El Lollapalooza Argentina terminó su quinta edición de la noche a la mañana, de una forma bastante abrupta y literal. Una tormenta feroz, que también pasó por los cielos uruguayos inundó, destrozó y quemó el predio del Hipódromo de San Isidro, a las afueras de la ciudad, donde se desarrolló el evento. Obligó, por tanto, a la cancelación de la tercera jornada del festival, la del domingo.
Pearl Jam, David Byrne, LCD Soundsystem y Bajofondo fueron algunos de los que no llegaron a presentarse, y ya se venía de un segundo día de duración reducida a causa de la posibilidad de tormenta. Así que la primera edición del festival que se suponía que duraría tres días (antes se reducía a dos jornadas) terminó en dos. Pese a ello fue un acontecimiento musical y cultural diverso, repleto de shows increíbles y con una presentación espectacular.
Dispuesto como un gran círculo con cuatro escenarios, conectados por stands gastronómicos y foodtrucks, espacios de los auspiciantes del evento en los que uno podía recibir un corte de pelo y competir por premios, y el área del Kidzapalooza –una sección del festival con shows y actividades para la gran cantidad de niños presentes– la escala del "Lolla" intimida un poco, además de las multitudes de 100 mil personas formadas para los shows principales y en las avalanchas para subir a los trenes que llevan y traen a los asistentes del evento, que alteraron durante un fin de semana el tráfico habitual de Buenos Aires.
Los festivaleros (procedentes de todos los puntos de América e incluso de Europa) ocupaban la ciudad y eran fácilmente reconocibles. Las mujeres con brillantina en torno a los ojos, tatuajes temporales, cuentas de colores sobre la frente, prendas con la espalda descubierta y looks tomados de eventos como el festival Coachella de California; los hombres con sus abrigos atados a la cintura, camisas floreadas o remeras de su banda predilecta. Y todos, por supuesto, con su pulsera de acceso, que además permitía cargar dinero para usar como medio de pago dentro del predio.
Pero a pesar de la masividad, todo se vive en un ambiente festivo, y la fiesta se la arma cada uno a base del amplio catálogo de opciones. Algunos optaron por el escenario Perry's, dedicado a la música electrónica, por donde pasaron algunos de los dj más destacados del momento, y que formaban una rave al aire libre que era casi como una fiesta dentro de la celebración mayor. Otros fueron por el rock, representado por shows como los de los Red Hot Chili Peppers y The Killers, que fueron los grandes nombres de las dos primeras jornadas.
Liam Gallagher Lollapalooza
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Liam Gallagher se mostró casi intacto a nivel vocal en su show
Liam Gallagher se mostró casi intacto a nivel vocal en su show
Gentileza Lollapalooza
Dentro de ese género hubo otros destacados como la banda estadounidense Spoon (que el día anterior había tocado en Montevideo), el canadiense Mac DeMarco o el inglés Liam Gallagher. El ex Oasis fue criticado por su show particular que había dado en la capital argentina y donde su voz no estuvo afinada. En Chile, ayer, tuvo que cortar luego de cuatro temas, pero en el festival bonaerense se lució e invocó al pogo con sus canciones solistas y las de la banda que integró hasta 2009.
El rap también estuvo bien representado. Es un género musical cuyos exponentes no llegan habitualmente a estas tierras (mucho menos a Uruguay), por lo que fue una buena oportunidad para ver presentaciones magistrales como las de Chance The Rapper, que hasta jugó con el hit viral del momento y reprodujo un fragmento de Scooby Doo pa pa.
Chance The Rapper Lollapalooza
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Chance The Rapper fue un punto alto del festival
Chance The Rapper fue un punto alto del festival
Gentileza Lollapalooza
Y como todo festival cool que se precie de tal, el pop también tuvo su lugar. Lana del Rey armó una playa sobre su escenario y desplegó carisma, sensualidad y talento; y algunos de los más convocantes fueron la cantante Zara Larsson y la banda Imagine Dragons.
Y también estuvo Damas Gratis, como representante de la cumbia villera; su show fue un choque de mundos culturales, sociales y musicales que funcionó a las mil maravillas y que vale la pena analizar por su cuenta.
El calor pegó fuerte y las colas más largas eran en los puestos de hidratación y, también, en el beer garden, el único lugar del evento donde se podía comprar alcohol.
La escala de un festival como este, las propuestas musicales pop y contemporáneas que llegan (muy caras y, lamentablemente, no demasiado conocidas para el tradicionalista y envejecido público local) y la infraestructura necesaria hacen que este tipo de eventos nunca lleguen a Uruguay. Por suerte, hay una versión cercana que, una vez más y a pesar del temporal, mostró el estado de situación de la música y dejó múltiples momentos asombrosos.