La pregunta que surge al analizar las negociaciones y los eventos que se desarrollan en torno al conflicto de Ucrania es clara: ¿qué va a salir de todo esto? De las muchas negociaciones preliminares, las conversaciones y las presiones, no creo que surja un acuerdo sólido. Ya vimos la enorme dificultad para que eso ocurra tras el encuentro fallido entre Donald Trump y Vladimir Putin en Alaska.
Porque la realidad es que lo que se está negociando no es exclusivamente Ucrania. Ucrania, en este escenario, es apenas una ficha más en un tablero mucho más grande. Lo que verdaderamente está en juego es el reparto global entre dos grandes jugadores: Vladimir Putin y Donald Trump, dos figuras que se reconocen como emperadores, que desean mantener su poder absoluto y, por sobre todo, no quieren que nadie más se interponga en su camino.
Lo que estamos viendo no es una mera disputa sobre Ucrania, sino una lucha por la reconfiguración del orden mundial. Lo que estamos viendo no es una mera disputa sobre Ucrania, sino una lucha por la reconfiguración del orden mundial.
Putin, por un lado, mantiene su amenaza sobre Occidente, en particular hacia Europa, al intentar acercarse a China, mientras que Trump también lanza amenazas, pero con un tono distinto: busca alinearse con Europa para desafiar la postura rusa. Sin embargo, ni uno ni el otro quieren depender de aliados; ambos prefieren jugar su propio juego en solitario. En este contexto, Ucrania pasa a ser un tema menor dentro de un complejo juego de poder geopolítico.
Lo que realmente está en juego en estas negociaciones es mucho más amplio y abarca intereses estratégicos que van desde los oleoductos hasta las rutas comerciales en el Ártico.
Trump, por ejemplo, está buscando una participación en el negocio de los oleoductos que van de Azerbaiyán a los Cáucasos, así como en el sector de las tierras raras en Ucrania, actuando como intermediario entre las potencias involucradas. La ruta del Ártico, la cuestión de Groenlandia, el Medio Oriente, Asia Central, y el Cáucaso son piezas clave en este tablero global, donde la idea es dejar fuera de la ecuación a China y a Europa occidental. De hecho, están tratando de aislar a China de manera estratégica y, al mismo tiempo, minimizar la influencia de Europa en los acuerdos.
El verdadero objetivo aquí no es solo la soberanía de Ucrania, sino un juego mucho más grande en el que las potencias buscan asegurar su dominio sobre ciertas zonas de influencia, sus "patios traseros". Así, en estos escenarios, Medio Oriente, el Cáucaso y Asia Central son más que regiones geográficas; son campos de batalla por el control de los recursos y la influencia.
Y aquí radica un punto crucial: aunque finalmente se lleguen a acuerdos entre Putin y Trump, algo que no surgió de la cita en Alaska, uno de los grandes desafíos será convencer a los demás actores en este juego global. Si Trump cede, por ejemplo, territorio a Rusia o incluso admite la ocupación de territorios por parte de Moscú, esto necesariamente tendrá que ser aceptado por Ucrania y Europa. Aunque Trump tiene elementos de presión suficientes, como el control de la economía global y el poder militar, no será sencillo lograr una aceptación generalizada de esas decisiones.
Trump y Putin en Alaska (6) - 15-8-25 - AFP
AFP
Ucrania está en una situación débil de negociación, tras 3 años y medio de guerra, pese a contar con el apoyo de Europa occidental. En parte porque Trump quiere dejar a los líderes europeos fuera de la mesa de negociación. A la Casa Blanca le interesan las tierras raras, porque no quiere que su complejo militar industrial dependa de China. Rusia podría ser su proveedor en reemplazo, a cambio del levantamiento de sanciones económicas, especialmente las vinculadas al sector energético.
Otro aspecto fundamental en esta ecuación es el papel de Turquía e Irán. Potencias emergentes como Turquía, cuyo papel se está viendo minimizado, y la participación de Irán, no pueden ser ignoradas en estas negociaciones. Ambos actores, aunque menos poderosos que Rusia y Estados Unidos, son piezas importantes en este ajedrez global.
No podemos olvidar que detrás de todos estos movimientos estratégicos también está la cuestión económica. Los actores principales en estas negociaciones no solo están involucrados en la geopolítica, sino que también cuentan con delegaciones especializadas en economía. Las implicaciones económicas son, por tanto, fundamentales para el éxito o el fracaso de cualquier acuerdo que se intente alcanzar a futuro.
En definitiva, lo que estamos viendo no es una mera disputa sobre Ucrania, sino una lucha por la reconfiguración del orden mundial. A medida que las piezas se mueven en este tablero, hay mucho más en juego que las fronteras de una nación. Es un juego de poder, economía y estrategia, en el que las decisiones de Trump y Putin no solo afectan a sus países, sino al futuro del mundo entero.