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El caso Nisman, una guerra de espías

Aunque difícilmente llegará el día en que se sepa qué sucedió con el fiscal Alberto Nisman, la trama revela una guerra de espías que escapa al control del gobierno
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23 de enero de 2015 a las 20:48

Cuando el jueves la presidenta argentina Cristina Fernández divulgó una carta en la que reconsideró que difícilmente hubiera sido un suicidio lo que acabó con la vida del fiscal que la había denunciado por encubrimiento de la responsabilidad de Irán en el atentado de la AMIA, hizo girar los focos de atención sobre la antigua Secretaría de Inteligencia de Estado (SIDE) y sobre quien es considerado el mayor y más peligroso espía del país, Antonio Stiusso, también conocido como Jaime o El Ingeniero. Este apellido, vinculado de una manera poco clara pero definitiva con la muerte, significa también una puja de poderes en la interna de los servicios secretos de Argentina, ya fuera del control oficial.

El mismo nombre fue mencionado por Diego Lagomarsino, el amigo del fiscal que le prestó el arma y que fue el último en verlo el sábado por la noche. Según declaró este informático ante una jueza de su confianza que luego habló con Página/12, Nisman le contó que Stiusso lo había llamado el viernes y le había dicho que debía tener cuidado. “Que desconfiara de su custodia y que le pusiera seguridad a sus hijas. Eso es lo que le contó Nisman a Diego para justificar que le pedía el arma”, transmitió la jueza.

Stiusso era director de Operaciones –es decir, de contrainteligencia– de la antigua SIDE y había conquistado la confianza de Néstor Kirchner. Ingresó en el organismo antes de la dictadura y se rumoreaba que eran tantos los secretos y pruebas que acumulaba sobre gobernantes, jueces y empresarios, que nadie se atrevía a removerlo del cargo. Estuvo 42 años en la SIDE, más de la mitad controlando los pasos de los grandes ministros. Pasaron los gobiernos y él se mantuvo.

Pero con la gestión de Cristina Fernández el espía comenzó a perder peso ante el gobierno y en el ambiente de los servicios de inteligencia. Las causas de esto no están del todo claras, pero la novela no es nueva. Los antecedentes: recortes presupuestarios a la SIDE y transferencias de recursos a la secretaría de inteligencia dependiente de los militares, un organismo paralelo que creció bajo la dirección de César Milani, fiel al kirchnerismo, al que Stiusso acusó de amenazarlo. Todo se precipitó en diciembre.

Antes de mitad de mes, Stiusso concedió una entrevista a la revista Noticias. Fue la primera que daba en su vida y allí confesó algunas verdades incómodas: que él mismo estaba amenazado y que había una pelea en la interna de la SIDE entre él y Fernando Pocino, el comisario político de Cristina, formalmente director de Reunión Interior. Pocos días después, dos jefes del organismo que respondían ante él –Héctor “El Chango” Icazuriaga y José Francisco “Paco” Larcher– fueron desplazados por la mandataria.

Sin recursos y sin autoridades, la Secretaría quedó a la deriva. Asumió el cargo más alto Óscar Parrilli, hasta entonces secretario de Presidencia. Un mes más tarde, a mediados de enero, Noticias y Página 12 confirmaron la jubilación de Stiusso el 18 de diciembre y alegaron que se produjo a pedido de Parrilli, el nuevo hombre de confianza de Fernández en el organismo.

Cambio de frente

Las causas del despedazamiento de la SIDE –ahora SI– no están claras. Una hipótesis es una “simple” la puja de poder entre facciones del oficialismo. De un lado estarían los más leales a la presidenta –representados en Parrilli y en Milani, el servicio de Inteligencia militar– y del otro quedarían los caídos en desgracia, alineados detrás de Stiusso.

Otra teoría abunda en la causa de esta presunta puja de poderes y la define en la falta de cooperación del veterano agente con las más oscuras intenciones oficialistas. Esa es la versión que publicó la revista Noticias en diciembre de 2014, poco después de la expulsión de los directores de la Secretaría.

“Según la versión de ‘Jaime’, que es interesada, el agente no comparte los criterios del cristinista Pocino a la hora de determinar los métodos y los blancos del espionaje K”. El interesado aseguraba que se oponía a las intervenciones telefónicas sin que hubiera orden del juez, algo que para los soldados más fieles de la presidenta no era tan fundamental. Estos suponían, además, que la actitud de Stiusso no era pura profesionalidad sino política: lo acusan de haberse acercado a Sergio Massa, uno de los presidenciables que buscan el lugar de la presidenta en 2015.

La injerencia de la revista Noticias a raíz de este desmembramiento de la SIDE avanza en oscuridad. Con una cúpula de Inteligencia enteramente suya, la presidenta podrá hacer surgir sospechas hacia sus adversarios políticos. Al parecer, preparan una denuncia contra Massa por irregularidades en el manejo de la campaña. Contra Daniel Scioli, otro contendiente, usarían información secreta de presuntos pactos con la Policía Bonaerense, así como gestiones turbias, para forzarlo a que alguien más leal a Fernández integre su fórmula presidencial.

Más allá de estas eventualidades, es un hecho que la SIDE cambió de golpe.

Stiusso, Nisman y la denuncia

El vínculo entre Stiusso y Nisman era de público conocimiento. Los dos trabajaban en la misma causa judicial desde 2004, cuando Kirchner incorporó al fiscal al equipo que el agente tenía montado para investigar el atentado.

Según la lectura oficialista, Nisman se apuró a presentar su denuncia –el kirchnerismo ha llegado a decir que ni siquiera la habría escrito, sino que habría sido redactada por el agente principal– en un acto de lealtad a su amigo herido por el desplazamiento y con sed de venganza hacia la presidenta.

La versión de la oposición asegura que el fiscal se apuró a presentar la causa porque se enteró de los planes que había de removerlo y no quería que el caso no fuera presentado.

Lo que no queda claro es por qué se habría suicidado o quién lo habría matado y por qué.

El oficialismo, con sus idas y vueltas, cambió del suicidio al suicidio inducido por Stiusso. Para ensuciar la imagen del gobierno, como modo de vengarse o para demostrar su poder, da igual.

El jueves en radio La Red le preguntaron al secretario de Seguridad, Sergio Berni, si los servicios de inteligencia –los actuales o los de la vieja guardia– podrían haber montado algo como lo que ocurrió el domingo pasado en Puerto Madero. “Pueden hacer eso y mucho más”, respondió el ministro. Tal vez esta sea una de las puntas más graves del caso: que el Ejecutivo asuma que haya quienes sean capaces de algo tan grave como violar la seguridad de una de las personas más protegidas del país.

“Antonio Stiusso es el verdadero 007 de la Argentina. Era el principal agente de contraespionaje”
Héctor Yrimia, exjuez que investigó la causa de la AMIA, en declaraciones a Radio La Red

“Es la desarticulación de una maquinaria que utilizó y que ahora la devora (...). Es la derrota política de la señora de Kirchner”
Carlos Pagni, columnista de La Nación

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