argentina.

Mientras que los formuladores de las políticas en Buenos Aires y las provincias han hecho esfuerzos para la reconciliación, los dirigentes indígenas se quedaron perplejos cuando Mauricio Macri, tras ganar las elecciones presidenciales del año pasado, destacó los logros de los influyentes inmigrantes europeos en su discurso de la victoria. (Después buscó calmar las aguas reuniéndose con los representantes indígenas.)
"Ningún presidente argentino ha tratado verdaderamente de reparar el daño hecho a los pueblos indígenas", notó Pedro Coria, de 51 años, un sindicalista y presidente del Consejo Lonkos de la Nación Ranquel en Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa.
Ese daño comenzó después de la conquista española, con el trabajo forzado en las minas, lejos de las tierras ancestrales, y el uso que los amos coloniales hicieron de los pueblos como una moneda en las transacciones comerciales. Las tribus nativas contraatacaron en el siglo XIX con varias incursiones. Sin embargo, a finales de la década de 1870, Julio Argentino Roca, un general que pronto sería presidente, lideró la campaña denominada Conquista del Desierto, con la que les confiscó el territorio de las pampas y el norte de la Patagonia.

Roca, considerado un héroe que abrió las tierras vírgenes a los inmigrantes pobres europeos y unió a un país revoltoso, ha sido calificado como asesino genocida por algunos historiadores y activistas. Ello ha llevado a campañas para cambiar la nomenclatura de bulevares dedicados a él, para derribar sus estatuas, y hasta para quitar sus imágenes y su conquista de los billetes de 100 pesos.

No obstante, ha resultado esquivo poder llegar a un consenso sobre el trato que se les dio a los pueblos indígenas en el pasado,así como sobre la respuesta a sus agravios ahora. El influyente y conservador periódico "La Nación", en un largo editorial, saltó hace poco en defensa de Roca.

Las conmemoraciones del bicentenario del país en julio molestaron porque parecieron confirmar las sospechas entre los pueblos nativos de que se estaban ignorando su cultura y su historia. En una declaración, algunos grupos preguntaron, retóricamente: "¿Qué tenemos que celebrar?"

Comunidad reconocida

Indígenas ranqueles Argentina
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Sin embargo, mientras que las discusiones sobre los pueblos qom y wichís del norte de Argentina descansan en la desnutrición, y los mapuches en la Patagonia luchan contra la industria del petróleo de esquisto bituminoso, las comunidades ranqueles han surgido como pacientes campeonas de los derechos indígenas.

Las comunidades han asegurado una serie de victorias, incluido el arreglo de las disputas territoriales y la transcripción fonética de los libros de texto para preservar su idioma, el cual no tiene escritura. Más en lo general, han revertido una tradición entre los argentinos provinciales de ocultar su ascendencia ranquel, una genealogía indígena que ya no provoca vergüenza, sino que se estima.

"Han trabajado muy duro, pasando inadvertidos en su mayoría", comentó Graciana Pérez Zavala, historiadora de la Universidad Nacional de Río Cuarto, quien ha escrito ampliamente sobre los ranqueles.
"Están destrozando la noción de que se exterminó a los pueblos indígenas durante la Conquista del Desierto", añadió. "Están mostrando que están vivos".
A poca distancia de Victorica, un pueblo agrícola de unos 6.000 habitantes, rodeado de bosques de caldenos, los ranqueles pueden señalar el que quizá sea el logro por el que están más orgullosos: que les devolvieran un sitio de dos hectáreas que era parte de Leuvuco, su asentamiento más grande, antes de que Roca incumpliera los tratados de paz y enviara soldados a arrasar las planiecies centrales.

Recuperaron la franja yerma en 2001, tras dejar de lado las rivalidades de los clanes y conseguir la ayuda de autoridades federales y provinciales. Allí es donde celebran el Año Nuevo y es donde enterraron los restos de Panguithruz Guor, un destacado cacique del siglo XIX, que habían estado en un museo, a 500 millas de distancia.

Casos de éxito

Se están replicando historias de éxito similares por todo el centro de Argentina, no solo en La Pampa, así como también en la vecina provincia de San Luis.

En el oeste de La Pampa, las autoridades han apoyado a las comunidades ranqueles, incluida una llamada Epumer, a las que han amenazado con desalojarlas debido a las batallas legales por el territorio. Abundan los temores de una escalada en tales disputas ya que los agricultores buscan nuevas fronteras más allá de la zona central agropecuaria de Argentina.
Buscando reconectar a la población con sus raíces indígenas, los dirigentes también dan charlas a escolares. Y, en Santa Rosa, que será anfitrión de una reunión cumbre latinoamericana de pueblos indígenas este mes, el consejo de caciques se mudó hace unos cinco años a unas modestas oficinas centrales alquiladas que albergan a una pequeña biblioteca y habitaciones para invitados.
En el salón para reuniones donde se encuentra la bandera ranquel, recién diseñada, se imparten clases de idioma ranquel a grupos de adultos. En Victorica, las señales viales tienen las traducciones al ranquel de los números españoles de las calles.

No obstante, persisten los obstáculos. Los defensores, por ejemplo, dicen que todavía no se les entregan las escrituras a ninguna comunidad para que reclamen las tierras.

Y, resaltando la naturaleza tentativa hasta del logro más central de los ranqueles, Osvaldo Borthiry, de 83 años, el terrateniente que donó las dos hectáreas del sitio Leuvuco, dijo que sus hijos decidirían el futuro de la propiedad.

Otros desestiman la idea de trabajar dentro del sistema y llaman a una posición separatista. "Cuando tu país no representa lo que vos sos, ¿qué otra cosa podés hacer?", preguntó Miguel Ángel Saulo, de 62 años, un dirigente del pueblo tehuelche en el sur de Argentina.

Sin embargo, los ranqueles y sus partidarios siguen resueltos.

"Solía ser vergonzoso decir que eras descendiente de un pueblo indígena", dijo Marcela Suárez, de 46 años, una empleada de la intendencia mientras pisaba con fuerza alrededor del poste de madera en Leuvuco. "Ahora te sentís orgullosa".

Una forma de reconstruir su pasado

Para los forasteros, la franja de tierras y el monumento oxidado a varios caciques ranqueles pueden parecer poco más que símbolos. Sin embargo, tienen poder. "El simbolismo es importante", dijo en una entrevista Fernanda Alonso, la ministra de desarrollo social para la provincia de La Pampa, en Santa Rosa. Para que prosperen los ranqueles, dijo, "tienen que reconstruir su pasado".

Otros en Sudamérica

Los movimientos indígenas en la región han tenido triunfos de alto perfil: un presidente en Bolivia, el idioma guaraní en Paraguay y la adición de conceptos indígenas en la Constitución de Ecuador.

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