Básquetbol > ENTREVISTA A GERMÁN HALLER

"Peñarol nunca debió dejar el básquetbol"

Fue campeón federal con los aurinegros en la final más recordada de todas en 1973 ante Trouville, la del segundo más largo de la historia
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06 de octubre de 2018 a las 05:03

A sus 66 años, Germán Haller sigue trabajando como hace años en la Administración Nacional de Puertos y recuerda con cariño el título del Federal de 1973 con Peñarol ganado en “el segundo más largo de la historia”. También habla del básquetbol actual y de su vida.

¿Cómo ve este regreso de Peñarol al básquetbol?

Lo veo como muy positivo. Peñarol nunca debió dejar de jugar al básquetbol. Es muy importante. Al margen de que yo sea hincha, Peñarol es algo muy grande.  Siempre tiene que estar y eso me alegra muchísimo. Tiene seis títulos y un campeonato sudamericano. No es poca cosa. Es un emprendimiento difícil, pero van a hacer el esfuerzo para ascender lo más rápido posible. No es fácil porque es una liga que se compite mucho. Es más fácil jugar en Primera, porque como no pueden marcarte, te hacen cosas ilícitas para obstaculizarte.

¿Le dolió que se desafiliara?

Me afectó muchísimo. Fue un impacto. Peñarol y Nacional tienen que estar. Nacional está y tiene un equipo muy competitivo. En aquel entonces, me dolió muchísimo, pero fue la decisión de Damiani padre.

Peñarol campeón federal 1973

En febrero se cumplen 45 años de aquel notable Federal de 1973 que ganó Peñarol en 1974 en el último segundo. ¿Cómo lo vivieron?

El de 1973 es el título que la gente recuerda más por lo que fue la definición. Lo más importante que recuerdo es cómo influye un técnico en una decisión. Carlitos Genta que era el entrenador, pidió tiempo y nos habló a todos. Íbamos 68 iguales: “Es muy sencillo. Falta un segundo. Vos Haller, arrastrá marcas que todos te van a seguir a vos”. Porque era solo un segundo y era solo tocarla. Y siguió: “Se la vamos a dar a Bianchi”. Y salió así. Sacó Alonso, yo arrastré marcas como a tres jugadores. El de Trouville que llevaba el reloj me siguió a mí y se olvidó del reloj. Bianchi recepcionó, la picó, hizo el doble ritmo y convirtió. Fue un campeonato. El festejo fue algo maravilloso. Fue impresionante.

Esa noche usted hizo 34 puntos de los 70 que anotó Peñarol y no había triples.

Mido 2,03 m y a pesar de eso era bastante ágil, tenía un buen salto, jugaba con 90 kilos y corría mucho. Fui uno de los primeros que hundí la pelota en Uruguay porque me enseñó Ruben Bulla, sobre todo a tirar el gancho y a practicar la hundida. El gancho evita el contacto físico con el jugador. Hoy casi no se usa. 

Aparte tiraba los libres con una sola mano.

Tengo buen quiebre de muñeca. Soy socio de Biguá y hace cuatro meses tiré 20 libres y metí 18. La memoria que tiene el cuerpo es increíble. Había unos pibes que estaban sorprendidos porque tiraba con una sola mano y tenía mucha efectividad, hasta que les contaron quién había sido como jugador.

Volviendo a aquella noche, los rivales no pudieron con usted.

No. Era difícil de marcar. Era un jugador de hacer muchos puntos. Ellos trataban de marcarme, pero yo anduve en una buena noche en un partido muy importante para nosotros. Estaba (Manolo) Gadea y él me decía: “Vos cortá, que yo te la voy a dar”. Era un gran pasador, pero si no estabas atento, te aseguro que te arrancaba los dedos. Me la daba, yo metía el gancho y no había forma de pararme. Fue muy significativo para mí.

Fue el segundo más largo en la historia del básquetbol.

Sin lugar a dudas. Fue un error del hombre de Trouville que llevaba el reloj. Sé que tuvo problemas en el barrio después porque lo culpaban a él por haberlo manejado mal.

Y Carlos Genta tuvo mucho que ver también.

Carlitos fue maravilloso. Hay técnicos que no tienen mucho cartel o muchas técnicas, pero eran vivos. Pirulo Etchamendi era otro, vivísimo. Víctor Berardi heredó eso también.

¿Le pagaban un sueldo en aquella época? ¿Cobraron algún premio por ser campeones?

Yo siempre fui profesional. Claro que no se ganaba como ahora. Cuando fui a Argentina gané mucho más, me dieron un cero kilómetro, estaba en un hotel libre de gastos, ganaba unos cuántos miles de dólares. Fui un jugador bastante bien cotizado y eso que nunca tuve contratista. Lo que me pagaban acá daba para vivir y guardar algo. 

Después de Peñarol se fue a Gimnasia y Esgrima La Plata y estuvo cinco años.

Sí, me fui a jugar allá. Después se fue Carlitos Peinado quien estuvo dos años. Me enteré el otro día que ahora se va a ir el tercer uruguayo a Gimnasia que es (Agustín) Zuvich. En esa época entrenábamos en doble horario, algo que acá era impensado. Carlos, pese a que teníamos tres norteamericanos, fue el más regular del equipo. Yo, con 2,03 m era el más bajo de los grandes. Estaba Finito Gehrmann 2,11 m, Larry Jackson 2,07 m, Michael Jackson 2,06 m. Fuimos campeones metropolitanos argentinos.  

¿Es cierto que le gustan los dardos, los arcos y flechas y la arquería?

Siempre me gustó la arquería y saqué un segundo puesto en Uruguay y otro en Argentina. Tenía muy buena puntería. Recuerdo que en una concentración un jugador puso un sombrero y le tiré con la flecha y lo clavé contra un árbol y ellos quedaban sorprendidos. Cuando estuve en la Amazonia peruana que jugamos el Mundial en Perú, veía cómo los indios Yaguas cazaban monos con la cerbatana y cuando volví me hice una que es altamente efectiva. 

Le gustan mucho las plantas también.

Soy coleccionista de cactus y crasas. Tenía un vivero en mi casa. Tenía 400 variedades. Y también fui hasta hace 10 años malacólogo, coleccionista de moluscos y caracoles marinos. Eso me encanta. Me carteaba con gran parte del mundo. Trabajaba en el puerto y me hice amigo de los pescadores y cuando tiraban la red, le daba unos mangos y me daban los caracoles. Mi nombre está en una revista italiana. Llegué a tener 4 mil especies de caracoles. Hice un curso porque me encantaba.

También talla madera y pinta piedra.

Sí, hago todo eso. He trabajado con hormigón poroso, lo tallo como si fuera madera. Hice una gárgola muy bonita que me llevó un tiempo. También pintaba cuadros cuando jugaba en Peñarol y vendí algunos. No sé si me los compraron porque eran hinchas (se ríe).

Volviendo al básquetbol, ¿cómo vivió el título logrado en el Sudamericano de 1981 con la selección en Montevideo?

Eso fue maravilloso. Fue lindo porque es difícil ganarle tanto a Argentina como a Brasil. Tuvimos todo el apoyo de la gente. Fue importante en lo colectivo, el buen equipo que teníamos. Carlitos (Peinado), el Tato (López) que surgía, Hebert (Núñez). Uruguay tenía un equipo muy competitivo. En aquella época había cerca de 10 jugadores arriba de los dos metros en el básquetbol uruguayo. Ahora no se ve eso en la selección, salvo (Esteban) Batista. No sé qué pasó. En aquel momento había mucha rotación y por eso se lograron cosas importantes. Ojalá que la de ahora tenga suerte. Es diferente. Lástima que no está (Jayson) Granger que me gusta mucho. 

¿Qué diferencias encuentra con la selección actual?

Además de la estatura, Uruguay tenía más banco, que hoy no se ve tanto. Teníamos muy buenos jugadores, una generación muy importante, más que ahora, salvando las distancias. Ahora tenés jugadores, pero siete, ocho y ahí parás. Uruguay es muy rachero también en cuanto a triples. En el último partido, Fitipaldo, que tiene buen porcentaje, no embocó uno. Eso no pasa con Argentina, ni con Brasil, mismo con Paraguay. No tenés uno como en nuestra época que Brasil tenía a Oscar y nosotros al Fefo Ruiz. Había jugadores más regulares.

Antes de que comenzara la dictadura, su familia pasó un momento complicado porque se llevaron preso a su hermano Carlos por tupamaro.

El hecho de que me contratara Peñarol me sirvió mucho. Un día mi madre en Mercedes me dijo: “Germán, quedate tranquilo que van a hacer un allanamiento”. Me quedé tranquilo. Vinieron militares con la culata de una escopeta y me dijeron: “Nos tiene que acompañar”. Cuando salí por el fondo, vi humo. Después me enteré que habían quemado los discos de mi hermano de Viglietti y Numa Moraes. Me llevaron al batallón en un jeep a contramano, todos los vecinos mirando y al rato cayó mi hermano. Pasé un mal momento porque me hacían la tortura psicológica: “¿Qué pasa Pedro? ¿Se rompió la picana?”, decían entre ellos. Todo para que yo escuchara. Yo no tenía nada que ver. Me largaron de noche y me fui corriendo a mi casa. Mi hermano quedó. Mi madre me vio y dijo: “Por lo menos, me devolvieron a uno”. Lo de Peñarol me vino bárbaro porque justo me contrató ahí. Yo me sentía mal y entonces salí de Mercedes.

¿Se podía concentrar bien en los partidos o pensaba mucho en su hermano?

Yo trataba de ir a visitarlo o de conseguirle alguna pelota. Un día me dijo que jugaban 40 contra 40. Era una época muy embromada. A veces mi mamá lo iba a visitar a la cárcel de Libertad y porque él se había portado mal o no se cortaba el cabello, no lo dejaban ver y mi madre iba con la comida. Fue una época brava. En alguno de los lugares en los que estuvo, conoció al Pepe (Mujica). Eran compañeros más que nada.

Allí entre ellos nació una amistad. Las vueltas que tiene la vida, cuando Mujica fue presidente, él fue jefe de seguridad.

Sí, es cierto. Trabajó allí los cinco años. Viajó por todos lados. Yo le decía: “Pensar que cuando yo viajaba por el básquetbol, vos estabas adentro y ahora vos viajás y yo me quedo”. Son las vueltas de la vida. Hasta hace poco estaba jugando al básquetbol. 

La cárcel siempre es mala, pero en dictadura debe ser peor.

Sí, claro. Pasó mal. Tuvo un problema de visión, un tiempo sin poder concebir por el tema de la picana. Después se hizo un tratamiento y ahora tiene dos hijos bárbaros. Siempre va a ver a su hijo Federico a jugar al básquetbol. No se pierde ni un partido. Mi hermano está al firme. 

¿Cuál fue el mejor jugador que enfrentó?

El brasileño Oscar. Era impresionante. No jugó en la NBA porque no quiso, porque ganaba más en Europa. Jugaba bien abajo y en esa época que los grandes no tiraban de afuera, él lo hacía. Era una cosa bárbara. 

¿Cuál fue el mejor jugador que tuvo como compañero?

Carlitos Peinado. Jugué en la selección y en Argentina con él. Lo conozco bien. 

¿Se sigue viendo con algunos excompañeros?

Sí, los campeones de 1981 nos vemos cada tres o cuatro meses. Hacemos una comida en Trouville. Van Frattini, el Tato López, el Fefo Ruiz, Mahoma Wenzel… Pasamos bárbaro y éramos un gran equipo. Hay varios jugadores que actualmente juegan, que en nuestra época no hubieran jugado.

¿Cuál fue el mejor técnico?

Ruben Bulla. Más que nada enseñando, no como técnico. Aprendí el gancho con él. Era como un hijo para él. De repente me llevaba a cenar a algún restorán y en un momento se levantaba de la mesa y me hacía gestos: “Vos tenés que cubrir así”. Era un apasionado del básquetbol. Me llevaba a ver videos de Karim Abdul Jabbar de la NBA y me decía “mirá cómo se tira el gancho”. ¿Quién te hace eso ahora? No existe, porque ya trabajás con jugadores hechos. Era un maestro. 

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