En la política argentina actual, el PRO se enfrenta a una pregunta que parece sencilla pero es profundamente compleja: ¿qué es el PRO hoy? Más aún, ¿dónde está parado frente al gobierno de Javier Milei? La respuesta no es simple ni está definida, y mucho menos lo está para el votante del PRO, que parece estar esperando más certezas que las que el partido es capaz de ofrecer. La situación política en Argentina, con un gobierno que enfrenta finales en cada jugada legislativa, obliga al PRO a repensar su rol.
Recientemente, se publicó un comunicado del PRO en el que se detallaban los errores del gobierno, pero luego se concluía que se acompañaría el veto presidencial en ciertos temas claves, como el presupuesto universitario. Para algunos, esta postura es ambigua, para otros es pragmatismo puro. Personalmente, lo interpreto como una respuesta a la complejidad no solo de su propio electorado, sino de la coyuntura política que atraviesa el partido.
El votante del PRO no tiene una sola expectativa clara frente a Milei. ¿Quiere una oposición cerrada? ¿Quiere que lo apoyen en temas fundamentales? Lo que parece estar claro es que el PRO se enfrenta a una dualidad: ayudar al gobierno de Milei en las cuestiones que considera importantes o marcar una distancia que preserve su identidad como partido opositor. Sin embargo, el balance es frágil y, como en toda negociación política, lo que está en juego es la supervivencia del PRO como fuerza política.
El peso del ego en las alianzas
Cuando hablamos de liderazgos políticos como el de Mauricio Macri, Patricia Bullrich o el propio Javier Milei, hay un elemento que no podemos ignorar: el ego. Ningún líder llega a donde llega sin un ego suficientemente robusto para soportar la exposición y la competencia. El ego no es algo accidental, es una condición sine qua non para hacer política, y eso incluye a todos los actores que hoy ocupan la escena. Sin embargo, en el caso del PRO, la dinámica entre egos se vuelve aún más compleja cuando se trata de decidir si acompañar o no las políticas del gobierno.
Macri, por ejemplo, se encuentra en una encrucijada personal y política. ¿Por qué debería ir en contra de ideas que él mismo impulsó si, en el fondo, nunca pudo implementarlas por completo? El contexto del país no se lo permitió. Pero ahora, con Milei en el poder, esas ideas están en marcha y la cuestión es hasta qué punto Macri está dispuesto a jugar un rol secundario en este escenario. Al mismo tiempo, Macri y otros referentes del PRO no comparten las formas de Milei, aunque reconocen que los resultados pueden estar alineados con lo que alguna vez intentaron llevar a cabo.
Es aquí donde la cuestión del ego juega un papel crucial. La política no es solo una cuestión de acuerdos ideológicos o de intereses comunes; también es un espacio de egos heridos, de tratos que no fueron los esperados, de desaires que pueden influir en decisiones que, de otro modo, parecerían lógicas.
La convergencia inevitable
Más allá de las tensiones internas y las ambiciones personales, hay una realidad matemática que parece ineludible: el PRO y La Libertad Avanza tienen que llegar a algún tipo de acuerdo, al menos en ciertos escenarios clave como la provincia de Buenos Aires. No hay dudas de que la convergencia es inevitable, pero no puede darse de inmediato. El PRO necesita estirar la diferencia todo lo posible para no desaparecer como partido opositor, y luego sí, buscar una alianza que les permita sobrevivir.
Lo que estamos viendo es un minué constante, una danza política en la que cada paso es calculado, donde el cortoplacismo se enfrenta con la necesidad de pensar en el largo plazo. Si el PRO y Milei no van juntos en Buenos Aires, el peronismo, con figuras como Axel Kicillof y hasta la propia Cristina Fernández de Kirchner, podría ganar cómodamente en la provincia. Y esa es una perspectiva que nadie dentro del PRO quiere enfrentar.
Lo que pasa en Argentina no es un fenómeno aislado. Las alianzas inestables y las negociaciones permanentes son parte de la política moderna en todo el mundo. En Europa, las coaliciones parlamentarias raramente son un "casamiento por amor", sino más bien un pacto de conveniencia que se rompe y se recompone constantemente. En la Argentina, estamos viendo algo similar: el sistema político ha estallado en mil pedazos y ahora esos pedazos tienen que coexistir y encontrar maneras de funcionar, aunque sea de forma temporal.
El desafío para el PRO es claro: debe decidir si quiere ser un actor relevante en el tablero político o si está dispuesto a ceder terreno, confiando en que una alianza con Milei les permitirá subsistir en el futuro. Pero mientras tanto, los votantes y los dirigentes del PRO siguen preguntándose cuál es el lugar que realmente ocupan en este nuevo esquema político.