Con Los Últimos Jedi, Star Wars encontró la Fuerza

La chispa se encendió en 2015, con El despertar de la Fuerza. La séptima entrega de Star Wars revivió el universo galáctico y dejó pautada una trilogía que pretendía enmendar lo hecho por el propio George Lucas –creador de la saga– en las precuelas. Con aciertos y errores, esa chispa de Fuerza incluyó personajes queribles y la promesa de lo que vendría sería mejor. Los últimos Jedi, la segunda entrega de la tercera trilogía de Star Wars, toma esa chispa y la convierte en una llama potente e incandescente. El filme -dirigido por Rian Johnson y que llega este jueves a Uruguay- es una de las entregas más espectaculares, emocionantes y satisfactorias de la saga. Se coloca, así, muy cerca de El imperio contraataca y Una nueva esperanza, la dos mejores películas de la saga.

El episodio VII terminó con Rey, la nueva protagonista, entregando el sable de luz a su antiguo dueño, Luke Skywalker (Mark Hamill), y poniéndose a su servicio para aprender las artes Jedi. Hasta ese momento, Luke llevaba años en el ostracismo, oculto tras fallar en la educación de su último discípulo, Kylo Ren, que pasó al Lado Oscuro bajo las órdenes del Líder Supremo Snoke.

Uno de los focos de la película se detiene en la desolada isla en la que vive Luke. Allí se desarrollan el entrenamiento de Rey, sus experimentos con la Fuerza y la tentación, siempre presente, de caer al Lado Oscuro. Allí, Los Últimos Jedi se presenta como un filme sobre la elección, el aprendizaje y la fe, con una carga poderosa de misticismo traída por el personaje de Hamill.

Pero Los Últimos Jedi también es una película de retiradas desesperadas y de una esperanza que va desapareciendo, de una guerra que se pierde poco a poco. La Resistencia, encabezada por la general Leia Organa (Carrie Fisher, en su último papel), falla en unos de sus ataques al comienzo de la película y eso la obliga a escapara casi permanentemente de la Primera Orden, la facción militar de Snoke.

Por fortuna –para la saga y para la propia película– Hamill es uno de los puntos altos del filme. Capaz de generar los momentos más graciosos y emotivos, el actor veterano resume décadas de Star Wars en pequeños instantes, imágenes gloriosas y algunas de las escenas más épicas de la franquicia. Además su reencuentro con una vieja figura de películas anteriores resulta tan sorprendente como satisfactorio. Ni hablar de un final que lo tiene como gran protagonista y que lo involucra en una de las mejores escenas de la saga.

Pero junto a Hamill también hay otros baluartes, como la Rey de Daisy Ridley, el Finn de John Boyega o el Poe Dameron de Oscar Isaac, que en esta entrega tiene muchos más minutos que en su predecesora. Incluso hay lugar para simpáticos personajes que hacen su debut.

En el Lado Oscuro, Kylo Ren resulta un pilar para el acertado balance final que tiene la película. Como el villano (¿villano?) de la nueva trilogía, Adam Driver demuestra que es el mejor fichaje de esta nueva camada de protagonistas.

¿Qué tenía que probar esta película? Que Star Wars puede dejar de reciclarse a sí misma y que las nuevas fronteras narrativas no le quedan lejanas. Si bien hay guiños a películas como El Imperio Contraataca, Los Últimos Jedi demuestra que puede hacerlo. Pero además lo hace con batallas y peleas cuerpo a cuerpo épicas, momentos emotivos y reencuentros que dejarán con un nudo en la garganta a varios espectadores. Los Jedi, la Rebelión y la llama de Star Wars están más encendidos que nunca.