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Sofía Gala, la maternidad ante todo

El filme Alanis narra la vida de una prostituta que, de un día para el otro, queda en la calle con su hijo
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07 de diciembre de 2017 a las 05:00
Agachada en el baño, María limpia con fuerza y frustración un wáter. Piensa en su hijo, en que algo tiene que hacer, de algo tiene que trabajar. Pero también sabe que tomó una decisión, que a ese baño no vuelve más. Su trabajo es ser Alanis, y es lo que eligió. O lo que eligieron para ella. Lo que puede hacer. Así lo aceptó.

Alanis es una prostituta de Buenos Aires, tiene un hijo de año y medio y vive con una amiga en un apartamento bastante venido a menos. Alanis es también el nombre de la quinta película de la directora argentina Anahí Berneri (Un año sin amor, Por tu culpa), que se estrenó hace algunas semanas en el Festival de Cine de Montevideo y que llega a salas uruguayas este jueves. Y Alanis es, también, Sofía Gala Castiglione.

El filme, que se estrena este jueves en salas comerciales de Uruguay, llega al país con tres espaldarazos importantes. Primero, una cálida recepción en el Festival de Cine de Toronto. Después, la proyección en Argentina durante semanas con la aprobación de la crítica local y los espectadores. Por último, la consagración en San Sebastián. En ese festival español de cine, Alanis fue la película más premiada. Se llevó tres galardones, entre ellos el de Mejor actriz para Sofía Gala –que consolidó la noción de que este es un gran papel en la filmografía de la hija de Moria Casán– y el de Mejor directora para Berneri.

Desde su concepción, el filme fue un pequeño rescoldo de lucha que incrementó su peso a medida que las proyecciones y los montajes se fueron sumando. Primero, fue un cortometraje. Este corte primario no quedó en el olvido cuando apareció el dinero para producir el largometraje, y aquellos minutos que ya se habían filmado terminaron constituyendo el principio de la película. En esos primeros 15 minutos, Berneri y Gala ya pautan la dualidad que atraviesa de forma transversal toda la cinta: la de la madre y la prostituta. La mujer compleja, completa y desdoblada en varias capas.

Malas calles

Alanis está dándole la teta a su hijo mientras se prepara para atender a un cliente. El cliente llega, pero resulta que son dos, no uno. Alanis dice que no, que eso no fue lo que se acordó. Los hombres entran y la detienen. Son policías y llegaron por una denuncia de los vecinos. Le dicen que no puede trabajar más y que se tiene que ir. Así, de golpe y sin poder agarrar su celular o una muda para su bebé, Alanis y su hijo quedan en la calle. Solos. Sin plata. Sin trabajo.

Así comienza la película, y también el viaje de la protagonista, que con Dante en brazos –hijo de Alanis en la ficción y de la propia actriz en la realidad–vaga por un Buenos Aires sucio y agresivo en busca de esperanza y supervivencia. Primero, la del niño. Luego la suya.


La situación los lleva a límites emocionales de vulnerabilidad, y las dificultades están a la vuelta de cada esquina. Pero Alanis encuentra allí su fortaleza, como película y personaje. Ella eligió la prostitución, ella se puso allí y ella, de alguna manera, va a seguir. Lejos de caer en lugares comunes de victimización, Alanis saca a relucir una fortaleza que viene desde la interpretación de la protagonista. "Yo soy todos mis personajes", dijo la actriz en una entrevista reciente con El Observador, y ese concepto queda en evidencia durante los 82 minutos del filme. Ella es frágil y arrolladora a la vez. Demuestra que es vulnerable, pero también que está hecha de piedra.

En cada una de sus acciones deja claro que su cometido es uno: no dejar de trabajar, recuperar el estado natural de las cosas. Esto se alinea con los conceptos que Berneri, la actriz y los productores quisieron proyectara. Si bien se pone sobre la mesa el asunto de la prostitución, los casi nulos derechos laborales de quienes la ejercen y las tensas situaciones a las que se enfrentan, no establecen punto final. No especifica qué está bien y qué está mal. No se mezcla con el complicado problema de la trata de blancas. La línea de la moral se deja por fuera y la preocupación principal pasa por contar una historia pequeña en tiempo y escala, pero que está comprometida con su causa. Y es una historia que logra enternecer aun en momentos duros, con el pie siempre fijo en el trabajo formidable de Sofía Gala.


Este desempeño se ve apoyado de forma estupenda por una selección de planos y encuadres fundamentales para mostrar el concepto de la mujer/madre/prostituta, la mujer partida pero unificada por la situación. Berneri, en ese sentido, utiliza espejos, cuadros cortados, mitades humanas y planos muy abiertos según lo requiera la situación.

Esa mirada recortada y por momentos refractada no descuida, sin embargo, las esperanzas de Alanis, que guiada y acompañada por su directora completa un viaje que tiene respuestas al final del camino. Alanis es ternura y fortaleza, es género y es la pelea de muchas mujeres en situaciones similares. Mujeres que eligen, como Alanis. O que a veces no tienen más remedio que elegir.

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