Europa se reduce y Estados Unidos se aísla. Se vislumbra una gran oportunidad para las naciones del Sur Global, pero solo si están dispuestas a abrir sus economías. Europa debe extenderles la mano.
El reciente acuerdo comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea, negociado por Trump y Ursula von der Leyen, supone una grave derrota diplomática para la Unión Europea, la más grave de su historia comercial hasta la fecha. Estados Unidos impone un arancel general del 15%, mientras que la Unión Europea no aplica aranceles adicionales, sino que incluso reduce algunos de los aranceles aplicados a los Estados Unidos.
La declaración de eliminar mutuamente la protección arancelaria en determinados sectores (por ejemplo, la agricultura) no tiene ningún valor con un interlocutor como Trump. El resultado de las negociaciones no podría ser peor. Es una rendición por parte de Europa. La presidenta alemana de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen (CDU), cedió en todos los frentes ante la amenaza de Trump de introducir un arancel general del 30%, aparentemente de acuerdo con el canciller alemán Friedrich Merz (CDU).
La debilidad económica de Europa
Por supuesto, la debilidad diplomática de Europa se explica por algo más que el fracaso político personal de unos pocos. Es el resultado de la debilidad económica de la Unión Europea. Y esta declinación, a su vez, se ha ido gestando y acumulando durante dos décadas. Solo si esto cambia de forma fundamental, la Unión Europea tendrá posibilidades de escapar al declive a largo plazo de su prosperidad y su liderazgo tecnológico.
¿Trump sale victorioso en todos los frentes? En absoluto. El presidente estadounidense está aislando a su país con la vaga, por no decir totalmente absurda, esperanza de poder recuperar así la buena vieja industria de los Estados Unidos. A corto plazo, esto alimentará la inflación y, a largo plazo, fracasará por completo. Ocurrirá lo contrario de lo esperado, como siempre ocurre con los grandes experimentos proteccionistas. Si los aranceles se mantienen tan altos, solo habrá que esperar dos o tres décadas para que Estados Unidos siga el camino que ya han tomado muchos países que se han aislado: el estancamiento y la contracción económica.
Una oportunidad única para el Sur Global
¿Supone esto el fin de la integración económica mundial con una Europa débil y los Estados Unidos aislados? No necesariamente. La nueva situación geopolítica y económica ofrece a los países del Sur Global una oportunidad única para acelerar enormemente su integración en la economía mundial. Sobre todo aquellas naciones que ya se consideran países emergentes, es decir, que disponen de cierto poder económico y reúnen las condiciones necesarias para ello. Sin embargo, para que esto ocurra, necesitan una política liberal coherente. Deben abrirse mediante tratados de libre comercio en casi todas las direcciones (excepto con los Estados Unidos de Trump, que no quiere que esto suceda).
Argentina, Brasil, Chile, México y Uruguay pueden ser los candidatos ideales para la integración a mediano plazo, al igual que Australia, Japón, Canadá y Corea del Sur, así como India, Indonesia, Tailandia, y algunos países del continente africano como Kenia, Marruecos y Sudáfrica. A una Unión Europea estancada le conviene tender la mano; la rápida conclusión del acuerdo Unión Europea-Mercosur es una primera prueba de ello.
Entonces, ¿una nueva «globalización del futuro»? No hay que considerarse un ingenuo optimista por hablar de ello 80 años después del final de la Segunda Guerra Mundial. Porque lo que se avecina es un cambio trascendental. Estados Unidos se retira como potencia liberal líder en el futuro y se aísla. Europa está ocupada consigo misma, pero al menos tiene la oportunidad de llevar a cabo por fin reformas internas radicales y reestructurar su integración en la economía mundial, menos con los Estados Unidos, y más con el Sur Global y con socios democráticos de otras regiones del mundo.