“Esto es para mi hermanita que me mira desde el cielo”, dice visiblemente emocionado José María Giménez a El Observador. La vida de Josema no camina, corre. El botija de Toledo fue sometido a un extraño curso de cambios acelerados.
Es que debutó en la Primera división de Danubio. Pasó de ser duda para integrar la lista del Sub 20 a jugar el Mundial juvenil. A los pocos meses lo vendieron a Atlético de Madrid y se encontró con otro mundo. Sobre el cierre de las eliminatorias lo citaron a la selección mayor y de la noche a la mañana debió reemplazar a Lugano para marcar a Falcao. Se ganó un lugar.
Pero le quedaba una materia pendiente del curso. El examen del Mundial. Y llegó de forma inesperada por la lesión del capitán Lugano.
Nacido el 20 de enero de 1995 en Toledo, Canelones. Jugó al baby fútbol en Toledo Junior de los 3 a los 7 años y luego lo llevaron a Danubio. Los primeros tiempos costaron mucho. Fue sacrificado tomarse el ómnibus. En juveniles lo dirigió Gustavo Machaín, José Aguiar y Daniel Martínez. En las formativas marcó más de 20 goles, y fue campeón en Sub16, sexta y séptima.
Su carrera futbolística tiene puntos de comparación con los de la vida. En ambas debió tomar un curso acelerado. Es que el propio jugador reveló a El Observador: “tengo una hermana de sangre que se llama Agustina, de la que se dice que soy su padre chico porque tiene 16 años y se crió conmigo”.
A los 15 años, esta hermana a la que se refirió Josema, quedó embarazada justo cuando el defensa debutaba en el primer equipo de Danubio. "Voy a ser padre, tío y padrino de esa criatura. Yo me voy a hacer cargo del hijo de mi hermana que tiene 15 años, y me siento orgulloso tanto de mi hermana como de mi familia que la está apoyando muchísimo”, reveló Giménez en una entrevista con la web de Danubio.
Pero Josema, al que le gustan los tatuajes, tiene una marca para toda la vida en la piel tras la pérdida de otra hermana. “Tengo tatuado el nombre de mi hermana que está en el cielo”, dice mientras se besa la muñeca.
La joven promesa del fútbol uruguayo proviene de una familia trabajadora con madre, padre y hermana acompañándolo a todos lados donde le tocó jugar. Giménez vive la vida más rápido que el resto de los jóvenes de su edad. Pese a ello admite a El Observador: “en el fondo sigo siendo un niño”.
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