¿Y lo que usted dice es que en el cálculo de los dos gobiernos, al final del día, no les cierra la ecuación?
No le cierra a ninguno de los dos.
¿Qué perdería cada uno?
Netanyahu pierde territorios que no quiere perder, desde el punto de vista ideológico y desde el punto de vista de su coalición política con la derecha colonizadora. Y por el lado palestino hacer un arreglo con Israel –el cual implica el reconocimiento del Estado judío sobre las bases territoriales que pide Israel– probablemente termine significando una guerra civil. Entonces, ¿60 años de lucha para esto? Esa es la pregunta que se hace Abbas. ¿Sesenta años de lucha para tener un territorio con asentamientos adentro y sin Jerusalén? Entonces no puede aceptar eso. ¿Y en qué situación está ahora? Mal sí, pero no tanto. Así mantiene una situación en la que sigue forzando "la diplomacia-intifada". Pone a Israel contra el boicot y no hace demasiada guerra. Mientras la cosa no escale entonces hay cierta comodidad. Y también hay algo más que creo piensan los palestinos y jamás lo dirán: una Palestina independiente no es muy buen negocio para los palestinos. Ellos saben que en una Palestina independiente tendrán conflicto con Hamas.
¿Cuál es la perspectiva actual?
Creo que el arreglo que sería ideal en este momento –dentro de un arreglo que no es paz, pero que puede dar estabilidad y que me animo a decir que es lo que va a proponer Trump– es que Israel pare con los asentamientos y darle territorio administrativo en serio a los palestinos (sin control militar). Eso le daría paz económica a los palestinos, inversiones y control sobre el territorio en materia civil. Esta oferta no sería aceptada a cambio de paz, pero sí a cambio de un arreglo provisorio como un paso hacia otra cosa. Puede ser un "veremos" de veinte o treinta años.
¿Entonces ve un nuevo intento de mediación estadounidense?
Eso es lo que dice Trump. La derecha israelí estaba muy contenta que viniera Trump, porque con Obama fueron dos mundos, dos civilizaciones diferentes. Obama es el liberal de Harvard que habla una suerte de multiculturalismo, el mundo de la paz y las utopías. Y los otros son lo contrario: realismo puro.
Estados Unidos tiene una historia de mediación en el conflicto israelí-palestino que ha fracasado. ¿Cree aconsejable el ingreso de otros países o que es un tema que se debe resolver bilateralmente?
Bilateralmente es lo que pide Israel continuamente, pero es imposible. Y que otros países se metan... solamente EEUU. Europa no tiene demasiado peso para imponer nada.
¿Y los países árabes?
Otros países árabes pueden colaborar en el asunto. Y eso es lo que está haciendo Israel bastante inteligentemente: asociarse al bloque sunita. Ese bloque dejó de lado a los palestinos porque tiene otros intereses: están concentrados en Irán. Y ven a Israel como un socio importante en ese sentido. Es más: están constantemente incitando a Israel para que ataque a Irán.
Es difícil entonces imaginar por ahora la resolución del conflicto israelí-palestino.
Hay veces que los procesos quedan en procesos. Difícilmente podamos hablar del fin del conflicto pero si de su gestión, que eso es lo que siempre trató de vender Netanyahu. La gestión del conflicto puede desembocar eventualmente en el fin del conflicto, pero otras veces no. También en Irlanda y en Kosovo no se terminó el conflicto. En esos lugares hay una gestión muy buena. Y esto puede andar por ese lado hasta nuevo aviso.
Uno de los conflictos que usted contribuyó a resolver –como integrante del Grupo Internacional de Contacto– fue el vasco. ¿Qué lecciones le dejó esa experiencia?
Una de las cosas que aprendí es que no hay teoría. Cada conflicto tiene cosas parecidas y otras diferentes. Lo que te llevás son pincelazos de opciones para pensar. Lo interesante del caso es que casi no hubo diálogo de paz. Lo que pasó fue que ETA y la izquierda nacionalista tuvieron un diálogo con nosotros y fueron madurando su propio proceso de introspección: de abandonar primero la lucha, luego las exigencias y finalmente las armas. Y los logros de ellos fueron muy mínimos. Los que pagan el precio son los 300 y algo de prisioneros que buscan retornar al País Vasco. Dijimos que había que mirar adelante y la única exigencia humanitaria era traer a los prisioneros después de que se dejaran las armas. Un punto importante fue que no hubo otro tipo de exigencias políticas para España.
Entonces ya había un proceso de maduración de ETA.
Exacto, fuimos como un psicólogo. Ellos ya sabían que no tenían otra. Cuando llegamos nosotros se sabía que la cosa iba en serio. Pero España se puso muy reticente a hacer concesiones, incluso con el tema de los prisioneros. Nosotros dijimos que era eso y se terminaba la historia.
PERFIL
Alberto Spektorowski
65 años
Doctor en Ciencia Política
Es profesor de Teoría Política y Política Comparada de la Universidad de Tel Aviv. También es docente de la Licenciatura en Estudios Internacionales de la Universidad ORT.