"Algunas de estas disidencias se han manifestado hostiles no sólo al acuerdo de paz sino a los líderes de la antigua guerrilla. Los han catalogado de traidores y en algunos casos han declarado objetivo militar", señaló a la AFP el senador Iván Cepeda, quien asesoró las negociaciones de paz de La Habana.
Encabezados por mandos medios de la otrora guerrilla, los disidentes eran en ese momento unos 500 a 700 hombres y mujeres bien armados que operaban principalmente en ocho de los 32 departamentos de Colombia.
Pero en año y medio este ejército disperso que lucra con el narcotráfico y la minería ilegal, pasó a tener unos 1.200 combatientes, según el general Alberto Mejía, comandante de las Fuerzas Militares.
Walter Patricio Artízala se mueve en este terreno como pez en el agua. Con él se mueven unos 80 hombres. "El Guacho", como se lo conoce popularmente, pasó más de 15 años en la guerrilla, pero se marginó del pacto de paz de 2016. Es el líder del Frente Oliver Sinisterra, responsable del crimen de los periodistas del diario El Comercio , sin antecedentes en Ecuador.
Detrás del secuestro y asesinato del equipo de prensa están precisamente las disidencias que dirige Guacho, según la inteligencia colombiana. "No nos acogimos al proceso de paz, no era porque no estuviéramos de acuerdo sino porque hubo una desigualdad en los guerrilleros medios y la tropa", dijo Guacho en una entrevista con el canal de televisión RCN.
Negro y delgado, no supera los 35 años. Es especialista en explosivos, narcotráfico y finanzas, y ahora está al mando del frente "Oliver Sinisterra". Lidera un grupo de 80 personas que conocen el territorio, se mueve mucho en la frontera y se llevó la base social de las FARC.
Las autoridades también lo responsabilizan de varios ataques con explosivos que han dejado a oscuras a Tumaco, un poblado fronterizo de unos 200.000 habitantes, que concentra el mayor número de narcocultivos en el mundo, zona de dominio de la antigua guerrilla y que ahora se disputan varios grupos armados.
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En el lado ecuatoriano se lo acusa de ser el autor de una ofensiva inusual contra la fuerza pública, que ha dejado cuatro muertos y decenas de heridos desde inicios de año.
Hoy, Guacho es el hombre más buscado tanto en Colombia como en Ecuador.
Mientras es perseguido, se financia con la droga que envía hacia Estados Unidos en alianza con las mafias mexicanas a través de una ruta del Pacífico. El gobierno de Juan Manuel Santos desplegó a principios de año 9.000 efectivos militares para intentar recobrar el control de Tumaco.
Los ataques que han sembrado el terror en estos últimos meses están focalizados en esa área limítrofe pequeña, bañada por el Pacífico y con numerosos islotes y manglares que facilitan la salida de lanchas con cargamento.
De un lado y del otro
Ecuador creía que podía mantenerse a salvo pese a estar conectado por una frontera de selva y ríos de más de 700 km, que atraviesa zonas empobrecidas. Y hasta ahora lo había estado, salvo por el antecedente de 2008, cuando un ataque colombiano a un campamento guerrillero en Ecuador, sin aval de Quito, motivó una crisis diplomática. Con el gobierno de Juan Manuel Santos desde 2010 la tensión fue bajando y ambos países pasaron de la desconfianza a la cooperación.
Pero los 10.000 soldados que ambos gobiernos aseguran hay desplegados en cada lado fronterizo, no resultaron suficientes para resolver los problemas.
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El general retirado del Ejército ecuatoriano Paco Moncayo estudia desde hace años el conflictivo panorama. Dibuja mapas, movimientos de bandas y los lineamientos de los negocios ilegales que se desarrollan en la provincia de Esmeraldas, limítrofe con el departamento colombiano de Nariño. Para Ecuador, el escenario es nuevo. Pero para los militares con experiencia, como Paco, es un conflicto que se anunció a sí mismo durante toda esa década de promesas de paz, según dijo a El País de España.
La violencia continúa, el narcotráfico crece, y aquellas promesas y acuerdos de paz comienzan a flaquear. Ahora, Ecuador busca los cuerpos de sus periodistas asesinados, en un nuevo enfrentamiento con Colombia. Entre mentiras y verdades, el conflicto continúa. La línea divisoria se hace cada vez más débil.
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