La muerte de Sandra Peña, una adolescente de 14 años que se suicidó tras sufrir acoso escolar, provocó una profunda conmoción en el mundo del deporte y especialmente en el CD Honeyball, el club de fútbol sevillano donde jugaba. Este sábado, sus compañeras la homenajearon con una emotiva dedicatoria en el campo: “Tu corazón late en el campo”.
Un homenaje en silencio y con el corazón
Las jugadoras del equipo sénior del Honeyball salieron al campo con camisetas blancas que llevaban impreso ese mensaje, acompañadas por un profundo minuto de silencio antes del inicio del partido frente a la UD Morón. En el círculo central, un ramo de flores y una camiseta con el número 9, el que usaba Sandra en el equipo cadete, presidieron el homenaje.
Durante el encuentro, la emoción fue palpable entre jugadoras, técnicos y familiares, que acompañaron el acto en recuerdo de una joven cuya historia ha reavivado el reclamo de tolerancia cero frente al bullying en los centros educativos y espacios deportivos.
Un duelo que unió al Betis y al Sevilla
La memoria de Sandra Peña también fue recordada en los principales estadios andaluces. El Real Betis proyectó su imagen en los marcadores del estadio Benito Villamarín antes del partido ante el Villarreal, con la camiseta verdiblanca que la joven solía vestir.
En una muestra de unidad poco habitual, el Sevilla FC también rindió tributo durante su encuentro ante el Mallorca. Desde la grada, los aficionados desplegaron una pancarta que decía: “Tolerancia cero con el bullying. DEP Sandra”, un gesto que trascendió los colores y despertó una ovación general.
Un llamado contra el acoso escolar
El caso de Sandra Peña ha generado una ola de solidaridad y reflexión en toda España. Asociaciones de padres, clubes deportivos y organismos públicos han expresado su apoyo a la familia y su compromiso de reforzar las políticas de prevención del acoso escolar y ciberacoso.
El mensaje de sus compañeras del Honeyball resume el sentimiento que unió a todo un deporte en su memoria: “Tu corazón late en el campo”, una frase que, más allá del fútbol, se ha convertido en símbolo de resistencia frente al silencio y la violencia que terminan con demasiadas vidas jóvenes.