Corderos de 45 kilos, próximos al embarque.

Agro > TRIBUNA / GIANNI BIANCHI

¿Cómo manejar las señales antagónicas que desde la industria se plantean a productores que apuntan a maximizar su producción?

¿Se puede apostar a incrementar los volúmenes de carne ovina en base a cruzamientos, sin renunciar al beneficio de altos pesos de carcasa y obtener un precio razonable por la lana que esas ovejas producen?
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26 de febrero de 2021 a las 21:58

Por Ing. Agr. Dr. Gianni Bianchi (*), especial para El Observador

¿Se puede apostar a incrementar los volúmenes de carne ovina en base a cruzamientos, sin renunciar al beneficio de altos pesos de carcasa y obtener un precio razonable por la lana que esas ovejas producen?

No es desconocido, al menos para los que de alguna u otra forma están vinculados a la producción ovina, la puesta en práctica de la tecnología de los cruzamientos con razas carniceras ya sea terminales o maternales. En ambos casos el propósito ha sido incrementar genéticamente y mucho más rápido que por selección, los niveles de producción de carne, ya sea por mayor velocidad de crecimiento y terminación y/o incrementos significativos en la cantidad de corderos logrados/vientre servido. Claramente en el mundo, y sobre todo en países de vanguardia en producción ovina (Australia y Nueva Zelanda), el uso de esta tecnología hace ya tiempo que es moneda corriente y explica en forma conjunta con la alimentación de calidad y los programas de mejora genética los niveles de producción crecientes y el consecuente incremento en las exportaciones de estos países, a pesar de que en ambos el stock ha disminuido.

La investigación local a mediados de la década de los 90 del siglo pasado comenzó a desarrollar programas de cruzamientos que tuvieron su fase académica, de validación tecnológica y de difusión. La Universidad de la República y el INIA fueron, sin dudas, las dos instituciones que trabajaron en este sentido. Vale decir que no es casual que en el Uruguay de hoy se vea de manera mucho más frecuente y sobre todo en determinados sistemas de producción, generalmente asociados a la intensificación, el uso de diferentes razas carniceras o maternales carniceras con el propósito ya señalado de incrementar rápidamente los niveles de producción de carne. No dispongo de información para cuantificar esto, pero es notorio que este cambio se produjo, quizás no en la magnitud necesaria como para mover los indicadores históricos en forma significativa, pero sin lugar a dudas hubo y hay un grado de adopción a nivel primario.

Por su parte, la industria frigorífica precisamente con el objetivo de mejorar problemas detectados en las diferentes auditorías de la cadena cárnica ovina (a saber: peso de carcasa, homogeneidad de esas carcasas en peso, conformación y terminación) y desestacionalizar la oferta anual de corderos pesados que normalmente se concentran entrada la primavera, ha ofrecido incentivos que vayan en la búsqueda de un mayor uso de razas especializadas en la producción de carne, sobre todo en cruzamientos con razas laneras que es lo más común en el país.

Otras instituciones como Central Lanera Uruguaya (CLU) también han fomentado la desestacionalización a través de premios y facilitado el uso de genética que favorezca la adopción por parte de los productores. Quizás o sin quizás las señales no hayan sido los suficientemente potentes como para lograr cambios más significativos, pero lo cierto es que hay investigación nacional, esa investigación fue validada a nivel comercial, se ha difundido, se ha adoptado (seguramente falte mucha más adopción en este sentido) y las instituciones vinculadas a la comercialización están dando señales.

Seguramente sea necesario un mayor incentivo para aquellos productores que usan razas carniceras para la generación de sus corderos, entre otras cosas porque ese cordero es mucho más diferente al cordero pesado tradicional que el incentivo presente hoy por la industria. Está claro también que no debería existir un límite a la producción de carcasas súper pesadas, al menos si éstas provienen de cruzamientos con razas que se sabe no tienen problemas de sobre engrasamiento aun a pesos elevados. Esto no debería estar restringido exclusivamente a quienes tengan compartimento, aunque aún en estos casos, actualmente existe un límite todavía inentendible de 22 kilos de carcasa, pasado ese límite disminuye el beneficio.

¿Por qué inentendible? Porque esas canales van al mercado del Nafta que abastece mayormente Australia con carcasas de 24 kilos. Digo que tampoco debería estar restringido al compartimento, porque son pocos los productores que tiene la posibilidad de comercializar bajo este sistema y de continuar con esa política y ateniéndonos a la realidad la alternativa o el destino de nuestra carne ovina, hoy es China y a ese país van carcasas enteras que en principio no podrían ser muy pesadas. Aun revitalizándose Brasil, otro histórico y gran destino de la carne ovina uruguaya, la limitante de peso de carcasa persistiría.

Vale decir que por un lado se estimula (repito tímidamente) al uso de razas demostradamente más eficientes en la producción de carne, pero por otro lado la industria frigorífica castiga (o no les permite acceder al mejor precio, es casi lo mismo) a aquellos productores que se pasan de determinado peso, desconociendo el potencial productivo que algunas razas carniceras (las de engrasamiento tardío) manifiestan a pesos muy elevados, como está demostrado internacional y localmente. En este escenario es muy difícil masificar o al menos “mover la aguja” en el sentido que se plantea sistemáticamente en cualquier reunión que participe la industria con técnicos y productores vinculados al rubro ovino.

No pongo en cuestión lo que en alguna oportunidad autoridades de otrora del Instituto Nacional de Carnes (INAC) manifestaban referido a que el problema del ovino no son los mercados, sino la baja productividad del rubro, a tal punto se llegó afirmar que para lo que se produce sobran mercados. Por supuesto que también se señalaban las trabas arancelarias para acceder ya sea mejor o directamente acceder a otros mercados. Ahora está claro que hay un número de productores (no sé cuántos) que estarían dispuestos a utilizar las tecnologías que correspondan para producir carcasas más homogéneas, temprano en la estación y muy pesadas (todo lo pesadas que sea posible), porque claramente la mayor ventaja de los cruzamientos de razas carniceras sobre el uso de razas laneras tradicionales aumenta conforme aumenta el peso de carcasa.

No en vano tanto en Australia como en Nueva Zelandia el peso de carcasa ha aumentado de manera sistemática desde que se implementó el cordero pesado en Uruguay, para poner al menos una fecha paradigmática en la producción ovina local. Quizás para esos productores no hay mercado y entonces el país deba salir a la búsqueda de esos mercados, si es que realmente se pretende mejorar significativamente los niveles de producción.

Ahora bien, hasta acá nos hemos referido a la producción de carne ovina. Pero como sabemos el Uruguay no solo produce carne, es más soy de lo que piensa que a pesar del cordero pesado, el país sigue siendo lanero por diferentes cosas que no vienen al caso en esta nota. En el país salvo honrosas excepciones las razas son con lana y lo que sí cambia es la finura y la calidad de las mismas.

No está en tela de juicio que, desde hace ya bastante tiempo, el precio, la tendencia y en definitiva las mayores posibilidades de colocación de las lanas se incrementan conforme el diámetro de la fibra disminuye. Sin embargo, escuché siempre por parte de la industria lanera nacional que no hay lana que no se venda y la otra cosa que escuché y que además lo sé, es que la calidad de un lote es independiente de su diámetro. Dicho de otra forma, si la lana es correctamente cosechada y acondicionada, es de color blanco, largo de mecha acorde a su finura y buena resistencia, se puede considerar que es de buena calidad. Obviamente que el destino de esa lana industrialmente variará en función de su micronaje, pero lo que no parece razonable es que lanas de más de 30 micras (acondicionadas y de buena calidad) no van a cotizar (o su valor va a ser irrisorio) porque no tienen colocación. Esto no solo se está dando en los hechos, sino que lo han señalado autoridades vinculados a la industria lanera. Me surgen al menos dos preguntas en este sentido:

  1. ¿Qué perspectivas tienen los productores que se han volcado a la carne, de manera eficiente con razas maternales y carniceras, para la lana que sus animales también producen?
  2. Si las razas carniceras, aun las de lana blanca, son vistas como amenaza por parte de la industria, ¿cuál es el lugar para sistemas intensivos de producción de carne que pueden lograr resultados similares a Oceanía, sobre todo Nueva Zelandia, pero que necesariamente para ello deben –entre otras cosas - incursionar en el uso de razas que para la industria lanera son “amenaza”.

Se me ocurren dos alternativas: o que esos productores se resignen a producir carne “a media máquina” y mantengan las razas laneras tradicionales y apunten a un doble propósito que en algún momento le habrá dado resultado al país, pero hoy está claro que el camino es la especialización productiva (simplificando: lana fina o muchos corderos súper-pesados) o un doble propósito, pero de lana fina. La otra alternativa es renunciar a la producción de lana (totalmente desaconsejable en sistemas de producción como el Uruguay con el agregado de los antecedentes que el país tiene en la materia) y buscar mayor crecimiento, terminación y más corderos con razas deslanadas, que las hay y muy buenas, pero que no existen en el país.

Personalmente no soy partidario de ninguna de las alternativas ensayadas anteriormente y creo firmemente que hay que ir por otro camino. Así se ha encontrado un nicho para toda la carne ovina que produce el Uruguay y dentro de la categoría corderos pesados van los provenientes de sistemas laneros con casi un año de edad (o aun los borregos, que si bien van a menor precio, éste no dista demasiado del que cotiza el cordero que no cortó sus incisivos centrales) y los de sistemas carniceros con 5-6 meses de edad y el precio es prácticamente el mismo, a pesar de que como se sabe son dos productos bien diferentes.

Obviamente no se pretende algo igual para la lana blanca y de calidad de 30 o más micras, ni mucho menos, pero sí un precio razonable que permita a aquellos que apuestan a ser más eficientes recurrir a materiales genéticos que están en el país y que han demostrado sobradamente sus ventajas productivas. Generalmente estos sistemas son más riesgosos, exigen más permanencia en el predio, demandan más mano de obra calificada y brindan más oportunidades de trabajo para agrónomos y veterinarios que no están en el Estado o en alguna institución de transferencia. Creo que todos coincidiremos, salvo el mayor riesgo que asume el empresario que lo lleva adelante, que todo lo que trae aparejado estos sistemas son beneficios.

Adicionalmente hay que considerar a los productores que tienen Corriedale grueso (que hasta no mucho no eran pocos) y los criadores de Romney Marsh. En ambos casos, la lana que producen estaría para la industria fuera de mercado o a precios, repito, que no serían de recibo para ningún productor. Estos productores también han priorizado la carne frente a la lana, pero la fibra que producen no necesariamente a priori por superar las 30 micras es de mala calidad. Por el contrario, estas lanas tienen propiedades muy útiles y con claras ventajas frente al sintético para su uso como textiles “técnicos”: interior de aviones, tapicería de automóviles, cines, prendas resistentes al fuego, medicina, etcétera.

El contenido de esta nota no debería ser ajeno ni al Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), ni al Estado, ni siquiera al conjunto de los productores o a los técnicos involucrados al rubro. No pretendo tener la razón, ni la verdad en este tema, quizás tampoco la solución. Pero entiendo que amerita un debate entre todos los que de alguna u otra forma estamos cerca de la oveja, sobre todo los que consideramos prioritario, más que aumentar el stock, incrementar los niveles de producción y si bien en lana todavía podemos mejorar, el desafío más grande y desde mi punto de vista el mayor impacto, está por el lado de la carne.

 (*) [email protected]

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