Opinión > Análisis

¿La economía ayudará al FA a volver a ganar en 2019?

Reflota la sensación de mejora que incidiría en “el voto que el bolsillo pronuncia”
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25 de septiembre de 2016 a las 05:00

Una pregunta sobrevuela estos días: ¿la economía mejorará el año próximo y le dará empuje al gobierno como para que el Frente Amplio pueda ganar las elecciones de 2019?

El presidente Tabaré Vázquez reforzó esa idea esta semana, y el ministro de Economía, Danilo Astori, sostiene eso convencido y con un arsenal de indicadores cruzados.

Sobre las posibilidades de recuperación económica, ambos están en sintonía con lo que ven analistas y empresarios, sobre una región que puede arrastrar a más crecimiento, y con un repunte que haga salir del estancamiento más rápido de lo que se pensaba.

La clave está en si esa probable mejora instala un escenario de cierta bonanza que, sumado a otros factores, determine que el ciclo frentista se estira al menos a un cuarto gobierno.

¿Es tanto así la simetría de resultados electorales y económicos?

El repaso de resultados electorales, cruzado con datos económicos, puede ser manejado para refrendar la tesis de que el voto se decide por la economía, pero con una interpretación forzada.

El Partido Colorado gobernó con predominio claro durante la primera mitad del siglo XX. Entre 1944 y 1955 hubo un crecimiento de la economía a un ritmo anual acumulativo de 6,8%. Eso, tan fuerte, se sintió en las urnas.

¿Ganaban los colorados por la economía o porque la oposición votaba dividida en dos lemas?

Es posible que ambas variables tuvieran incidencia.

Pero esa fase se agotó, primero con desaceleración (tasas de 1,7% en 1956 y 1% en 1957) y luego con recesión en 1958 y 1959.

¿La victoria del Partido Nacional y la derrota para los colorados de 1959 fue debida al malestar del bolsillo? ¿O fue porque el batllismo cayó en crisis de desgaste político y fragmentación áspera, mientras la oposición lograba reunificación partidaria y además sumaban fuerzas con el ruralismo, entre los que incluso había muchos colorados?

Demos por bueno que los blancos ganaron porque “el declive” económico castigó al gobierno colorado.

El Colegiado nacionalista comenzó con una reforma cambiaria liberalizadora, pero con un Banco República que intervenía como si no hubiera apertura.

La inflación bajó fuerte, pero volvió a trepar; bajaron las reservas y aumentó la deuda. Aunque hubo rebote de crecimiento. Y los blancos volvieron a ganar en 1962.

¿Efecto bolsillo? Es posible que una bonanza generada por aumento del gasto público y la postergación de arreglos cambiarios que mejoraron el poder adquisitivo familiar haya derivado en que los votantes renovaran el voto a los blancos.

El segundo Colegiado blanco cayó en contradicciones que le costaron caro, con refinanciaciones de deuda, devaluaciones, vuelta a la inflación. Triple crisis, cambiaria, bancaria y de deuda.

Las urnas le dijeron adiós a los blancos y eso podría confirmar la teoría de castigo del “voto que el bolsillo pronuncia”.

El gobierno de Jorge Pacheco tuvo hiperinflación, que atendió con congelación de precios y salarios, lo que era una compra de tiempo, en un país convulsionado por el enfrentamiento con la guerrilla y tensiones sociales.

En 1971 ganó Pacheco, pero sin la reforma reeleccionista, asumió entonces su segundo, Juan María Bordaberry. No hay lectura económica de esa lección. Bonanza no había y además pesaban otras cosas. Y el resultado fue casi de empate (681.624 colorados, contra 668.822 blancos, y 304.275 del nuevo Frente Amplio).

Vuelta la democracia, el gobierno de Sanguinetti tuvo buenos años económicos, con crecimiento y mejora del salario real, pero perdió ante los blancos en 1989.

¿Motivos? Lo más claro es lo político: los colorados se dividieron (la campaña del “bazo roto” de Jorge Batlle) y los nacionalistas exhibieron unidad sólida, con liderazgo de Luis Lacalle que hizo una campaña efectiva.

Ese gobierno tuvo claros y oscuros, pero logró crecimiento, y tras inicio con ajuste fiscal, hubo importante suba del poder adquisitivo.

Perdió la elección de 1994, aunque se definió por “un pelo”: casi triple empate (colorados 32,4%, blancos 31,2 % y frentistas 30,6 %).

Sacar conclusiones de la elección siguiente es más complicado, porque con el sistema electoral que regía hasta esa elección, hubiera ganado el Frente Amplio (con 40%) pero el cambio a balotaje determinó la continuidad colorada.

El país estaba en recesión suave y con inflación baja. Difícil relacionar voto al bolsillo.

El gobierno de Batlle debió enfrentar recesión y dura crisis, pero terminó saliendo en crecimiento. ¿El Frente Amplio ganó en 2004 por el voto del bolsillo o porque su crecimiento constante lo proyectaba a lograr la meta de gobierno ese año?

La economía sí influye, pero no tanto como algunos creen.

Muchos agentes políticos y económicos, que esperan rotación político-ideológica en el poder, perciben que sus deseos pueden chocar con una economía que ayude al Frente Amplio a ganar en 2019.

El voto resume razonamientos de diversa naturaleza: sobre pasado (lo hecho), presente (lo que se vive) y futuro (sobre las esperanzas que las opciones políticas le generan).

Reducir cada elección a la tendencia del PIB es ingenuo y es desconocer la historia.

Y desconocer cuánto impacta una época de bolsillo lleno, o cuánto amarga una crisis, también es de una inocencia imperdonable.

¿Entonces?

Efectivamente, es posible que la economía ayude al gobierno a mostrar mejores números. Pero no a ganar.

La realidad política muestra que la izquierda sufre una crisis inédita.

Los frenteamplistas subestiman su crisis de liderazgo central y de liderazgos sectoriales, la confrontación de intereses y de dificultad de recomposición.

La subestiman con el argumento de que siempre la izquierda tuvo diferencias. Si siguen subestimando eso, no zafarán de una derrota.

Además, sobreestiman su capacidad de reacción ante la adversidad.

La historia muestra que la izquierda ha tenido extraordinario potencial de respuesta en casos anteriores. Pero eso ha cambiado.

La economía, probablemente mejore. Pero el Frente está generando varios focos de malhumor y descontento.

La elección será entre continuidad y cambio, pero un repunte de crecimiento no asegura que la gente quiera continuar con lo que hay.

Una mejora económica no será suficiente para compensar el abigarramiento político que sufre la izquierda uruguaya y que tiende a agravarse. Falta mucho, pero hay tendencias no solo económicas.

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