Temas > COLUMNA NATALIA TRENCHI

¿Cómo abordar la experiencia de un robo?

Luego de sufrir una situación así, es normal que el niño pueda estar asustado o manifieste una precaución exacerbada por la seguridad en su entorno
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28 de diciembre de 2017 a las 05:00

Si sufrir un robo ya es una experiencia negativa, shockeante y hasta traumática, aún lo es más cuando sucede junto a un hijo, sobrino o nieto. Si un niño presencia un momento como este, cualquiera pensaría que habría que contenerlo de alguna manera y explicarle la situación, pero ¿cómo?

Tras este tipo de hechos, es normal que el niño pueda estar asustado o manifieste una precaución exacerbada por la seguridad en su entorno.

En situaciones de este tipo, tan estresantes y sorpresivas, los infantes acuden a un recurso muy natural, que trata de observar cuál es la reacción del adulto de referencia y sintonizan con esa reacción.

Por eso, si el adulto logra mantener la calma y protegerlo, la reacción será muy diferente a la que pueda tener si percibe un desborde absoluto o un no-manejo del autocontrol por parte del referente.

Ya de por sí, los más pequeños absorben conocimientos sobre la inseguridad y el peligro que existe en el mundo. Si a eso se le suma una experiencia de robo, van creer que es aún más peligroso.

Estadísticamente es más probable que no los roben de que sí, pero para ellos esa probabilidad queda alterada después de que les pasó una vez. Por eso, es importante que los padres hablen con ellos y que traten de devolverles la seguridad. se hable mucho con ellos y que se les devuelva en lo posible la seguridad.

Es fundamental también, que se sientan en libertad para hablar, contar o preguntar sobre lo que vivieron. Si ellos lo necesitan hay que hacerlo, más allá de que el adulto prefiera no tocar el tema.

Ya de por sí, los más pequeños absorben conocimientos sobre la inseguridad y el peligro que existe en el mundo. Si a eso se le suma una experiencia de robo, van creer que es aún más peligroso.

En la mayoría de los casos, los niños superan estas experiencias con el tiempo y el apoyo de su familia. Si por el contrario, el pequeño queda extremadamente asustado y no mejora o incluso empeora, entonces sí puede ser indicada una actuación profesional. Puede que sufra estrés postraumático, que se caracteriza por pesadillas y flashbacks, imágenes que vuelven a la cabeza sobre lo que pasó. También pueden sentir mucho nerviosismo o palpitaciones y llegan a vivir con miedo permanente, pese al paso del tiempo.

Por ello, cuando se habla con los niños hay que hacer énfasis en la idea de que siempre es necesario tomar el mayor cuidado posible. Es bueno enseñarles a tomar precauciones y a cuidarse en todos los casos de riesgo. Se deben cerrar las puertas con el mismo criterio con que se pone protector solar o el cinturón de seguridad en el auto. Es decir, incorporarles los criterios de seguridad, ser realistas pero no vivir con miedo.

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